Capítulo 28

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✧・゚:* Meterse a su cabeza *:・゚✧

Las tres nos reímos al recordar la cara de Dustin en cuanto lo amenace, aunque la risa no duro demasiado ya que no podía dejar de pensar en Mike y en el por qué me habrá mentido

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Las tres nos reímos al recordar la cara de Dustin en cuanto lo amenace, aunque la risa no duro demasiado ya que no podía dejar de pensar en Mike y en el por qué me habrá mentido. Las dos trataron de convencerme para meterme a su cabeza y descubrir el por qué de su mentira... Por un momento pensé en que era una buena idea, pero negué diciendo que nunca me metería a su cabeza por nada en el mundo.

No podía evitar sentirme triste ante la situación.

—¡Alégrate! —soltó Max al ver mi cara—. Esto no durara demasiado, le estarás dando una lección y vendrá a pedirte perdón de rodillas.

—Sí, una lección.

Reí levemente ante las palabras de ambas chicas, me levante de la cama para ponerme mis tenis y ponerme una diadema azul claro, haciendo mi flequillo de lado, para atrás y metí mi blusa blanca debajo de mis jeans de mezclilla.

—Iré con mi madre, quiero hablar con ella.

—¿Segura? —asentí con la cabeza y ambas chicas soltaron un pesado suspiro, a lo que ladeé la cabeza.

—Volveré pronto, hijas mías.

Las dos fingieron unas risas, a lo que hice lo mismo para luego salir del lugar despidiéndome de las dos y tomar mi bicicleta de camino a casa de mi madre con el sol estando a unas horas de intercambiar lugar con la luna. Pedaleé lo más rápido que pude y al cabo de unos minutos, me detuve frente al hogar de mi madre, a lo que sonreí. Deje la bicicleta a un lado de los escalones y toque la puerta, para que luego fuera abierta mostrándome esa perfecta y cálida sonrisa.

La mujer me envolvió entre sus brazos y pude sentir la calma recorrer mi cuerpo, me separe de ella para entrar a la casa y poder hablar con ella.

—¿Piensas que te esta mintiendo?

—¡Sí! ¡Nunca lo ha hecho! —me cruce de brazos—. Y mis amigas quieren que me meta a su cabeza...

—Bueno, no estoy de acuerdo con eso de meterse a las mentes de las personas, pero... No se daría cuenta.

—¡Claro que no! ¡Mamá, quiero que él me diga la verdad!

Se me acerco al ver que las lágrimas estaban apunto de salir de mis ojos, llevo su mano a mi mejilla, acunándola con delicadeza y me abrazo permitiéndome soltar las lágrimas en su pecho, a lo que ella shusheaba en un suave y relajante tono. Acariciaba mi cabello tratando de tranquilizarme como si fuera una niña pequeña y la abrace con fuerza, deseando que no me soltara... Deseando que no desapareciera de nuevo de mi vida.

[...]

Me levante con el olor del desayuno entrando a la habitación, me levante de la cama y baje las escaleras para encontrarme a mi madre haciendo unos esponjosos y de a simple vista, deliciosos panqueques con moras azules. Cerré los ojos en cuanto me senté en la mesa y comencé a rascarme la nuca, queriendo alejar el dolor de cabeza que no me ha dejado desde ayer en la noche.

Abrí los ojos para encontrarme con unos panqueques frente a mí y le sonreí a mi madre en agradecimiento.

—¿Cómo te sientes, cariño?

—De la escala del uno al cien... Menos doscientos.

La mujer negó con la cabeza, el timbre sonó y tuvo que ir a atender.

Desde ayer tenía esa idea en mi cabeza y por más que me negué en hacerlo, siempre ganaban las palabras de mi progenitora, pues no dejaban de resonar en mi mente como si fuera la única opción que tenía. Ahora me encontraba en la misma situación que ayer y traté de resistirme a no romper la regla que yo misma impuse, pero cerré los ojos en busca del chico.

No fue para nada difícil encontrarlo y me adentré en su mente, solo para encontrar la razón por la que me mintió.

Oh, estaba claro que al regresar a casa, tendría una larga platica con ese policía.

Clave el tenedor en el pobre panqueque y comencé a comérmelo con rabia, en ese momento mi madre entro a la cocina y se dirigió al refrigerador, sin dejar de ver como descuartizaba el panqueque en mi plato.

—Diablos, desearía no ser ese panqueque...

—¡Leí su mente! ¡Mi padre lo amenazó!

—No me sorprende... —se sentó frente a mí con un bote de crema batida y sin dejar de sacudirla.

—¿Por qué dices?

—Tu misma lo dijiste, ¡es tu padre! —soltó una fuerte carcajada y seguí sin entender a que se refería con eso, a lo que puso ambos brazos sobre la mesa y me miro con una pequeña sonrisa burlona—. Es obvio que se preocupa por ti y haría lo que fuera para protegerte... Aún si la única amenaza, sea un chico con el que compartes babas.

Hice una mueca de asco ante sus últimas palabras, pero no podía negar que tenía razón con lo de Hopper. El hombre se convirtió en un segundo padre para mí en estos dos años y aunque no estoy de acuerdo en como amenazó a mi novio, podía decir que me alegraba saber que me protegería de cualquier cosa.

Sonreí ante el simple pensamiento y mire a mi madre, que ponía un poco de crema batida en su dedo.

—Tienes razón.

—¿Yo? ¡Siempre! —soltó llevándose el dedo lleno de crema batida, a la boca.

Reí y seguí comiendo de mi delicioso desayuno, pero sin lastimar a los panqueques.

Después de haber pasado una buena mañana con mi madre, tuve que regresar a casa para no preocupar a Hopper y al llegar, me encontré con una cabaña sin alguna señal de vida humana. Lo único que encontré, fue una nota con la terrible escritura de Jane diciendo que las tres estábamos en casa de Max y era obvio que era una mentira... Pero ¿a dónde rayos se fueron ambas chicas? ¿Acaso ya hay un club sin Atlas Harrington-Hopper?

Observe mi alrededor sin saber que hacer.

¿Y cuál fue mi única opción?

—¡Ahoy!

Solté en cuanto entre al lugar, encontrándome con un grupo de niñas frente al mostrador y a esa chica que trabaja con Steve, que sostenía un libro entre sus manos y unos auriculares puestos, de seguro para ignorar a la bola de niñas que exigían muestras gratis de helado. Me hice paso entre la bola de fetos y llamé a la rubia-castaña, causando que se sobresaltara y me viera con la mano en el pecho.

—¿Qué necesitas, pequeña Harrington? —soltó en burla.

—¿Dónde esta el marinero?

—Con su niño, haciendo cosas de espías.

Asentí con una mueca en mi cara y volví a atravesar a las niñas, para dirigirme a la parte trasera del local. Abrí la ventanilla para ver a Robin y recargue mis brazos en la encimera, levantando un poco la mirada para verla y tratamos de ignorar como la mocosa Sinclair, no dejaba de tocar la pequeña campana.

—¿Descubrieron lo que les pedí? —la chica asintió—. ¡Uh! ¡Dime!

—Fue fácil descubrir que era y apenas nos dejaste esa hoja, lo descifre... Significa: ¿lo tienes? —mire a Robin confundida—. ¿Dónde lo escuchaste?

—De un hombre...

¿Qué tenía mi madre que le interesaba tanto a ese extraño hombre?

Back Home || Mike Wheeler (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora