21. Mientras esto funcione

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El paraíso debía de parecerse a aquello, pensó Deathmask, con el vello erizado por los mordiscos y besos que Kyrene iba depositando por su torso en dirección a su cintura

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El paraíso debía de parecerse a aquello, pensó Deathmask, con el vello erizado por los mordiscos y besos que Kyrene iba depositando por su torso en dirección a su cintura. En calma, jugaba con los pezones del caballero, pasando las uñas y los dientes hasta hacerle gruñir y retorcerse, antes de continuar su descenso para dibujar con la lengua el perfil, definido a la perfección, de cada músculo. Complacido, él acarició los rizos castaños de la chica, que sonrió, resiguiendo con los labios la delgada línea de vello oscuro que se ensanchaba al llegar al pubis.

Si a Kyrene le hubiesen dicho que Deathmask tenía razón cuando vaticinó que llegaría a adorarle, se habría reído hasta caer al suelo; y, sin embargo, ahí estaba, dedicada a darle placer y feliz de tenerle, por fin, desnudo junto a ella. Se detuvo un instante al llegar a su objetivo y pasó los dedos a lo largo de aquel miembro erecto que esperaba sus atenciones. Joder, aquel hombre era una escultura clásica... ¿quién podría resistirse a mimarle y consentirle, a la vista de aquel abdomen roqueño y esa sonrisa de cabrón? Desde luego, ella no; no, después de haber probado sus besos y la calidez de su cuerpo... Por primera vez en mucho tiempo, no quería pensar, sino sentir, sin plantearse si estaba bien o mal. Le dirigió una mirada cargada de intención y sacó la lengua para darle un lametazo desde el periné hasta el extremo goteante del glande.

- ¡Ah...! Gatita, ten cuidado con lo que haces...

Ella sonrió, se mojó los labios y se introdujo en la boca apenas un par de centímetros, con una expresión traviesa en el rostro. El calor y la humedad hicieron a Deathmask elevar la cadera y ella bajó la cabeza otro poco, acompañando el movimiento con la lengua.

- Juegas con fuego...

Despacio, Kyrene volvió a descender, recreándose en la impaciencia de Deathmask, cuya respiración se agitaba conforme ella iba aumentando la fuerza con que su lengua le estimulaba. Sin demasiadas contemplaciones, él le agarró un mechón de cabello, tirando ligeramente, en una petición tácita que ella acató con un nuevo y mínimo avance.

- ¿Es que quieres verme suplicar? De acuerdo, lo haré... Gatita, por favor, métetela entera...

Ella se enderezó hasta sacarla por completo y la lamió como si de un helado se tratase. Fuera de sí, él resopló, con el rostro crispado por la ansiedad.

- Pídemelo otra vez.

- Gatita, chúpame...

- ¿Sabes que me pone súper caliente que supliques? -le provocó, regalándole tres lametones más- Sigue intentando convencerme, anda.

- Por favor, Kyrene, métetela en la boca, estoy deseándolo...

- No eres demasiado persuasivo...

- Joder, haré lo que tú quieras...

- Eres un cangrejito obediente... -sujetó su miembro con la mano izquierda para masturbarle y acopló la boca a la parte que quedaba libre, succionando con ganas al oírle jadear.

La redención de CáncerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora