34. La historia de Kyrene: Redención

171 26 134
                                    

- Gatita -murmuró Deathmask, preocupándose al verla cada vez más afectada-, no tienes por qué contármelo si no quieres

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

- Gatita -murmuró Deathmask, preocupándose al verla cada vez más afectada-, no tienes por qué contármelo si no quieres. Nada de lo que te haya sucedido va a cambiar lo que pienso de ti ni lo que hay entre nosotros. Lo sabes, ¿verdad?

- Lo sé, pero tú tenías razón: mereces saberlo. Te lo he ocultado demasiado tiempo. Eres la única persona con quien podría compartirlo... y quiero hacerlo -dijo ella, tirando del borde del jersey hasta taparse las rodillas.

<< Desperté en el interior de una casa. Estaba tumbada en un sofá, cubierta por una manta, y el ambiente era cálido y tranquilo. Oí ruido de cacerolas y cubiertos y eché mano al bolsillo en busca del cuchillo o las tijeras, pero en vez de mi ropa llevaba una camiseta y unos pantalones de pijama. Una mujer se asomó y me sonrió, me dijo algo como: "¡mi niña, has despertado!" y me explicó que me había encontrado tirada en su jardín sobre un charco de sangre y que le había espachurrado las hortensias. Su amabilidad me desarmó por completo e intenté disculparme, pero ella volvió a sonreír y me dijo que no tenía importancia.

<< La mujer se llamaba Martha y, por fortuna para mí, era una enfermera jubilada. Gracias a eso no me envió enseguida al hospital, donde Keelan me habría localizado fácilmente. Su preocupación por mí parecía genuina, me explicó que al principio me había tomado por algún pandillero herido en una reyerta, pero al acercarse para informar a la policía se había dado cuenta de que no era más que una niña y que sangraba por la vagina. Aquello fue lo que la decidió a llevarme a su casa: sabía que, si no actuaba enseguida, me desangraría antes de que llegase la ambulancia. Cuando me explicó que mi hemorragia se debía a un aborto, comencé a llorar: ¡estaba embarazada! Bueno, o lo había estado... de aquel violador malnacido... Yo solo era una cría de catorce años, ni siquiera sabía qué había estado ocurriendo en mi cuerpo durante aquel tiempo...

<< Martha me abrazó y me consoló. Nadie me había abrazado desde los tiempos del orfanato, ¿te imaginas? Me hizo sentir como una niña pequeña de nuevo... Incluso olvidé, por un momento, la noticia que acababa de darme. Logré contarle lo que había sucedido y entonces ella llamó a un médico, conocido suyo, para que me atendiese allí, en su casa.

<< La cara del médico cuando pudo examinarme fue de incredulidad: por lo visto, estaba destrozada por dentro. No recuerdo cuál fue el término que empleó, pero dijo que no había visto jamás una chica tan joven con heridas internas de aquel calibre. Me recetó antibióticos y me recomendó descanso. Cuando se marchaba, le oí comentarle a Martha que tenía suerte de estar viva, pero que después de aquello ya nunca podría tener hijos.

<< Martha se portó como un ángel conmigo, me cuidó hasta que me recuperé de mis heridas y me invitó a quedarme con ella. Estaba sola y nos complementábamos bien. Ella fue capaz de ver más allá de mis circunstancias, me dio la oportunidad de volver a ser una niña y no una ladrona callejera... En cuanto pude levantarme, le planté un nuevo macizo de hortensias para sustituir las que había destrozado. Su casa estaba llena de libros que me dejaba a mi antojo, la ayudaba con las tareas y ella me enseñaba técnicas básicas de enfermería. No podía adoptarme ni escolarizarme por si me localizaban, pero me buscó pequeños empleos en la aldea, cuidando niños o personas mayores, colaborando en algunas tiendas... Fueron los dos años más felices de mi vida, hasta que, por desgracia, me encontraron.

La redención de CáncerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora