1. De nuevo en Rodorio

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La taberna de Rodorio, por fin: el paraíso terrenal, después de aguantar dos meses completamente sobrio durante una misión con el cenizo de Shura. ¡Dios, esa cabra tenía menos sentido del humor que una piedra del camino! Por suerte, ya estaba de nuevo en su entorno y era viernes, la ocasión perfecta para recuperar el tiempo perdido. Abrió la puerta de su antro favorito, que a aquella hora todavía se encontraba desierto, con la tranquila confianza de quien se sabe en casa y tomó asiento junto a la barra.

- ¡Eh, camarera, ponme una cerveza!

La aludida levantó la mirada del libro de caja que estaba repasando, le miró con expresión de pocos amigos, garabateó algo en un trozo de papel y llenó una jarra helada. Con parsimonia, se acercó al hombre y plantó ante él ambas cosas, sujetando la nota bajo su mano izquierda y la jarra con la derecha.

- Guau, ¿ya vas a darme tu teléfono? Ni siquiera sé aún si me interesas...

- Es tu cuenta. Paga por adelantado -respondió ella, secamente.

- Dame la cerveza y rompe ese papel, pequeña.

- Paga.

- Ponme lo que te he pedido.

La camarera resopló y sus ojos centellearon al mirarle:

- Tienes una cuenta pendiente, así que beberás cuando la pagues.

Él la oteó con una sonrisa sardónica. La chica tenía carácter.

- ¿Sabes? Eres muy malota para ser tan poquita cosa... -se burló, intentando asir la bebida.

- Y tú eres muy funcional para no tener cerebro. Paga y beberás.

- Anótalo en mi cuenta, gatita -insistió aquel hombre, con un ligero deje de impaciencia en su tono.

- No hay nada que anotar, tú aquí ya no tienes crédito -ninguno de los dos parecía tener intención de soltar la jarra.

- Llama a tu jefe, anda. Paso de hablar con subordinados.

- Por supuesto, ahora mismo te atiende -la chica se giró y cruzó la cortina que separaba la sala del almacén, no sin antes retirar la bebida de su alcance.

El hombre suspiró. ¿Quién cojones se creía esa niñata, una simple camarera, para decirle a él lo que tenía que hacer? Lo mejor era hablar con Giorgos: él le entendería y le daría de beber hasta hacerle olvidar los dos meses de agonía junto a aquel amargado. Un par de minutos después, la chica volvió a salir y se detuvo frente a él con las manos en las caderas y una sonrisa impostada.

- ¿Preguntabas por el jefe?

- ¿Dónde está Giorgos? ¡Quiero tratar con él!

- Giorgos ya no está; ahora, el bar es mío, así que, o pagas lo que debes, o te marchas.

- ¿Tuyo? ¿Pero tú tienes edad para beber, gatita? -se burló él.

- No se toma de lo que uno vende. Y, ya que te interesa tanto, se lo gané al póker: me debía cuatro meses de sueldo y se le ocurrió la feliz idea de apostarse el bar contra mi salario pendiente. Como tú, él también solía juzgar a la gente por su apariencia -respondió ella, desafiante, volviendo a colocar la jarra frente a él sin soltarla.

El hombre la miró de soslayo, cogió el papel, que aún seguía en la barra, y lo rompió, esparciendo a continuación los pedazos en una pequeña lluvia a su alrededor, con la sonrisa perenne en el rostro:

- Esto es lo que opino de tu historieta sobre deudas y pagos.

- Ahora te va a tocar limpiar eso...

- ¡Ja! ¿Sabes con quién estás hablando? -preguntó él, con chulería, acodado en el mostrador.

- Claro que lo sé, mascarita: eres el caballero de oro de Cáncer y el mayor moroso de mi negocio. Te lo repito, o pagas o te vas.

Deathmask soltó una carcajada: ¡vaya, su fama le precedía! ¡Las cosas se estaban poniendo cada vez más interesantes! Aunque eso no le impediría lograr su objetivo: extendió con rapidez su mano derecha hacia la jarra, pero ella la mantuvo sujeta con una fuerza inesperada para alguien de su complexión, dando lugar a un forcejeo que provocó un pequeño maremoto en el recipiente y salpicó los dedos de ambos.

- Voy a beber gratis, como siempre, y tú me traerás una ronda tras otra hasta que me caiga al suelo, gatita -siseó, entornando los ojos.

Bufando de rabia, ella lanzó la mano en un intento de abofetearle que él evitó sujetándola por la muñeca, sin dejar de reír.

- ¿De verdad pretendías ponerme un dedo encima? Eres tan divertida como pequeñaja...

- ¡Nadie bebe gratis en mi bar! -la chica soltó la jarra y le pellizcó la nariz, retorciéndosela sin piedad hasta que él empezó a gritar y le liberó la otra mano.

- ¡Joder! ¿Serás...? -se frotó la nariz dolorida con todos los dedos y finalmente se echó a reír de nuevo ante la desconcertada mirada de ella- ¡Lo admito, hay que tener coraje para hacer lo que tú has hecho! Mira, te pagaré lo que beba hoy e iremos negociando el resto, ¿de acuerdo? -propuso, sacando algunos billetes de su cartera y dejándolos sobre el mostrador.

- No. Vas a pagar lo que bebas hoy y, si vuelves a intentar entrar sin saldar tu deuda, te correré a escobazos -le corrigió ella.

- De acuerdo, gatita.

- Y no me llames gatita, mascarita.

Bueno, hasta aquí el primer capítulo

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Bueno, hasta aquí el primer capítulo. Espero que te haya gustado y te haya dejado con ganas de leer más. Si ha sido así, por favor, ponle una estrellita y deja un comentario (o todos los que quieras). 

En el próximo capítulo, titulado "A golpes", sabrás si Deathmask cumple el trato con la camarera o no. Pero hay algo que ya puedo adelantarte: ninguno de los dos quiere dar su brazo a torcer.

La redención de CáncerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora