Capítulo 23

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JiHoon aferró el brazo del azabache mientras caminaban bajo la lluvia.

SeungCheol sujetaba un paraguas y los cubría de las gotas que caían del cielo aquella oscura tarde, al tiempo que se dirigían a un restaurante para tener una cena fuera de casa.

JiHoon había tenido días ocupados últimamente, gracias a una repentina llamada de sus padres, donde le recordaban que debía continuar trabajando y recalcándole las cosas que esperaban de él. El castaño había dedicado entonces más tiempo del que solía a encerrarse en su habitación a estudiar, a veces incluso pasaba tiempo en la pequeña oficina que SeungCheol solía ocupar, pero no prestaba atención a nada que no fueran los textos que leía.

El azabache se sentía mal por él, le veía exigirse mucho más continuamente, incluso llegando a dormir tarde varias noches, además de saltarse alguna comida para no perder el tiempo. JiHoon estaba poniendo bastante esfuerzo, además de que parecía arrepentirse por esas tardes en que prefirió quedarse viendo alguna película o dormir un poco, y a SeungCheol no le agradaba ver que la felicidad que había visto aparecer en ese bonito semblante se desvaneciera al pensar que no estaba haciendo suficiente para cumplir expectativas que no le correspondían, así que había planeado esa noche para poder hacer que JiHoon se distrajera un poco de sus tareas, además de asegurarse que su mente se encontrara en orden pronto, pues a cada que se asomaba a los pensamientos de su destinado, podía adivinar que estaba analizando todo de más.

SeungCheol había temido que ni siquiera un día fuera de casa significara suficiente para devolver a ese castaño la energía que había visto surgir en él desde su último viaje y la conversación que tuvieron mientras cenaban a medianoche en la cocina, pero, para su buena suerte, todo parecía ir mejor con su destinado.

JiHoon caminaba animadamente a su lado, observaba las tiendas a su alrededor y no le soltaba en ningún momento, atendiendo su petición de no alejarse más de lo debido.

Incluso cuando el clima fuera no era considerablemente bueno, había bastantes personas en las calles, pues la navidad se encontraba cerca, así que no era buena idea para SeungCheol perder a su alma gemela en ese lugar. Prefería ahorrarse los riesgos.

El azabache adoraba ver que el chico al que quería, parecía haber comenzado a volverse más seguro de sí, más valiente ante sus propias decisiones. Sí, JiHoon había dedicado bastantes días a estudiar, mas ahora que había terminado los encargos de sus padres, estaba dispuesto a divertirse y a olvidarse del recordatorio que sus progenitores le hicieron sobre no sentir por SeungCheol más que desprecio.

Tuvieron que cruzar una calle, y SeungCheol se aseguró de sostener la mano de su alma gemela para que pudiera saltar un charco que había comenzado a formarse en el borde de la acera.

—Sé cuidadoso, Hoon, no quiero que termines con otra herida en la pierna —dijo con una sonrisa, a lo que JiHoon rió.

Entre ellos ya no restaba rencor alguno por las cosas que habían sucedido cuando recién se encontraron. A decir verdad, habían arreglado las cosas de la mejor manera posible, y ahora el moreno sólo quería recuperar el tiempo que no habían podido tener debido a los estudios del castaño.
SeungCheol había pensado que una cena fuera y recorrer tiendas sería una buena forma de distraerse sin alejarse mucho de casa, y JiHoon no había tenido reparos en aceptar la propuesta.

—Cheol —le llamó el castaño en cuanto ingresaban a una plaza comercial y la decoración navideña les rodeó completamente, mientras el moreno cerraba el paraguas.

—¿Qué pasa? —cuestionó, tomando la mano del más bajo.

—¿Con quién sueles pasar las navidades? —preguntó JiHoon, esperando que su pregunta no fuera inoportuna.

SeungCheol se había acostumbrado ya a esa súbita curiosidad que parecía llenar a su destinado en un segundo, así que no se sentía incómodo en absoluto ante sus cuestiones.

—De vez en cuando Mingyu y yo solemos reunirnos, pero en ocasiones he trabajado, y si sé que voy a estar solo suelo salir del país —respondió.

Esa navidad la pasaría fuera de casa, pero con una compañía bastante agradable. Sin embargo, todavía no había hecho ningún plan junto a JiHoon para esa fiesta que realmente nunca había significado gran cosa para él.

El castaño asintió, buscando con la mirada el restaurante al que habían acordado ir antes de salir de casa.

—¿Y tú, Hoon? ¿Qué sueles hacer en navidad? —fue el turno del azabache de cuestionar, al tiempo que observaba a algunas familias caminar con bolsas o cajas entre las manos.

JiHoon esbozó una mueca e hizo reír a su alma gemela.

—¿Tan malo es? —quiso saber el mayor, tomándole de la cintura para evitar que un chico llevando una enorme caja de regalo pudiera golpearle.

—Supongo. Todos los años tenemos que ir a distintas cenas, pero la principal es sobre trabajo. Es horrible estar ahí, nunca me ha gustado asistir, pero mis padres no me permiten quedarme en casa —respondió, haciendo un pequeño puchero.

Si había una cosa que Lee JiHoon odiaba en verdad, eso era tener que mantenerse durante varias horas vistiendo un traje incómodo y escuchando conversaciones aburridas, además de ser obligado a hablar sobre las miles de actividades que debía realizar para poder ser un hijo incluso más sorprendente. Años habían transcurrido desde que había perdido la esperanza de alguna vez poder tener una tranquila cena en casa.

—Sí suena bastante mal —concordó SeungCheol, abriendo la puerta del restaurante para que JiHoon pudiera entrar.

Como era su costumbre a cada que comían en un establecimiento de comida, buscaron la mesa más alejada de las ventanas posible, incluso cuando las decoraciones festivas eran hermosas. Pero no podían exponerse, así que ocuparon sus lugares y recibieron las cartas, antes de seguir hablando.

SeungCheol acomodó levemente los cubiertos, que se encontraban desalineados, y JiHoon sonrió, mirándole fijamente.

—¿En dónde aprendiste sobre modales, Cheol? —preguntó de nuevo el menor.

El pelinegro terminó de alistar las cosas e hizo un leve puchero, mientras intentaba recordar exactamente en qué momento de su vida había comenzado a aprender cosas que su madre nunca le enseñó.

—En uno de los lugares de acogida a los que fui después de que mi madre muriera, un matrimonio era muy paciente para enseñar y corregir lo que hacíamos —SeungCheol no podía recordar qué número de casa significó para él ese lugar, muchas de sus memorias estaban mezcladas y eran un caos—. Sólo recuerdo que fue uno de los últimos en los que estuve, antes de que decidiera escapar.

JiHoon conocía ya la historia sobre cómo el azabache se había rendido a ser un adolescente común, cómo la idea de que su destino nunca podría ser del todo bueno le hizo abandonar el pensamiento de que merecía una vida tranquila y llena de amor. Y, sin embargo, ese moreno se mostraba como una persona protectora con él, alguien que le reconfortaba en sus malos momentos y era gentil en su portar. Había dejado atrás muchos de sus miedos y demonios para poder brindarle tantos momentos de felicidad.

Para JiHoon, Choi SeungCheol era mucho más que algunas heridas y un mal pasado.

Pidieron la cena y SeungCheol observó a las personas que iban y venían en el restaurante. Todos parecían ocupados con sus planes, incluso si todavía restaban unos días antes de las fiestas.

—¿Haremos algo en navidad? —preguntó como un niño, jugando distraídamente con la servilleta, pretendiendo que no era un tema que le importara sobremanera.

El castaño le miró con sorpresa y una sonrisa iluminó su rostro. Ni siquiera se había permitido pensar que podrían planear algo, pensaba que tal vez lo pasarían como cualquier otra noche en casa. Pero no sabía cuáles serían los límites que tendrían, así que no dejaría que su imaginación volara en exceso.

—¿Tienes algo en mente? —un poco de sorna se adivinaba en la voz de JiHoon, mientras observaba a un usualmente seguro de sí mismo SeungCheol, devanarse los sesos.

—No realmente. Pensé que tal vez te gustaría salir a algún lugar, aunque también podemos quedarnos en casa si quieres…

—¿Me estás invitando a una cita acaso, Choi? —le provocó el más bajo, alzando las cejas juguetonamente.

SeungCheol rió ante lo vergonzoso que ese momento le resultaba y negó con la cabeza, mirando de nuevo esos orbes marrones un momento después, cuando su entereza fue recobrada.

—¿Cómo es posible que nunca hayas salido con nadie cuando puedes coquetear de esa manera? —indagó, acariciando una de las manos de JiHoon, hasta que sus dígitos llegaron a la muñeca de su destinado, donde se aventuró apenas unos centímetros más allá de la manga del suéter que vestía.

—Nunca dije que no le gustara a nadie en todos estos años —se defendió JiHoon, alejando ligeramente su mano, evitando el cálido contacto que hacía cosquillear su piel y su corazón acelerarse.

Una sonrisa ladeada, arrebatadora si el menor debía admitirlo, curvó las comisuras de SeungCheol, quien le observó como si pudiera derretirle con apenas unas palabras y un par de caricias, y probablemente eso no estaba lejos de la verdad.

