37. La puta del cuchillo

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La puerta de la estancia se abrió de golpe, cortando bruscamente la conversación que mantenían Keelan y sus acólitos más allegados entre el humo de los puros y las copas de licor

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La puerta de la estancia se abrió de golpe, cortando bruscamente la conversación que mantenían Keelan y sus acólitos más allegados entre el humo de los puros y las copas de licor. La lóbrega figura, vestida con un traje italiano de pulquérrimo corte que se ajustaba a su cuerpo a la perfección, irrumpió en el salón de aquel lujoso ático de Kolonaki desde cuya cristalera se divisaba toda la ciudad y se cruzó de brazos ante el jefe, con aire tranquilo, seguida a trompicones por uno de los guardaespaldas que custodiaba la entrada.

- ¡Señor, lo siento! ¡No he podido evitar que entrase...!

Keelan dio una calada a su cigarro y miró al recién llegado con curiosidad, sin levantarse del cómodo Chesterfield de cuero azul marino sobre el que observaba las luces nocturnas de Atenas.

- ¿A quién tengo el placer de saludar?

El joven se inclinó ante él con cierta sorna antes de responder:

- Soy alguien que puede ayudarte. Tengo la información y los medios para darte algo que te interesa, y de paso yo también satisfaré una antigua inquietud.

- Ya, claro. Permite que Andreas te cachee -hizo un gesto al guardaespaldas, que se acercó y palpó el pecho, espalda y piernas del intruso para confirmar que estaba desarmado, antes de cerrar la puerta y volver a montar guardia en un rincón junto a la entrada, fijando en él una mirada hostil-. Eso decís todos, que podéis ayudar. Pero tu entrada me ha divertido, así que te escucharé. Tienes tres minutos.

El otro se echó a reír, sin molestarse en disimular lo entretenida que le resultaba la situación.

- ¿Cuánto ofrecías por la cabeza de "la puta del cuchillo"?

- ¿Eh? Hace mucho tiempo de eso...

- Sí, pero tus hombres no han sido capaces de traértela. Nadie ha podido. Dame un millón y yo te la entregaré con vida e ilesa para que puedas disfrutarla.

- ¿Un millón? Es una mujerzuela vulgar, no vale tanto. ¿Por qué haría tal cosa?

- Porque, además, aprovecharé la coyuntura para acabar con alguien que te ha estado molestando y ha puesto a la sombra a doce de tus mejores hombres -explicó, pasándose la mano por el cabello.

El viejo enarcó una ceja y se inclinó hacia adelante en su butacón: era evidente que el otro había conseguido captar su interés.

- ¿Qué sabes tú de ese asunto?

- Lo suficiente: sé que el responsable se hace llamar Deathmask, trabaja para algo llamado "el Santuario" y tiene poderes que para ti son sobrenaturales. ¿Te suena?

Keelan asintió, formando una ojiva con las yemas de los dedos frente a su boca.

- También sé que has mandado ojeadores a buscarlo en un pequeño pueblo, Rodorio, sin éxito hasta ahora, ¿me equivoco?

La redención de CáncerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora