Capítulo 4

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El otoño era ya claramente visible en la ciudad. Los árboles habían adquirido su característico tono cobrizo, y el suelo se llenaba de hojas crujientes. Pero JiHoon apenas podía poner atención a todas esas cosas que en algún momento disfrutó.

No podía caminar ya en las calles sin sentir frío, incluso cuando las personas parecían estar perfectamente bien sólo con un suéter ligero, y miraba en todas direcciones como un loco, esperando encontrar otra luz como la suya. No importaba si se trataba de hombres o mujeres, de personas mayores o menores que él, simplemente quería poder detener ese suicidio que su cuerpo había emprendido desde hacía diez días.

Su luz había comenzado a volverse verdaderamente opaca. Seguía siendo roja, y todavía brotaba de su pecho, pero no era ni remotamente igual a la primera vez que surgió, y podía sentir esos estragos en su cuerpo también. Era como tener un perpetuo resfriado, uno que no se quitaría con ningún remedio.

Pero ni con todo el malestar que sentía había abandonado su búsqueda por información sobre su condición. Si iba a morir, por lo menos quería poder dejar algo útil atrás, por si algún día otra persona poseía una luz distinta a las del resto, y se sentía tan perdida y temerosa como él mismo en ese momento. La búsqueda de sus padres había llegado demasiado lejos ya, incluso habían hondado en otros países y en sitios peligrosos, pero no habían obtenido nada. Todo lo que la familia Lee sabía era que el destinado de JiHoon continuaba vivo, gracias a los dioses, y que faltaba poco para que su cuerpo pereciera.

Era inútil intentar acelerar la producción de la cura. Quedaban por lo menos un par de meses de investigación, y el castaño no soportaría durante todo ese tiempo. Y como quedarse en casa llorando sus desgracias no le haría sentir mejor, había decidido salir de casa durante tres días seguidos, visitando las distintas bibliotecas de la ciudad, pues había encontrado en internet que ahí podría consultar libros antiguos, que quizá podrían ayudarle en el tema de las inusuales luces.

Ahora se encontraba transcribiendo los párrafos de una novela demasiado romántica para su gusto, pero que relataba cosas parecidas a las que él vivía en ese momento.

Todo ese texto le hacía pensar en por qué él, de todas las personas en el mundo, tuvo que poseer una luz distinta a la de las personas que conocía. ¿Había algo especial en su ser? ¿Era acaso un castigo? ¿O más bien un regalo que no sabía interpretar todavía?

Se había olvidado ya del paso de las horas, y sólo continuaba con su labor, ajeno a todo lo que le rodeaba en ese instante. Creía que había encontrado algo que podría servirle, y después de eso tenía planeado recorrer el centro de la ciudad, sólo para tentar a la suerte y ver si podía encontrar a su alma gemela caminando por ahí, pues no olvidaba que había sido en ese lugar donde La Luz había aparecido. Quizá entrando a alguna de las tiendas u observando mejor a las personas obtuviera algo.

Era la primera vez que salía completamente solo, que no tenía a nadie esperando por su persona fuera o que permanecía a su lado para cuidarle. Qué podía pasar ya que fuera peor que La Luz y una muerte que ocurriría en unos cuantos días más.

Quizá era por esa súbita y solitaria libertad que no se había percatado de que algunas mesas más allá, un par de ojos oscuros le observaban detenidamente. Un hombre de cabellos negros, cubierto con un abrigo del mismo color, y el rostro un tanto demacrado, leía detenidamente cada aspecto de su vida.

Lee JiHoon. 19 años, nacido el 22 de noviembre de 1996 en Busan, estudiante de medicina. Hijo único y heredero de la fortuna que los señores Lee habían creado a partir del inhibidor para toxinas usado por las almas gemelas. 1.64 centímetros de estatura, 50 kilogramos de peso, sangre tipo A. Quizá esa información le sería útil en unas horas más.

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