Capítulo 25

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JiHoon llamó un par de veces a la puerta, y esperó hasta escuchar una afirmativa para poder entrar.

SeungCheol secaba sus cabellos mientras entre sus labios se encontraba un cigarrillo, sin embargo, al ver a JiHoon adentrarse en la habitación, lo apagó inmediatamente. Aun si se encontraban en la pieza del mayor, no quería molestar al castañito con el aroma del tabaco.

Desde que habían vuelto de su viaje en navidad que no importaba ya en qué habitación durmieran, siempre y cuando pudieran estar juntos. En ocasiones era SeungCheol quien se quedaba dormido en el sofá, y despertaba con el menor a su lado con varias mantas cubriéndolos, o a veces JiHoon deseaba ir a su habitación para tener algo de compañía mientras estudiaba, y terminaba por dormir ahí. No era algo que conversaran antes de hacer, simplemente sucedía, y estaba bien para ambos.

—¿Terminaste de hablar con tus padres? —cuestionó el azabache, arrojando la toalla hacia el cesto de la ropa sucia y palmeando el lado vacío en la cama para indicar a JiHoon que podía recostarse a su lado.

—Sí, ellos envían saludos, igual que siempre —bromeó el castaño, con lo que SeungCheol sabía muy bien a que se refería.

Los padres de su destinado siempre finalizaban sus llamadas con las mismas advertencias, siempre para asegurarse de que su hijo no olvidara lo que no debía hacer. JiHoon mayormente tenía que fingir hablar con desprecio sobre el mayor, y aunque SeungCheol entendía que sus palabras eran mentira, que ese chico le quería y correspondía sus sentimientos, sabía que el castaño se sentía culpable por tener que expresarse de él como hacía.

Fue debido a esas inesperadas llamadas que el viaje a la playa tuvo que ser tan corto. Ellos no podían saber cuándo los señores Lee querrían llamar a su retoño o enviarle los avances que se obtenían en la investigación para la cura, así que no podían disponer del tiempo a libertad, pues si aquella pareja llegaba a descubrir que no se encontraban en donde se suponía que deberían estar, SeungCheol no sabía qué podría ocurrir. No quería exponer la poca credibilidad que tenía ante los doctores por una escapada, no quería que le alejaran de JiHoon antes de tiempo, por lo que no podían permanecer fuera de la ciudad tanto como les gustaría. Sin embargo, el mayor sí se las había arreglado para poder hacer que la noche de año nuevo fuera algo especial.

SeungCheol se había asegurado de investigar todas las posibles opciones que pudiera haber en ese lugar para pasar la noche y dar la bienvenida a un año más fuera de casa, así que eligió un espectáculo de luces ofrecido en el centro de la ciudad. JiHoon había estado encantado de poder tener otra pequeña aventura, incluso si era entre un mar de personas y en una noche fría. Pero había valido la pena completamente; disfrutó de la música, del show y de la comida callejera que ofrecían los distintos negocios. Era como una fiesta, y muchas cosas ocurrían en ese lugar al mismo tiempo: felicitaciones por un nuevo comienzo, celebraciones de cumpleaños, incluso vio una propuesta de matrimonio. Todas esas cosas que se había perdido debido al encierro al que fue sometido para evitar cruzarse con su alma gemela, y que ahora podía disfrutar de la mano de esa persona que, en efecto, era perfecta para él.

Significó para él algo grato el saber que la pareja que se comprometía eran también destinados, por lo que las personas cercanas a ellos comentaban. Se preguntaba si él podría correr la misma suerte con el moreno que sostenía su mano en ese instante, si la vida les permitiría no extinguir la luz roja que les distinguía del resto de almas gemelas en el mundo.

JiHoon se recostó junto al mayor, manteníendose boca abajo para poder reposar sus brazos sobre el torso del pelinegro, justo sobre su luz, y así observar su rostro. El menor todavía se sentía maravillado ante la figura de aquel azabache. Era demasiado atractiva, y también guardaba algunos estragos propios del trabajo que SeungCheol realizaba. Su destinado le había prometido que en algún momento le hablaría sobre las cosas que hacía y sobre aquellas marcas, y el castaño esperaba que ese momento ocurriera pronto.

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