—Me estás volviendo loco, Lee —afirmó el pelinegro, antes de que le camarero se acercara con la comida.

Dejaron el coqueteo de lado, pero un poco de tensión se mantenía entre ambos, aunque JiHoon no sabía exactamente qué nombre otorgar a esa sensación.

Comenzaron a comer y pasaron algunos minutos en relativo silencio, antes de retomar la conversación sobre lo que harían para las fiestas.

—¿Hay algo que te gustaría hacer, Hoon? —SeungCheol tomó un bocado de la pasta, esperando una respuesta.

Muchas opciones surgían de la mente del menor, pero ninguna le era agradable, a decir verdad. Le gustaba la rutina que ambos mantenían, la forma en que sus días transcurrían con ligeras variaciones de vez en cuando, pero no quería encasillar esa noche. Si iba a pasar una navidad junto a su alma gemela, quería que fuera algo especial.

—No creo que yo sea el indicado para planear algo que conlleve divertirse —dijo por fin—. Sólo sé que no quiero continuar encerrado.

SeungCheol no podía estar más de acuerdo. A medida que las semanas pasaban, mantenerse en el departamento se volvía un poco más complicado. Ahora que las cosas con JiHoon marchaban tan bien, siempre pensaba en lo mucho que le gustaría poder salir a cada que lo desearan, poder divertirse como cualquier otra pareja de jóvenes haría. Disponían de suficiente dinero para poder ir a dónde desearan, pero el peligro en que continuaban los retenía.

Sin embargo, el moreno pensaba que quizá una noche no haría daño. Tiempo había pasado y no habían percibido una sola amenaza, así que tal vez podrían relajarse sólo un poco.

—¿Quieres que me encargue entonces? —preguntó el mayor.

—No estaría mal, confió en ti —aseguró JiHoon.

—¿Crees que tus padres llamarán pronto?

—No lo creo. Hicieron llegar sus felicitaciones la última vez que hablamos, y ese día siempre es ocupado para ellos, especialmente ahora que están trabajando. Creo que no volveré a saber de ellos hasta dentro de par de semanas por lo menos.

El moreno asintió y comenzó a maquinar un plan, agradeciendo que su destinado no pudiera leer sus pensamientos con tanta facilidad. Por su parte, JiHoon esperaría ansioso por la noche de navidad, quería saber qué harían, si podría recolectar más recuerdos junto a ese hombre; si se enamoraría un poco más de él.

Terminaron la cena y SeungCheol pagó la cuenta para luego regresar a su recorrido. JiHoon quería buscar nuevas cosas para su habitación, y el mayor no dudó en acompañarle a todas y cada una de las tiendas que llamaran su atención, siempre atento de las cosas que le mostraba y ayudándole con pequeños consejos sobre decoración. A fin de cuentas, el moreno sabía que terminaría llevando todas esas cosas y acomodando todo lo que su destinado necesitara, y no oponía resistencia alguna a ello.

Mientras JiHoon observaba una pequeña figura que había llamado su atención considerablemente, el moreno miraba algunos portarretratos que le resultaban bastante bonitos, pero en los que realmente no tenía un recuerdo qué poner, pues no tenía ninguna foto que le gustaría enmarcar.

—Deberías comprarlos, Cheol. Son bonitos, y no tienes ninguna decoración en tu habitación —sugirió JiHoon, tomando la mano de su alma gemela.

SeungCheol hizo un puchero, negando ligeramente con la cabeza después.

—No, creo que mi habitación está bien así.

No era que el mayor no deseara llenar de objetos el lugar que le pertenecía, sino que siempre había preferido, por cuestiones de seguridad, evitar hablar de sí mismo a través de la decoración en un lugar. Mas también sabía que detrás de esa negativa existía otro motivo, que realmente no encontraba cómo hablar de sí mismo. Siempre había querido poder decir tanto de su persona, no como un asesino, sino simplemente como Choi SeungCheol, pero no sabía cómo lograrlo.

JiHoon le miró un momento, pero no quiso cuestionarle ahí, cuando se encontraban entre tantas personas, así que se limitó a asentir, entregando sus cosas a un empleado para que pudiera comenzar con su cuenta. SeungCheol continuó observando distintas cosas, siempre se fijaba en objetos de colores oscuros o neutros, y el castaño pensaba que sentaban muy bien con la personalidad de su destinado. Observó a la distancia a su chico, adorando cómo el largo abrigo negro que vestía contrastaba magníficamente con su piel. Había tanto de ese hombre que le gustaba que era complicado ponerlo en palabras, y ahora que pasarían las fiestas juntos quería darle algo, incluso si era sólo un pequeño presente.

Compró algunas cosas extra en la tienda y salieron de ahí con varias bolsas, el azabache siempre ofreciéndose a llevarlas, y procurando que JiHoon no se apartara de su lado. Pensó que quizá volverían a casa pronto luego de haber pasado unas cuantas horas ahí, pero el menor le llamó en un momento, dirigiéndose a una tienda en específico.

—Necesito una cámara —le informó él, observando a su alrededor.

—¿Por qué tan repentinamente? —cuestionó SeungCheol con una sonrisa, acompañando al menor en todo momento, procurando que no se adentrara donde hubiera grupos con muchas personas mientras caminaba apresuradamente.

—Quiero un recuerdo de nuestra navidad juntos —respondió con una sonrisa el castañito, sujetando la mano de su chico.

El azabache le miró con sorpresa, pero no se negó a la posibilidad de que preservaran sus memorias sobre papel, incluso cuando no le gustaba que su imagen fuera capturada. Nunca se tomaba fotografías si no era necesario, ni siquiera podía recordar con exactitud la última vez que había posado para una cámara. Pero no quería negar nada a JiHoon, especialmente cuando sería la primera navidad que podría pasar sin tener que sufrir en una cena aburrida, donde podría ser un poco más él mismo, luego de todas las cosas que sus padres le habían hecho recordar en la última llamada que tuvieron, así que le dejó buscar lo que deseaba.

SeungCheol tenía una manera discreta de funcionar como un guardaespaldas, había aprendido a seguir a las personas sin que se percataran de su presencia, y con JiHoon no era la excepción; caminaba a su lado y se mantenía a su alrededor sin acapararlo, pues no quería recordarle todo el tiempo que no se había librado todavía de la posibilidad de que alguien quisiera hacerle daño.

Una de las cosas más tiernas que ocurrieron estando en ese lugar fue tener que ayudar a JiHoon a alcanzar algunas cosas. La diferencia de altura que existía entre ambos era probablemente una de las cosas que más le gustaban al pelinegro. Tener que bajar algunos objetos para su destinado, caminar un poco más lento para poder mantenerle el paso; SeungCheol ni siquiera había notado que había dejado gran parte de su mal humor atrás en algún momento, y que ahora sólo se desvivía por ese joven.

—Llevaré esta —decidió por fin JiHoon, dirigiéndose hacia la caja para pagar.

SeungCheol se mantuvo a una prudente distancia sólo para evitar que la fila para pagar se volviera mucho más considerable, y en los instantes que miraba a su alma gemela, no podía evitar pensar en qué pasaría con las fotografías que tomarían de ahora de adelante. ¿Qué haría JiHoon con esas imágenes una vez se hubieran separado? ¿El azabache sería capaz de mirarlas sin sentir que había perdido una gran parte de sí mismo? ¿Podría recordar, aunque fuera un poco, quién era ese chico que sonreía a su lado en cada fotografía?

JiHoon se había encargado de explicarle exactamente cuál era la forma en que se planeaba que la cura actuaría, y sabía ya que prácticamente olvidaría la mayor parte de cosas que conocía de su destinado con sólo la primera dosis. Así pues, ni siquiera tendría que pasar un tiempo considerable despidiéndose de esos recuerdos antes de perderlos para siempre. Continuaría viendo su luz, y presenciaría cómo ésta se extinguiría a medida que los días transcurrieran, hasta que todo volviera a ser como en el momento en que todavía no conocía esos ojos rasgados y bonita risa, cuando era sólo un asesino y no sabía mucho de sí mismo siquiera, porque no había nadie que le acompañara a recordar lo peor de su vida, y que aun así pensara en él como un merecedor de la felicidad.

Pero SeungCheol debía haber entendido ya que estando junto a Lee JiHoon no le sobraría mucho tiempo para sentirse triste y pensativo. El menor se acercó a él y no vaciló antes de abrazarle, mirándole como el chico enamorado que era.

—¿Todo listo, Ji? —cuestionó él, acariciando esa cabellera galleta y sonriéndole, apartando los malos pensamientos para evitar que JiHoon pudiera saber de ellos a través del contacto.

—Sí, Choi —JiHoon se puso en puntillas, lo que le era obligatorio hacer si quería alcanzar los labios de su alma gemela.
SeungCheol correspondió el beso, sus manos rodeando su cintura.

Salieron del centro comercial hacia la noche, la lluvia había cesado y ahora sólo caminaban de la mano, hablando de cosas triviales en aquel frío clima. Pero no tenían ninguna prisa en llegar al auto para volver a casa. Todo lo que el azabache deseaba era poder detener el tiempo, hacer que transcurriera más lento, porque comenzaba a entender que ni siquiera la eternidad le bastaría para terminar de adorar a su alma gemela.

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