Nota de la autora: este capítulo contiene violencia explícita y bastante lenguaje malsonante. Es necesario para el desarrollo de la historia, pero si te resulta incómodo, simplemente sáltatelo y espera a la siguiente entrega. La decisión es tuya.
Aún faltaban veinte minutos para la hora de apertura al público de la taberna, comprobó Kyrene en el reloj de pared, abrochándose los vaqueros. Acababa de anochecer, las primeras estrellas comenzaban a brillar tímidamente por encima de las casas de Rodorio y estaba terminando de ponerse la camiseta, cuando escuchó el ruido de unos nudillos golpeando la puerta principal y, dando por hecho que sería Ioannis, el camarero que solía llegar más temprano, fue a abrir.
Sin embargo, no le hizo falta preguntar nada para comprender el tremendo error que había cometido bajando desarmada, porque aquella mole humana de casi dos metros, que el ancho del dintel apenas conseguía enmarcar, sonrió de manera espeluznante mientras cerraba la puerta de un golpe y se abalanzaba sobre ella, con tal velocidad que le costó esquivarle.
- ¡Pequeña cucaracha, estabas bien escondida! -bramó entre carcajadas, con una voz semejante a un trueno que la hizo temblar.
¿Qué coño era aquello? ¿De dónde salía ese tipo, después de tanto tiempo? Con el corazón latiendo a un ritmo insano, Kyrene retrocedió, tratando de calibrar sus posibilidades: aquel mastodonte pesaba el doble que ella y le sacaba dos cabezas; sin sus cuchillos, solo podía encomendarse a su agilidad. Su única opción de supervivencia pasaba por mantenerse tan alejada de él como le fuese posible hasta herirle y después retirarse: ataque y huida. Se protegió con los brazos levantados frente al cuerpo en una postura defensiva, a la vez que él avanzaba de nuevo.
- No te hagas la difícil, sabes que tengo que entregarte con vida -dijo el gigante, siguiendo el círculo que ella trazaba con sus movimientos.
Kyrene oteó la barra con el rabillo del ojo, desplazándose con cautela. Si conseguía acercarse lo suficiente, podría usarla como parapeto, pero antes de que pudiese poner en práctica su idea, el hombre captó sus intenciones y la agarró por el cuello con la mano derecha, apretando sin piedad. ¡Mierda! Como no espabilase, estaba bien jodida... Tan rápido como pudo, dio un paso atrás y le sujetó la muñeca con su derecha, girándola fuertemente a la vez que con el antebrazo izquierdo le presionaba el codo en sentido contrario a la articulación, para hacerle caer al suelo. El cuerpo del gigante golpeó con un ruido sordo la gastada madera mientras ella le rotaba el brazo en un ángulo antinatural y le atizaba varias patadas en la mandíbula.
- ¡Puta! -el hombre ya no se reía.
Extendió un brazo para atraparla, pero la chica se escabulló y saltó la barra, escondiéndose detrás. Desesperada, rebuscó a toda prisa en un cajón hasta encontrar un cuchillo cualquiera, a la vez que él cruzaba el salón en décimas de segundo y se asomaba tras la encimera.
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La redención de Cáncer
Fiksi Penggemar*[CONTIENE LEMON Y VIOLENCIA]* Los caballeros de oro habían sido devueltos a la vida por Atenea tras lo acontecido en el muro de las lamentaciones y en Asgard. Sin embargo, no todos disfrutaban de su nueva oportunidad: Deathmask, atormentado por la...