Capítulo XXII. Una mala alianza

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La primera semana de exámenes finalizó tranquila y sin muchas quejas por parte de los estudiantes. Todos estudiaron a tope para esa temporada para así poder pasar el año y seguir en esa academia. Todos pensaba en eso, al menos la mayoría. La chica más joven e inteligente de su curso, Gina Lara no pensaba en pasar la prueba o seguir en la academia. No, su mente se concentraba en solo una cosa en particular. Tras el día que habló con Ángela en el baño, no la volvió a ver por la escuela, ni ella ni nadie. Había vuelto a desaparecer.

Eso extrañó mucho a Gina. Ángela no era de esas que faltaba en días de exámenes, por muy vampira que fuera. La rubia intuyó que algo le había pasado para faltar todos esos días. En el fondo se sentía preocupada por ella, pero no olvidaba lo que ya sabía.

«¿Qué debo hacer? Presiento... que algo no va bien» pensaba ella inquieta en su habitación. «¿Qué debo hacer...?»

En ese momento, Sarah entraba en su habitación, regresaba de comer con Sebas y Edu. Al ver a Gina allí, sentada en su cama con la mirada perdida, se preocupó, pero no tardó en adivinar que pensaba la joven rubia de ojos azules. Pensaba en Ángela.

-¿No piensas bajar a comer? -preguntó la castaña llamando la atención de la rubia que se sorprendió de oírla-, Hoy hay macarrones a la boloñesa, lo que te gusta.

Macarrones a la boloñesa, ese era su plato favorito desde niña. Comió ese plato en casa de Ángela, justo después de conocerla. Ese recuerdo tenía mucha nostalgia, ya que, Ángela desde entonces era amable y muy amigable a pesar de vivir en semejante mansión con mayordomo incluido. Recordaba a Jon, un tipo peculiar por el cargo que tenía, parecía más un robot que una persona.

De repente, la mente de la rubia vino unas rápidas imágenes que confundieron a la joven, dejándola inquieta y confusa. Como en un flashback, Gina se vio a si misma con Ángela, ambas parecían enamoradas y muy cercanas. Se vio besándose con ella e intimando; es más, ella misma seducía a Ángela de una forma que nunca pensó que sería capaz de hacer con lo tímida que era.

«¡¿Qué...?! ¿Qué ha sido eso?» pensó ella con la mano en su frente. «¿Qué significan estás imágenes? Acaso yo... no, no es posible».

Gina no entendía nada y temblaba como una hoja al ser agitada, pero sin que se notará demasiado. Al no tener respuesta, Sarah se acercó a ella por detrás y puso su mano sobre su hombro. Al instante, su mano fue repudiada por la rubia que reaccionó asustada y alterada. Gina vio que era Sarah y lamento haberla rechazado de esa forma. Por un momento pensó que era Ángela intentando matarla.

-¿Gina?

-Ah, lo siento, lo siento, je, je. -se disculpó ella disimulando despiste-, Estaba pensando y me has asustado, je, je, je.

-Entiendo. -dijo la castaña bajando la mano-, Estabas... pensando en Ángela, ¿no es así?

-¿Eh? Ah... Bueno...

-No sé qué te habrá hecho durante tu estancia en su casa, pero sé que no es trigo limpio -dijo Sarah libremente-. Debes alejarte de ella, dejar de verla y olvidarte que existe.

-¿Pero ¿qué estás diciendo ahora de repente? -preguntó Gina confusa y ofendida. Sarah la miró seria y a los ojos- Estás rara...

-No tanto como tú.

-A mí no me pasa nada. Estoy perfectamente. -aseguró dándose la vuelta- Y si te refieres a lo que viste aquella mañana... no era nada relacionado con Ángela. Por el camino oscuro hacía los dormitorios me asuste por ruidos y... -mentía ella sin mirarla.

-¡Mientes! -exclamó Sarah callándola al momento- Te conozco, ¡y no eres de esas que se asustan fácilmente!

En eso Sarah tenía mucha razón. Cuando oyó de Ángela que era una vampira no se asustó tanto como hubiera hecho otra persona. No tuvo miedo de Ángela, al menos, no como debería... Imaginó a Ángela como una vampira sangrienta y cruel, y tampoco. Ahora lo tenía todo claro; seguía enamorada de ella a pesar de todo lo que paso entre ellas y lo que vio aquella noche en su habitación. A pesar de ser vampira, de ser la posible responsable de la extraña desaparición de Jessy, y además de esas imágenes difusas, Gina la seguía amando, tal y como lo supo en el preciso momento de conocerla el primer día de curso en la Academia Carmesí.

-Gina, -llamó Sarah, esta vez sonando suplicante y rogante. -debes olvidarla. Esa chica no es quien dice ser. Hazme caso.

-¿Por qué dices esas cosas de ella? -preguntó Gina volteándose de nuevo a ella- ¡Tu ni siquiera la conoces!, ni siquiera has hablado con ella ni una sola vez!

-¡No es verdad!, ¡Sí que lo hice!, ¡Es más, le deje claro que no volviera a acercarse a ti por hacerte sufrir!

Al decir eso, la castaña se arrepintió y se tapó la boca con las dos manos. Mientras, Gina estaba sorprendida e incrédula por lo que acababa de oír. No podía creer que su mejor amiga hubiese hecho tal cosa a sus espaldas y por su cuenta sin saber la historia.

-¿Qué hiciste qué? -Exclamó ella enfurecida- ¡¿Quién te has creído que eres para hacer eso?! ¡No tenías derecho a ello!

-¡Esa mujer no es más que una golfa que busca víctimas para divertirse y luego deshacerse de ellas como basura! -insultó Sarah cabreada diciendo lo que pensaba de Ángela sin tener pruebas de ello-, ¡No es digna de ser conocida como Reina Carmesí! ¡No es Reina ni es nada!

-¡Cállate! -ordenó Gina harta de sus palabras-, ¡No quiero volver a verte nunca!, ¡No eres mi mejor amiga ya!, ¡TE ODIO!

Sarah quedó paralizada, como si la hubiese partido un rayo con esas palabras tan duras y dolorosas. Mientras, Gina salía corriendo de allí llorando dolida y enrabiada por lo que hizo Sarah. Al estar sola, la castaña cayó de rodillas al suelo inclinada hacia delante hasta tener las manos abiertas y apoyadas en el suelo aguantándola. Mirando el suelo, vio como de sus lágrimas caían a grandes gotas mientras cerraba las manos con fuerza e ignorando el daño que se hacía por hacer semejante fuerza contra el suelo de cemento.

-Maldita seas Ángela Martínez -maldijo la castaña llorando sin mostrar dolor, simplemente rabia y odio-, Me las vas a pagar...

-¿Estás segura de ello? querida mía.

Sarah sorprendida se volteó a la puerta donde oyó a alguien hablar, y allí vio a una mujer de largo cabello rojo bastante atractiva.

-¿Quién eres tú? -preguntó la chica desconfiada.

-La chica que puede ayudarte -respondió la mujer entrando en la habitación-. La que puede... ayudarte con tu venganza.

Sarah la miró mientras limpiaba sus lágrimas con el brazo. Las palabras de aquella misteriosa mujer la llenaron de fuerza. Creyó en sus palabras sin conocerla siquiera. Sin importarle eso decidió confiar en ella con tal de recuperar a su mejor amiga y hermana.

-Oh perdóname -se disculpó la pelirroja-. No me he presentado como es debido. Soy Karmila. Nicole Van Karmila.

Academía Carmesí (Carmesí I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora