Capítulo 5

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Una taza de café humeante fue dejada frente suyo, mientras era firmemente vigilado por los padres del joven sentado a su lado. Por qué de pronto era puesto en el mismo lugar que JiHoon era un misterio, y por qué aquella pareja pensaba que una situación tan drástica como esa podía hablarse tranquilamente con café y galletas le causaba cierto desasosiego. Pero quién era él para llegar a romper las costumbres de las personas ricas.

SeungCheol miró por un momento al castaño, quien se había cambiado de ropa después de haber llegado a casa y de que su herida fuera tratada por sus padres.

—Tiene que ser una broma —había murmurado JiHoon después de que se percatara de que estaba frente a su alma gemela, intentando moverse de nuevo, pero haciendo una mueca en cuando se volvió consciente de que su pierna estaba herida, justo en la parte trasera del muslo—. Mierda.

El azabache salió de su ensimismamiento entonces, y abandonó aquella luz para observar el pequeño charco de sangre que se formaba debajo de la herida que había causado al castaño. Se apresuró a inclinarse a su lado, lo que provocó en JiHoon la necesidad de alejarse del contacto de SeungCheol.

—Demonios JiHoon, quédate quieto — le ordenó, apresando su pierna, a lo que el menor soltó un grito ahogado, producto del dolor que sentía—. Si me dejaras revisar no tendría que lastimarte más.

—¿Ahora te importo? Si fuiste tú quien me disparó, y hace un segundo estabas a punto de matarme —replicó el menor, alzando la voz e intentando mover su pierna.

—Porque no sabía que eres mi maldita alma gemela —respondió SeungCheol.

Esas palabras les hicieron quedarse sin respiración durante un momento. Era imposible, algo debía estar mal, ¿por qué de todas las personas que existían en el mundo tenían que estar destinados? ¿Qué jugada tan patética había hecho el destino con ellos?

Y el hecho de pensar que estuvo a punto de acabar con la única persona que podía mantenerle con vida hizo a SeungCheol sentir un escalofrío. Ambos habían pensado en matar al otro con tal de salir de esa situación, sin saber que, de haberlo logrado, sólo se hubieran condenado, pues no tenía duda alguna de que su muerte arribaría con mucha más rapidez si la vida de su destinado se extinguía.

—La bala no penetró. Aun así, necesitas atención, el roce fue considerable —informó SeungCheol, guiado por toda la experiencia que tenía sobre ese tipo de heridas, ya que de vez en cuando debía curarse él mismo.

—Ah, ¿debo sentirme afortunado? —inquirió el castaño, apretando los dientes ante el dolor. Sabía que tendría que tratar esa herida, pero no podía hacerlo en ese horrible lugar, cuando no tenía absolutamente nada para detener el sangrado.

—Espera —le pidió SeungCheol con un poco más de amabilidad de la que esperaba, quitando las vendas de su mano.

Por algún motivo se sentía temeroso. ¿Qué se suponía que estaba haciendo? Ese no era un comportamiento propio de él. Pero tampoco podía permitir que JiHoon muriera ni en ese sitio ni en ningún otro, no a menos que disolvieran los lazos que les unían sin realmente desearlo así.

—¿Qué haces? —cuestionó JiHoon, sorprendido al ver la cantidad de cortes que había en la zurda de su secuestrador.

—Necesito detener el sangrado hasta que podamos llegar a tu casa —respondió SeungCheol, como si fuera algo más que obvio.

—¿Mi casa?

—Tus padres son doctores, ¿no? Ellos tienen que curar esto, no puedo llevarte a ningún otro sitio. Tu cabeza tiene un precio en este momento, así que es el único lugar seguro por ahora. Después veremos qué hacer con esto —señaló la luz en el pecho de JiHoon.

Red lightsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora