SeungCheol había esperado tener al menos unos minutos más para hablar con su destinado en cuanto bajaron del avión. En su lugar, luego de recoger el equipaje, se encontraron con que había personas esperando por ellos ya. Era como si los señores Lee quisieran asegurarse de que ese hombre no haría nada con su hijo en cuanto pisaran su país natal, así que el azabache no tuvo realmente ninguna oportunidad de decir nada a su chico, de dar una despedida o de acordar qué harían en cuanto estuvieran frente a la familia de su destinado una vez más, antes de ser llevados al vehículo que los llevaría al hogar de su amado.
El miedo se hizo de su persona en cuanto observó el sendero que conducía a casa de los Lee, y supo que el contacto que pudiera tener con JiHoon antes de separarse de él de nuevo sería nulo, que el tiempo se había agotado.
Mientras recorrían esa calle bordeada de árboles, el mayor y su destinado hicieron lo único que podían antes de que la despedida llegara, y deslizaron poco a poco sus manos sobre el siento del auto, hasta encontrarse. Unieron levemente sus dígitos, como si se estuvieran prometiendo que todo saldría bien, incluso cuando sabían que no sería así.
Ninguno compartió pensamientos o sentimientos con el otro, porque no querían hacer peor ese momento. Incluso si no lo acordaron, lo mejor era mantener cierta distancia, todo con tal de evitar que los padres de JiHoon supieran sobre lo que ocurría entre ambos.
El vehículo se detuvo frente a la mansión en esa tarde nublada. El cielo anunciaba una tormenta atronadora, otra como la que SeungCheol compartió con el castaño la primera noche en que decidió dejar de lado sus diferencias para consolar a ese chico, que parecía perdido ante el fuerte sonido que provenía del exterior.
Pero SeungCheol no estaría más para consolarle. No podría encender un par de velas esa noche, ni hacerle alejar el pensamiento de la tempestad con tontas historias. No podría ver la sonrisa de alivio de ese algo inexpresivo chico, que en su interior continuaba siendo un pequeño que sólo necesitaba de esa protección que no había tenido cuando menor.
JiHoon bajó del auto con prisa al observar a sus padres en la puerta de su casa, abrazándoles inmediatamente en cuanto llegó a ellos, mientras aquella pareja sonreía al tener de regreso a su único hijo. Ahora el castaño estaba a salvo en su hogar, el sitio al que pertenecía, y al que SeungCheol nunca podría ingresar, por mucho que lo intentara. Porque quiso el destino que sus vidas fueran tan diferentes como el negro lo es del blanco. Deseó la vida que sus objetivos fueran totalmente distintos, que uno de ellos diera vida, mientras el otro la quitaba. Quisieron las deidades que, a aquel moreno, después de hacerle tocar el cielo junto a un joven de cabellos galleta, la suerte se le acabara y tuviera que volver al arrabal del que había surgido, para obligarse a vivir de nuevo como mejor pudiera, como si sus días nunca se hubieran visto iluminados por una mirada atrapante. ¿Cómo se dejaban atrás las sonrisas y momentos de amor mutuo? ¿Cómo se volvía a vivir sin un sueño, cuando había encontrado al suyo, sólo para volver a perderlo por caprichos del mundo?
Bajó del auto y sus maletas fueron llevadas hasta su propio vehículo, señal de que los señores Lee no querían que permaneciera en su casa ni una hora más. Sin embargo, todavía les restaba una situación por saldar, así que le azabache se dirigió al interior de esa casa, las primeras gotas de lluvia mojando el concreto, mientras él se encontraba en medio del recibidor, el doctor Lee frente a él.
—Aquí está, tal como lo acordamos —dijo el padre de su destinado, haciendo una señal con la mano para que una sirvienta se acercara, llevando entre sus manos un portafolios plateado, el cuál ofreció a SeungCheol, exponiendo su contenido.
Siete frascos, cada uno con su respectiva jeringa, descansaban en el interior. Era lo que eliminaría La luz de su pecho, aquel líquido rojizo sería el que le brindaría la libertad que creía haber necesitado cuando supo que tenía un alma gemela.

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Red lights
FanfictionDonde una luz se enciende en las personas al encontrar a su destinado. En un mundo donde la sociedad está en crisis debido a las almas gemelas, un estudiante de medicina enciende La Luz en la persona menos esperada.