Capítulo 11

1.2K 188 28
                                        

JiHoon dejó el libro que había tomado con una pequeña mueca dibujada en sus labios. Definitivamente la sinopsis que leyó no hacía justicia al título en la portada, que lucía prometedora, a comparación de la historia.

Miró hacia su lado y al no observar a SeungCheol recorrió el lugar con la mirada, no tanto porque tuviera miedo de que algo pudiera sucederle mientras se encontraban en ese espacio lleno de ese adorable aroma que las páginas marcadas con tinta desprendían, sino porque era ese hombre quien sujetaba la mayoría de los libros que había elegido hasta el momento, y no quería perder sus elecciones. Además, él le había pedido que no se alejara demasiado de su vista, y, por primera vez, JiHoon estaba cooperando.

Habían tenido que esperar un día para salir de la casa, debido a que la lluvia continuó durante la mayor parte del día y la noche, y era claro que el castañito no iba a querer abandonar la seguridad del departamento cuando todavía había relámpagos.

Sin embargo, ese día el clima parecía querer cooperar un poco más, y aunque el cielo estaba encapotado y parecía que llovería durante la noche, ambos realmente necesitaban librarse durante algunas horas del encierro, por lo que se aventuraron a salir un par de horas antes del ocaso. Quizá era porque JiHoon se había estado portando bien que SeungCheol accedió a cambiar ligeramente el horario que había establecido para poder salir, pero el menor también tenía que admitir que era gratificante el no tener que andar con pies de plomo sólo para no molestarse el uno al otro. Esa pequeña tregua le hacía sentir mejor, restaba al menos mucho estrés a sus vidas.

Después de aquella noche en que dejaron de ser enemigos por algunas horas, JiHoon se percató de que realmente se estaba equivocando al tratar al moreno como una escoria. Si bien no estaba acostumbrado a tratar con personas como él, eso no significaba que tuviera derecho a juzgarle. Quizá SeungCheol no era la persona más paciente o con el trabajo más común del mundo, mas tampoco hacía cosas que le molestaran. En realidad, era JiHoon quien iniciaba la mayoría de las peleas, así que no podía culpar a ese hombre por tener siempre una expresión seria y no hablar.

Mientras SeungCheol conducía, el menor tuvo oportunidad de observarle de vez en cuando, y pudo percatarse de que su alma gemela parecía un tanto tenso, pero prefirió no hacer pregunta alguna, después de todo, nada le daba la certeza de que obtendría una respuesta. Sin embargo, le hizo pensar que quizá era su presencia la que generaba tanto malestar en SeungCheol, y por ello se propuso al menos a no cometer alguna tontería que hiciera que los nervios del pelinegro terminaran estallando. Los meses que pasaran ahí iban a ser mejores si no terminaban apuntándose mutuamente con armas o envenenándose. Por lo que JiHoon se prometió a sí mismo que cumpliría su cometido de conseguir algunos libros y cumpliría al menos algunas de las peticiones que su improvisado guardaespaldas tuviera para darle. Además, era cierto, no podría sobrevivir por su cuenta si se alejaba en exceso o escapaba de él.

JiHoon se puso de puntillas para observar a duras penas sobre uno de los estantes, pues estos le cubrían completamente debido a su altura, y respiró al ver a SeungCheol caminar despreocupadamente entre los libros y las pocas personas que se encontraban en la librería. Aquel moreno pareció buscarle también, así que JiHoon alzó una mano para hacerle saber dónde se encontraba, puesto que su cabeza apenas asomaba por encima de la madera, y el mayor asintió, ninguna expresión asomó en su rostro.

SeungCheol podía verle gracias al intenso destello que la luz roja proyectaba, así que no había necesidad alguna de que JiHoon tuviera que indicarle dónde se encontraba, pero era gracioso ver a su destinado intentar no molestarle. Tenía que agradecer el esfuerzo.

Contrario a todo lo que el azabache había pensado, esa salida no había sido tan mala. JiHoon se encontraba mucho más tranquilo luego de la tormenta que pasaron juntos, y ahora podía confiar un poco más en su cordura y no estar encima suyo todo el tiempo sólo para asegurarse de que no escaparía.

Red lightsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora