35. Traidora

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Café

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Café.

Olía a café recién hecho.

El delicioso aroma llegó hasta las fosas nasales de Kyrene, ayudándola a terminar de despertarse entre bostezo y bostezo, mientras buscaba a Deathmask a su alrededor. El caballero no estaba en la cama, pero no tardó más de unos segundos en aparecer en la pequeña vivienda, procedente de la planta inferior, vestido tan solo con su ajustado bóxer negro y llevando una bandeja en las manos.

- Vaya, ¿ya estás despierta, princesa? Buenos días... -se acercó a ella y la besó en los labios.

- Te he dicho que no me llames así...

- Sabes que haré lo que me dé la gana, princesa. ¿Tienes hambre? ¡Te he preparado el desayuno! -anunció con entusiasmo, depositando la bandeja en la cama y sentándose a su lado.

Kyrene sonrió, sin saber qué decir. Era evidente que Deathmask conocía sus gustos: además del café, había huevos revueltos, un par de platos con fruta troceada y algo que parecía ser un intento fallido de quién sabía qué.

- Death, ¿has hecho todo esto... para mí?

- No, gatita, no seas ansias. Es para los dos. Yo también tengo hambre -risueño, le pasó el brazo por los hombros antes de meterle un gajo de mandarina en la boca-. Esa plasta de ahí iban a ser unas tortitas, pero creo que será mejor dejarlas para un caso de necesidad extrema. Tus sartenes son una mierda y solo sirven como arma arrojadiza, no hay manera de que la masa no se pegue.

- ¡Todo tiene una pinta estupenda...! No me preparaban el desayuno desde que vivía con Martha -rememoró ella, besándole la mejilla.

Deathmask le pasó un tenedor y le hizo tragar un trozo de pera, dispuesto a retomar la conversación de la noche anterior.

- ¿Por qué no me habías contado que el cabrón que te violó era el hijo de Keelan? Su muerte fue muy sonada... Puso precio a tu linda cabecita entre las alimañas de los bajos fondos: veinte mil euros por "la puta del cuchillo". No era un alias demasiado elegante...

- Yo... no podía confiar en nadie; y, en cierto sentido, tenía la impresión de que, si no hablaba de ello, sería como si nunca hubiese sucedido... Me daba miedo que sintieras asco de mí si llegabas a conocer mi pasado...

- Vamos a terminar con todo esto de una vez. No voy a consentir que nadie te haga daño nunca más, gatita. Lo juro. Daré mi vida, si es preciso.

Los labios de Kyrene temblaron un instante al oír las palabras de Deathmask, que aún mantenía el brazo alrededor de ella y trataba de repartir huevo revuelto sobre su tostada con una sola mano. Demoró unos segundos hasta procesar lo que acababa de oír. Nadie, jamás, le había dicho algo así. Y, conociéndole, dudaba de que él hubiese pronunciado esas palabras con anterioridad.

- No digas esas cosas. Tú eres un caballero de la Orden Dorada. Tu vida le pertenece a Atenea.

- Pues Atenea tendrá que aprender a compartir.

La redención de CáncerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora