Capítulo 17

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Un par de copos cayeron frente a sus ojos, danzando entre la brisa fría, aunque SeungCheol no los observaba exactamente.

Su mirada estaba fija al frente, mas sus orbes se encontraban en otro lugar de ese extenso jardín a un lado del edificio donde vivía con JiHoon, observando su propia figura a ratos. Estaba invadiendo la mente de su destinado, quien intentaba cazarle, por así decirlo, usando su hipersensibilidad.

Algunos días habían pasado desde que sus pesadillas volvieron, también desde que, al parecer, JiHoon decidió que sería como un guardián para él. Incluso si no lo decía, ese chico le observaba a cada mañana detenidamente, quizá creyendo que era discreto, buscando en su semblante rastros de miedo, tristeza o cansancio, pero lo cierto era que la capacidad de SeungCheol de dormir parecía haber regresado a la normalidad. Todavía temía en algunas ocasiones, y los malos sueños se hacía presentes esporádicamente, pero era como si saber que ese chico podía ir a rescatarle en cualquier momento ayudara a evitar que todo se volviera peor.

Desde esa conversación que tuvieron, donde ambos se mostraron mucho más débiles de lo que hicieron con nadie, que el azabache se encontraba en calma. Nunca pensó que sus ganas de acabar con la vida de una persona pudieran verse aminoradas con salidas esporádicas y tranquilas, con las palabras adecuadas en la voz de la persona correcta. Tampoco creyó que alguna vez llegaría el día en que querría mantener a salvo a alguien, más por preservar a esa persona en sí, que por salvar su propia vida.

Ese era el segundo día que no nevaba desde que una tormenta había asolado la ciudad, así que JiHoon había decidido que era el tiempo adecuado para salir de casa, aunque su petición fue más una orden. Una a la que SeungCheol no pudo negarse.

Esa mañana, el moreno le había visto bajar las escaleras vistiendo ropa abrigadora y con la sonrisa dibujada en los labios, a lo que se preguntó a qué se debía que ese chico estuviera colocándose un gorro, pues tenían la calefacción encendida en el departamento.

—¿A dónde vas? —preguntó SeungCheol, de algún modo sintiendo que volvía al día de su primera pelea, cuando había decidido que mantendría la puerta principal bajo llave todo el tiempo.

—Vamos a salir —respondió JiHoon, como si fuera algo obvio.

—¿Para qué?

—Vamos a jugar con la nieve —el castaño se colocó el abrigo y tomó el de SeungCheol, extendiéndoselo y mirándolo como si fuera algo obvio.

—No puedes salir, yo tengo la llave —le recordó, sabiendo que con esa simple respuesta había ganado la partida.

Pero JiHoon tenía una carta bajo la manga, y no dudó en utilizarla. Tomó una tarjeta que había encontrado entre sus cosas y alzó las cejas mientras la movía, formando una mueca divertida. Semanas antes, el moreno lo habría odiado y se habría asegurado de someterlo hasta que soltara ese trozo de plástico. Sin embargo, en ese instante sólo pudo reír y negar con la cabeza, caminando hasta el perchero para tomar su propio abrigo y una bufanda, rindiéndose a los deseos de su destinado.

—No debí enseñarte a forzar cerraduras —se lamentó falsamente, a lo que el menor rio, triunfante.

—Eres un niñote, Cheol —se burló JiHoon, pues se había acostumbrado ya a llamarle por ese apodo y, a decir verdad, SeungCheol encontraba adorable ese diminutivo de su nombre en labios de su destinado, aun cuando en un inicio se sentía reacio él.

Si bien el mayor había aceptado esa salida, no estaba dispuesto a perder el tiempo que les quedaba juntos, así que había convertido el juego en una especie de entrenamiento para su alma gemela.

Después de días, al fin era capaz de leer los pensamientos de JiHoon sin problema alguno, incluso a veces sin que ese chico se percatara de la invasión a su mente. Sin embargo, el castaño no era capaz todavía de percibirle como era debido, ni siquiera cuando habían intentado practicar en la seguridad del departamento. SeungCheol quería que pudiera ser capaz de encontrarle sin tener que guiarse por su visión o por escucharle, así, si algo sucedía, tendrían mayor oportunidad de encontrarse, y él de protegerle.

Red lightsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora