2. A golpes

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Mirándose al espejo entre bostezos para valorar si merecía la pena afeitarse o no la incipiente sombra de barba que asomaba en su mandíbula, Deathmask se dijo a sí mismo que eso de despertar sin resaca estaba comenzando a convertirse en un hábito

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Mirándose al espejo entre bostezos para valorar si merecía la pena afeitarse o no la incipiente sombra de barba que asomaba en su mandíbula, Deathmask se dijo a sí mismo que eso de despertar sin resaca estaba comenzando a convertirse en un hábito. Un hábito del que pensaba deshacerse esa misma noche sin más dilación. Y le daba exactamente igual lo que pensase aquella loca de la taberna, ¿cómo se llamaba? Bah, no era importante. Entraría ahí, daría un golpe en el mostrador y volvería a las viejas y buenas costumbres.

La verdad era que el genio de la chica le había sorprendido. Cuando iba al bar, se centraba en beber y en apostar, así que, aunque juraría haberla visto sirviendo mesas alguna vez, no conseguía recordarla con claridad, pero estaba claro que la niñata tenía agallas: ¡había intentado abofetearle! Bueno, de hecho, la muy bruja había conseguido tocarle las narices, literalmente. Y tenía que reconocer que le divertía, se dijo a sí mismo, sonriendo a la imagen reflejada.

Pasaba de afeitarse, mejor iría a correr un rato y a comer algo. Así se cansaría lo suficiente para dormir el resto del día antes de ir a la taberna. Lo mejor de volver de una misión eran los correspondientes días de descanso, desde luego. Con ese pensamiento, se vistió y salió de su templo.

Al caer la tarde, bajó caminando hasta Rodorio, dispuesto a restablecer el orden natural en la taberna

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Al caer la tarde, bajó caminando hasta Rodorio, dispuesto a restablecer el orden natural en la taberna. Atravesó el umbral en dos zancadas, como si fuese el sheriff del pueblo, y miró a su alrededor, constatando que aquello había sufrido bastantes cambios durante su ausencia: la cantidad de mugre por metro cuadrado había descendido sustancialmente y la iluminación había pasado de "decadente" a "aceptable". No estaba seguro de que le gustase, pero tampoco le molestaba, así que se sentó junto a la barra y chasqueó los dedos.

- ¿Qué quieres? -su "amiga" de la noche anterior, con el mismo tono de antipatía, le enfrentó desde el otro lado del mostrador.

- Quiero beber -respondió él, depositando el precio de una consumición sobre la encimera.

- Te voy a poner una, pero esta noche me pagas el total -aseveró ella.

- Claro, pequeña.

La chica llenó una jarra helada y la dejó frente a él antes de volver a su rincón y continuar leyendo el libro que había dejado para atenderle. Deathmask dio un trago y evaluó su expresión de concentración y su postura tensa, cruzada de piernas en un taburete alto.

La redención de CáncerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora