Capítulo 30 - Resaca y visita

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Maldita sea

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Maldita sea.

¿Qué hora es y porque mi teléfono no deja de sonar?

Tiene recibiendo llamadas o menajes como desde hace media hora y la verdad no estoy de humor para hablar con nadie.

Esta resaca me está matando ¿y de lo que pasó anoche? No me acuerdo de nada y prefiero no hacerlo. Teniendo en cuenta lo mucho qué pasó y pudo haber pasado.

El teléfono vuelto a resonar por la habitación y esta vez me harto en sobremanera.

Quito la almohada de un tirón y estiro mi mano hacia la mesita de noche.

Al no sentirlo por ningún lado, frunzo el ceño extrañado y me levanto de golpe.

Al abrir los ojos de par en par y con bastante esfuerzo, lo veo.

Lo tomo de mala gana y contesto con mi humor de perro por la mañana.

- ¿Qué diablos quieren? -contestó en un gruñido.

- Veo que tus humores hoy no son de los mejores, pero no me importa, se suponía que debías estar aquí hace más de dos horas, Emery -reprocha, la reconocida voz de Roseey.

Mierda, mierda y más mierda.

Se me había olvidado que hoy tenía que ir con ella a revisar a Millie.

¡Joder, Emery!

- ¿Qué? Dios mío -digo, despojando el camino -se me había olvidado, ¿qué hora es?

- ¡Son las ocho y se suponía que debías estar aquí a las seis!

- ¡Lo siento de verdad! No dormí nada anoche -murmuro, viendo el desastre de mi habitación.

- Me di cuenta -se mofa, soltando una risa burlona.

Pongo los ojos en blanco.

- Estaré allá a las Diez -sentenció -ni más ni menos, lo prometo.

- Eso espero si no tendrás que esperar dos semanas más, aún seas la más antigua no están permitidas las excepciones -comunica.

- Bien, nos vemos en un rato -balbuceo y cuelgo.

Me paso las manos por el pelo y suspiro.

Que desastre.

Me acerco a la puerta y la abro para seguido salir de mi habitación a paso rápido.

Tan rápido como lo hago, diviso la voz de Clarissa y Carla en la planta baja, por lo que decido bajar las escaleras tal cual un rayo.

Agradecí el hecho de que con este mareo encima, no me balanceé ni una sola vez.

Al verlas sentadas en el sillón comiendo sabrá Dios que cosa, me alivio acerándome a paso seguro.

- Buenos días -vociferó por lo alto y ellas al momento en que escuchan mi voz se quedan rígidas y calladas.

Prohibido enamorarse Donde viven las historias. Descúbrelo ahora