SeungCheol señaló con sorpresa un enorme manatí que se encontraba en un pequeño tanque de agua y, sin embargo, nadaba de manera tan fluida que era hipnotizante. Y mientras él observaba con sorpresa al animal, JiHoon capturaba su felicidad en una fotografía. Era apenas una de las pocas que había podido tomar, pues esta vez era el azabache quien congelada todos y cada uno de sus movimientos, según el mayor, porque lucía muy bien con el azul de las exhibiciones contrastando contra su piel.
Habían tenido semanas agitadas, el castaño se había dedicado a mantener sus habilidades de tiro, además de salir incluso más junto a SeungCheol. Habían tenido distintas citas, algunas más normales que otras. JiHoon incluso había ingresado de forma clandestina a un bar gracias a su destinado, se había puesto quizá un poco ebrio, y había tenido más de un momento sensual junto a él una vez llegaron a casa. Había sido una noche divertida, y después de eso, había aprendido muchas cosas gracias a ese moreno. Cómo conseguir identificaciones falsas, ubicar lugares de venta de droga, saber con qué personas meterse o no. El mundo tomaba tonalidades distintas cuando su alma gemela le acompañaba, podía ver más allá de lo que las personas comunes hacían.
Pero esa tarde habían decidido volver a ser una pareja más del resto, de esas que no cuidan de negocios clandestinos ni aprenden dónde es mejor apuñalar a sus enemigos para asegurarse de dejarlos fuera de juego en un instante.
JiHoon sostenía la mano de su moreno mientras caminaban a través de ese algo vacío lugar, pues preferían asistir cuando podían recorrerlo de manera más libre. SeungCheol, como era su costumbre, mantenía al castaño a salvo, y cumplía todas y cada una de sus peticiones, como llevarlo sobre sus hombros a través de un túnel hecho de cristal, donde podían observar a los peces sobre sus cabezas. Incluso, el menor llevaba entre sus brazos a un bonito peluche de tortuga; probablemente las fotografías favoritas del pelinegro serían aquellas donde su alma gemela aparecía mirando encantando hacia algún animal y sosteniendo ese juguete en sus manos.
Era extraño el cómo SeungCheol no podía apreciar la luz de su alma gemela a través de la cámara. No había fotografía alguna que pudiera capturar el brillo carmín que brotaba del pecho de JiHoon y del propio. Era algo lamentable en cierto punto, porque esa luz, a su parecer, brindaba a su destinado una apariencia única. Le hacía saber que le pertenecía incluso cuando las palabras no le habían brindado a su relación un nombre, y aun cuando a nadie le gustaba la idea de que la vida los hubiera emparejado. Era injusto el que algunas imágenes le permitieran saber cómo luciría JiHoon una vez su luz se hubiera extinguido, pero que no hubiera nada que le pudiera permitir perpetuar el recuerdo de su alma gemela en todo su esplendor, con aquel destello carmín en la piel y su maravillosa sonrisa disfrutando de los días buenos que compartían.
Pronto, llegaron a la sala más sala del acuario, en la que podían verse rodeados completamente de agua, en la que nadaban peces e incluso pequeños tiburones. Era un poco intimidante, si SeungCheol quería ser honesto, pero no dejaba de ser atrapante.
Su mirada dejó de observar a su alrededor por un instante, para centrarse después de su destinado, quien se había alejado de su lado por algunos pasos, y que observaba, absorto en sus pensamientos, un conjunto de peces.
—¿En qué piensas, Ji? —preguntó el mayor, abrazándole desde atrás y recargando su barbilla en su coronilla, mientras observaba el enorme cristal delante de ellos, por el que cientos de animales se deslizaban e iban de un lado a otro.
—No es nada, sólo una tontería —respondió JiHoon, quedándose quieto mientras una tortuga se acercaba a él.
—¿Te importaría decirme qué es?
El menor apartó la vista de los coloridos peces para observar a su destinado, y entonces se fundió en un abrazo con él, suspirando un momento. Desde esa mañana que sentía un pequeño malestar, no era algo físico, sino que invadía su corazón y le hacía sentir extraño. SeungCheol era consciente de esa súbita tristeza que afloraba en los pensamientos de su destinado, y aunque estaba haciendo todo lo que podía para hacerle sentir feliz de nuevo, no iba a dejar de lado la oportunidad de hablar de ello si JiHoon así lo quería.

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Red lights
Hayran KurguDonde una luz se enciende en las personas al encontrar a su destinado. En un mundo donde la sociedad está en crisis debido a las almas gemelas, un estudiante de medicina enciende La Luz en la persona menos esperada.