23°

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Por primera vez, esa mañana se despertó sin ninguna clase de dolor o malos pensamientos. Su mente y su alma estaban alineados en paz, fuera de cualquier preocupación. Había ocurrido desde el momento que decidió dejarse llevar por esas emociones que tanto trataba de tapar y negar. Perdió la cuenta de todas las veces que Alastor tomó su cuerpo, día y noche y hora tras hora. Era insaciable... Pero Angel era peor y había probado de un nectar prohibido del cual se había hecho adicto. Si, esa mañana despertó reposando su cabeza sobre el regazo de Alastor con una de sus manos sobre su pierna como una perra obediente. Se quedó sumiso en ese lugar, sintiendo como el demonio radio acariciaba sus cabellos como si fuera un chico bueno y ese fuera su premio.

¡Buen día! Ya ha pasado una semana.

Saludó el ciervo de buen humor, satisfecho y muy feliz de estar saciado nuevamente gracias a todo lo que había robado de Angel Dust. Desde el momento que se había entregado por completo las cosas se habían vuelto más fáciles y había dejado de resistirse o de discutir, amaba esa clase de sumisión y adoraba haberlo podido domar ya que nadie antes lo había logrado de esa forma tan rápida. Ni siquiera Valentino. Sonrió perverso, cruel, el solo pensamiento lo hizo sentir mucho más satisfecho, como si fuera una competencia la cual sentía que ya tenía ganada.

Podría pasar la eternidad así.

Murmuró Angel acariciando su pierna y entrecerrando sus ojos bicolor, sonriendo un poco. Si ese era todo el cariño que podía conseguir de Alastor, estaba bien, y si todo lo que podía obtener de él era sexo y besos, también lo estaba. No podía pelear contra eso, era mucho más fuerte que él, tampoco podía escapar y ya no le importaba. Quedarse junto a Alastor mientras pudiera disfrutar de cada caricia y risa extraña, le llenaba el alma y lo hacía sentir una peculiar pureza que solo recordaba haber sentido cuando era un niño humano y su padre lo premiaba por cualquier mínima cosa. Eso quería, ser premiado por ser una puta, su única puta.

Te aseguro que yo también.

Le respondió Alastor sin dejar de acariciar esos cabellos de ángel, aplicó un poco de curación con su magia oscura mezclada de polvos negros y rojos. Angel siempre terminaba herido, pero en ese momento parecía no importarle esas múltiples marcas de garras sobre su espalda y sus caderas. El demonio radio entrecerró los ojos y pasó sus manos por su espalda, acariciando y sintiendo su suavidad con cada uno de sus dedos, llegó hasta su cintura delgada y pequeña y también frotó con cuidado de no hacerle más daño.

Su alma se sintió tan rara ante toda esa fragilidad. Angel no podía ver su expresión en ese momento, así que dejó de sonreír como si sintiera que aquello ya no tenía gracia. Esa necesidad fuerte e intensa de querer protegerlo... La necesidad que había nublado su mente en el momento que entregó su cuerpo y lo salvó de ser masacrado por los ángeles en la guerra. Algo que le movía sus entrañas y que era un sentimiento que no tenía una etiqueta.

Volvió a sonreír un poco y tomó el rostro de Angel, quien se levantó un poco posando sus brazos sobre la cama y lo miró a los ojos mientras realizaban esa silenciosa y perturbadora conexión.

Eres mi perra, cariño. Las perras deben quedarse con sus dueños hasta el fin de los tiempos. ¿Lo sabías?

No planeaba escaparse de todas formas, ni volver a tener otro dueño. Alastor era todo lo que quería y necesitaba y si eso significaba rendirse, estar a sus pies y dejarlo todo, estaba bien. Había perdido la batalla y ya no había como retroceder, a pesar de que nunca sería correspondido de la forma intensa y fogosa que su alma proclabama.

No me lo pidas dos veces.

Se rio mostrando sus colmillos de demonio y formó una sonrisa cruel, despiadada. Tenía planeado seguir cogiendo todo lo que le era posible mientras siguiera como prisionero en ese lugar y también planeaba dejarlo seco, disfrutar cada momento, tener como reto personal dejarlo agotado porque apenas dio un cincuenta por ciento de todo lo que abarcaba su campo de conocimiento sexual.

—¿Has pensado lo de Valentino?

Picó su mejilla con una de sus garras, lo sacó de sus pensamientos pervertidos. Angel rio un poco más porque lo sentía tierno cuando hacía esa clase de gestos. Negó con la cabeza y volvió a recostarse sobre sus piernas, pero esta vez mirándolo desde abajo y llenándose de vida al admirar esa sonrisa tan natural y espontánea en el rostro perfecto de Alastor.

No he pensado en nada porque me has cogido como un loco por siete días.

Ambos se empezaron a reír de la nada, pasándola bien y creando un ambiente tan cómodo y agradable. Como si estuvieran dentro de una burbuja de felicidad que nunca habían experimentado desde que habían llegado al infierno. La atmósfera de alegría y luz, cada uno entendiendo un poco más del otro y volviendo a sentir que sus almas eran una sola. Recordando besos llenos de fuego, abrazos para sujetarse cuando ya no podían más, sus aromas tan próximos y como sus cuerpos no podían dejar de frotarse y sujetar cada parte del contrario como si se tratara de una danza y tributo hacia la lujuria.

Pero volvió a suceder.

Alastor abrió bien los ojos y la interferencia de su mente le nubló los sentidos por breves momentos. Se escuchó fuerte y se sostuvo la cabeza con ambas manos como si quisiera detenerla, apenas y resultó, lo detuvo a tiempo para que no fuera más alta y distorsionada.

Angel se estremeció y se sentó a un lado de él, observándolo preocupado, porque desde que la guerra había finalizado, era la segunda vez que escuchaba ese sonido estridente y escalofriante proveniente de él.

¿Alastor?

Sonrió nervioso intentando no pensar que algo malo pasaba con él y que quizá había quedado más dañado de lo que quería admitir luego de haber sido herido de gravedad cuando lo protegió. Pero eso no tenía mucho sentido... Nada malo podía pasarle a Alastor, era demasiado fuerte.

Nada podía pasarle. Jamás.

¿Qué pasa?

Murmuró un poco más bajo volviendo a sentir angustia porque se oía mal... Sea lo que sea que fuera esa interferencia, se oía muy mal. Alastor apartó un poco sus manos de sus oídos. A pesar de que su expresión no era de dolor, parecía algo inquieto y pensativo, como si también quisiera saber la causa de esa extraña distorsión. Y cada vez que Angel no lo veía sonriendo de par en par, se sentía tan inseguro, porque era claro que algo no estaba tan bien.

No lo sé. No lo controlo bien últimamente.

Respondió el demonio radio creyendo que en ese momento todo se había acabado. Pero nunca estuvo más lejos de una realidad. Abrió bien los ojos y estos se pusieron totalmente negros, la distorsión volvió a llegar a los oídos de Angel quien se los cubrió de inmediato... Pero fue tan fuerte y aguda que los focos de luz y vidrios de los ventanales de la habitación se partieron, la habitación vibró por el grave choque de sonido y Alastor se volvió a sostener la cabeza con sus manos, tratando de hacerlo parar... Pero sus ojos rojos se iluminaron tanto que cuando dirigió una alarmante mirada hacia Angel, este retrocedió sin saber qué carajo iba a hacer.

—Voy a enviarte al hotel.

La araña se sacó de onda en menos de un segundo. ¡No podía irse así y mucho menos sin saber qué mierda le estaba pasando!

¡ALASTOR! ¡No te atrevas a-

Pero el demonio radio deslizó sus garras y su magia por encima de él haciéndolo desaparecer antes de que pudiera terminar su frase. No quería exponerlo ante ese peligro. Apenas pensó eso, la distorsión aumentó y supo que no podía mantenerse firme en ese lugar. Se levantó de la cama, cerró los ojos logrando aparecer su báculo radiofónico y desapareció de la habitación seguido de las sombras que siempre lo acechaban y lo ayudaban a transportarse con facilidad.

Don't call me angel [ RadioDust ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora