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Las sombras empezaron a manifestarse dentro de la acolchada y bien vista habitación. Se esfumaron en algunos segundos cuando la presencia de Alastor se concretó, las dispersó un poco con un movimiento ligero de sus manos y giró hacia atrás. Contempló la presencia de Angel Dust, quien le sonreía cruzado de piernas en el borde de su cama.

Hola, dulzura. ¿Me extrañaste? Hace días no me envías más clientes.

Mencionó casual y coqueto como era costumbre. La charla con las dueñas del hotel había sucedido hace algunos días y estaba esperando el momento oportuno para estar a solas con su ciervo. Alastor dio un par de pasos adelante, elegante y sonriente, tranquilo. Miró a su alrededor, se imaginaba una habitación de hotel con cocaína regada por todos lados y condones usados, algo inmundo y corriente. Pero estaba ordenado, perfumado, lleno de colores pasteles. Definitivamente no imaginaba algo así, pero era el Hazbin, debía ser algo más family friendly o eso suponía. Aunque si había botellas de vodka vacías regadas en cada rincón del piso.

He estado un poco ocupado.

Entrecerró sus ojos llevando la vista directamente a él, Angel rio y tiró un comentario como si no fuera la gran cosa.

Con que vas a ser parte del exterminio y la guerra, ¿Ah?

El de ojos rojos observó sus garras como si fueran más interesantes que el demonio que tenía en frente, sonriendo alegre. Ya se venía venir lo que diría y poco le interesaba, tenía algunas cosas más importantes que atender y no le debía explicaciones a nadie. Angel dejó de sonreírle y frunció su rostro con algo de enojo por la clara muestra de que le valía mierda hablar con él.

Por eso me dijiste que lo pensarías. Porque sabes que la mayoría de nuestras almas va a desaparecer, incluso la mía. No lo consideraste en serio.

—Lamento decepcionarte, arañita. Hay muchas cosas en juego y no tengo tiempo para estas trivialidades. En fin, si solo querías decirme esto, me voy a retirar.

Tarareó colocando una mano en su cintura, sonriendo elocuente y sin querer decir nada más. Justo cuando iba a chasquear sus dedos para desaparecer, Dust se levantó de su lugar y lo penetró con una mirada seria y amenazante.

No.

Eso detuvo el chasquido de Alastor, mostrando interés y atención por primera vez en el arácnido. Alguien lo estaba retando, una pobre basura a la cual podría exterminar en menos de un suspiro. Era gracioso, interesante. Quiso dejarlo hablar sin dejarle de sonreír y sin dejar su tranquilidad de lado.

Quiero saber por qué vas a participar en la guerra contra los ángeles.

—Oh, lindura. ¿Por qué debería decírtelo?

Se paseó por la habitación riendo de una forma que daba malas sensaciones... Miedo. Terminó a un lado de Angel y le rodeó los hombros con su brazo, cerrando sus ojos y colocando una de sus garras en su pecho, incrustandola con brusquedad. El contrario afiló su mirada hacia él pero no realizó movimiento alguno para apartarlo.

Solo eres un peón en un gran juego de ajedrez. Pero en realidad, me gustaría que fueras un simple expectador de mi programa. Te ves mejor con la boca cerrada.

Lo soltó y caminó lejos de él, con sus manos detrás de su espalda y demasiado tranquilo, diciendo en pocas palabras que cerrara su inmunda y asquerosa boca y que no se metiera en lo que no le importaba, porque acabaría muy mal.

Me estabas tocando.

... Silencio.

El de cabellos blancos cerró sus ojos y sus dos brazos inferiores se abrazaron a su propio cuerpo. No hablaba en broma o de forma irónica, lo sintió y Alastor lo sabía. En cada curación, esas sombras que rodeaban su cuerpo y le cicatrizaban las heridas... Esas flamas que ardían y se sentían bien, similares a un tacto humano, a dedos, manos, lamidas... envolviéndolo como cadenas, pero siendo indescriptibles a la hora de una sanación por magia. Eso era lo que le excitaba. Ver cómo Alastor movía sus garras al compás de la sanación, su magia se movía gracias a esos movimientos que estaban conectados a él.

Don't call me angel [ RadioDust ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora