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Angel era un verdadero niño en una dulcería. Reemplazando los dulces por bolsas de cocaína y reemplazando a un niño por un actor porno bastante perverso. Utilizó el dinero que había ganado esa última semana y pudo conseguir pequeñas bolsas carísimas de la droga más brillante y de calidad de todo el infierno, se le refregaba a los dealers y les coqueteaba para regatear los precios. Iba de un lado a otro con una gran sonrisa hasta que llegó al hombre correcto, el distribuidor de artillería liviana. Armas personales y de gatillo pequeño. Oh, debería llevar un par de esas también. Abrazó al vendedor que siendo casi tan pervertido como él, no dudó en negociar ante el coqueto arácnido que reía con confianza en sí mismo y en su poder nato de seducción.

Alastor apenas lo seguía y le indicaba con una sonrisa amable cada sector de aquellos barrios oscuros y se quedaba a un costado tarareando una canción mientras Angel realizaba los tratos y escondía la mercadería tanto en bolsillos como en su pecho abultado y suave.

La segunda vuelta con Richard había sido mucho más calmada que la primera y el actor porno se dejó hacer, cumpliendo cada uno de sus caprichos y condiciones. Para el día siguiente había reservado toda la noche para salir con Alastor y conseguir toda la mercancía que necesitaba para subxistir.

Luego de unas horas y de haber terminado su noche de shopping entre dealers y traficantes de armas, ambos tomaron asiento en una banca fuera de un viejo bar de mala muerte que tenía un aspecto sucio y maltratado. Pero siendo el infierno, era tal vez el lugar más decente de esas calles.

¡Te tengo una sorpresa! ¿O un regalo? ¡Un regalo sorpresa!

Angel bebía de una pequeña botella de whisky, bastante satisfecho por las compras del día. Pero fue interrumpido por el demonio radio, quien le mostró en frente de su rostro, como si se tratara de una baraja de cartas, bastantes tarjetas de presentación de sus futuros clientes. Claro... Dust terminó de beber de un trago, tomó las tarjetas con ambas manos y empezó a leerlas rápidamente. Se veía demasiado bueno como para ser verdad, procedió a mirar extrañado y desconfiado a Alastor.

Son bastantes. Pero...

Estos no son como los otros. Van a pagarte excelente. Hasta podrías dejar de ser actor e irte del hotel. Así de mucho van a pagarte.

Tarareó en su típica voz de radio y con una amigable sonrisa hacia su nuevo y confiable camarada. Pero sus palabras no dejaron tranquilo a Angel, quien siguió mirándolo, arqueando una ceja con muchas dudas.

Lo agradezco. Pero, ¿Por qué me ayudas?

Alastor escondió sus colmillos pero no dejó de sonreír, colocó una de sus manos en su barbilla y lo observó por un par de segundos, analizando hasta donde podía decir la verdad.

Necesito conseguir un par de aliados. Tal vez unos diez o doce. Así estaría bien. ¡Y entregar una joya preciosa a cambio de sus alianzas, es algo perfecto!

Lo halagó sin preocupaciones, pero el contrario seguía sin entender de qué carajo hablaba.

¿Aliados para qué?

El de ojos rojos le dirigió una mirada perspicaz y negó lentamente con su cabeza, cerrando los ojos y sonriendo como si no tuviera gran importancia.

Eso es un secreto, mi querido amigo.

Okey. Angel no lo pensó tanto, era dinero. Si, había algo claramente extraño y seguramente con un transfondo jodido, perturbador, horrible. Pero meh, mierdas de Alastor. Se encogió de hombros con una expresión desinteresada.

Si, todos salimos ganando, supongo. Me pagan bien, consigues amigos gracias a mi. No veo ninguna clase de problema o extraño plan diabólico detrás, nada siniestro.

Don't call me angel [ RadioDust ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora