14. Cicatrices

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Atender la taberna era complicado con un brazo en cabestrillo y el cuerpo lleno de contusiones, así que Kyrene se vio obligada a bajar su ritmo de trabajo, dejando la gestión del negocio en manos de Ioannis y Nikos hasta estar lo suficientemente r...

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Atender la taberna era complicado con un brazo en cabestrillo y el cuerpo lleno de contusiones, así que Kyrene se vio obligada a bajar su ritmo de trabajo, dejando la gestión del negocio en manos de Ioannis y Nikos hasta estar lo suficientemente recuperada como para volver a hacerse cargo en persona. Sentada tras la barra, hacía lo posible por mezclar cócteles con una sola mano y por colaborar con sus camareros, que se esforzaban a su vez en descargarla de todas las tareas.

Deathmask, por su parte, la visitaba cada noche, siempre que sus responsabilidades se lo permitían, para asegurarse de que se encontraba bien.

- Aún no entiendo cómo se te ocurrió que Death te redujese esa luxación, cariño -comentó Afrodita, perplejo, recolocándole el fular que le sujetaba el brazo derecho-; ¿acaso no sabes lo bruto que es?

- Eh, Dita, no seas así, ¡se lo dejé como nuevo! ¡Díselo, gatita!

- Es cierto, se portó muy bien conmigo -respondió ella, dirigiéndole una mirada dulce y una sonrisa tan efusiva que el de Piscis frunció los labios con incredulidad.

- Cuéntale cómo te hice disfrutar con estas manitas... -le hizo un guiño al que ella correspondió bajando los ojos con un ligero sonrojo.

- Y estás llena de cardenales... -Afrodita ignoró el novedoso romanticismo que parecía haber surgido entre aquellos dos, le sostuvo la muñeca izquierda y pasó los dedos con delicadeza sobre las marcas violáceas que le cubrían la piel, sorprendiéndose al descubrir en la cara interna más de una docena de finas líneas blanquecinas paralelas entre sí.

Ella giró el brazo, inquieta, impidiendo el examen del caballero.

- ¡Kyrene, por favor, prepárame esto! -les interrumpió Nikos, bandeja en mano.

Con una sonrisa de alivio en el rostro, Kyrene se alejó para atender la orden; en cuanto se quedaron solos, Afrodita miró a Deathmask, escandalizado:

- ¿Le has visto los brazos? -susurró.

- Sí, ya me había fijado. Tiene las mismas cicatrices en los muslos... ¿Quién le haría una cosa así?

- Parecen muy antiguas... ¿Una adolescencia difícil, quizá?

- No creo, Dita... estoy seguro de que alguien la atacó... y yo voy a hacérselo pagar -murmuró Deathmask, apretando los dientes.

 y yo voy a hacérselo pagar -murmuró Deathmask, apretando los dientes

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La redención de CáncerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora