Capítulo 10

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JiHoon mezcló el café en su taza para disolver la cucharada de azúcar que había puesto en este, mientras miraba a través del enorme ventanal de la sala de estar, el mismo que le había causado un terror inmenso el día anterior, durante la tormenta. Eran apenas las siete de la mañana, pero sabía que no podría dormir mucho más, incluso si no había descansado tanto como solía desde que llegó a ese lugar.

En su mente, lo que había ocurrido todavía daba vueltas. La forma en que había sido procurado por SeungCheol, en que él se había preocupado por hacerle sentir mejor e iluminar el lugar para que no continuara sintiéndose intimidado por la oscuridad. No podía dejar de pensar en qué había motivado a ese hombre para sentir lástima por su situación y querer ayudarle de la forma en que hizo.

Las velas que su destinado había encendido la noche anterior continuaban en donde él las había dejado, así que JiHoon bebió un sorbo del oscuro líquido antes de levantarse y llevarlas de regreso a la cocina.

Y, si quería ser honesto, había algo que le robaba la tranquilidad mucho más que el simple hecho de haber sido salvado por su alma gemela.

Antes del amanecer había despertado quizá un par de horas después de haber vuelto a su habitación, cuando la tormenta había cedido ligeramente y los relámpagos no resonaban más. Había intentado encender la lámpara que se encontraba junto a su cama, y para su enorme alivio había funcionado, así que se levantó para ir a la cocina y buscar un poco de agua.

Menos mal, JiHoon se encontraba adormilado y caminaba despacio y sin hacer sonido alguno, pues de haber salido apresuradamente de su habitación, probablemente habría tropezado con SeungCheol.

JiHoon había observado con sorpresa a ese alto hombre que ahora dormía en el piso, sólo usando su abrigo para cubrirse, y el menor podía jurar que aquel moreno iba a maldecir en cuanto despertara, pues seguramente el piso no era en absoluto cómodo, por mucho que estuviera cubierto por una mullida alfombra. Pero eso no era lo que importaba al castaño en ese momento. Todo en lo que podía pensar era en por qué SeungCheol había decidido dormir ahí, fuera de su habitación, en vez de volver a la propia y descansar adecuadamente luego de la anoche que habían tenido. Pero no quería crearse pensamientos erróneos sólo por tener a su alma gemela fuera de su pieza, así que prefirió dejar de lado el intento de buscar un motivo y se limitó a observarle en silencio.

SeungCheol lucía demasiado diferente cuando dormía. Sin esa mirada de desdén en sus orbes, sin su risa sarcástica o su voz grave molestándole. Era como cualquier otra persona, quizá salvo por la luz roja y el hecho de que sabía que era un asesino. Pero de haberlo conocido de esa manera, a JiHoon nunca se le habría cruzado por la cabeza la idea de que en esas manos, que reposaban sobre el estómago del azabache, múltiples vidas habían finalizado.

Esbozó una pequeña mueca y prefirió alejarse del mayor, mas no pudo evadir el hecho de que hacía frío fuera. Quizá pronto comenzaría a nevar, y sin duda no podía permitir que su inusual guardaespaldas tuviera un resfriado, especialmente porque no quería ser contagiado.

Así que volvió a su habitación sólo para tomar un mullido edredón de su cama, llevándolo con un poco de dificultad hasta donde SeungCheol se encontraba, pues esa pieza de tela era grande comparada con el tamaño de JiHoon.

Se inclinó junto a su destinado, teniendo cuidado de no lastimar su pierna, todavía herida, y extendió el edredón con cuidado de no despertar al mayor. Le cubrió cuidadosamente hasta los hombros, asegurándose de que no pudiera tener frío en lo que restaba de la madrugada. JiHoon reparó también en la vela que reposaba sobre el mueble en el pasillo, pero esta parecía haberse apagado desde hacía un tiempo, así que la idea de que SeungCheol se hubiera instalado en el umbral de la puerta de su habitación, pensando en pasar horas ahí, volvió a ocupar la mente del castaño, quien simplemente negó ligeramente para sí mismo, pensando que eso debía ser imposible.

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