Capítulo XXVIII. Noche de Pesadilla

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Impulsándose hacia arriba con ayuda de la puerta, Ángela intentó ponerse en pie.

-¿Quién eres? -preguntó ella con una mano en su rostro, cubriéndose apenas para intentar calmar el mareo-. ¿Qué me ha pasado?

-Tranquila -dijo la pelirroja acercándose-, solo estás un tanto aturdida por mi poder. No te hará daño.

-¿Qué?, ¿tu poder?, ¿de qué hablas?

-Demasiadas preguntas para una sola respuesta que debes saber -la mujer se detuvo delante de ella. Entonces le cogió la barbilla con el pulgar y el índice-. Todo esto es para hacerte mía esta noche.

Ángela no tuvo ocasión de reaccionar y defenderse. Solo pudo mostrar su sorpresa antes de verse de nuevo tumbada en su cama con aquella mujer vampira sentada encima de su cintura y sujetando sus manos por encima de su cabeza, totalmente inmovilizada.

Ángela lo entendió todo por cómo le miraba aquella mujer, esa sonrisa maligna y sarcástica donde mostraba sus blancos y afilados colmillos bajo esos rojos labios pintados lo decían todo.

-¡Maldita loca! ¡Suéltame! -exigió Ángela intentando liberarse a pesar de su debilidad y la fuerza de la pelirroja. Esta no cedió en sus fuertes garras cerradas como grilletes en sus muñecas-. ¡Te digo que me sueltes ahora mismo!

-Nunca lo has hecho con una mujer, ¿verdad que no? -dijo la pelirroja con una sonrisa complacida, Ángela gruñía con los dientes apretados, totalmente humillada-. Es muy... excitante.

-¡¿Por qué demonios haces esto?!, ¡¿qué te he hecho, desgraciada?! -preguntó en voz alta hecha una furia.

-No me has hecho nada -le respondió ella sumamente calmada. Ángela estaba aterrada y con su pecho subiendo y bajando-. Hago esto para que estemos juntas para siempre.

Ángela abrió los ojos como agigantados de la sorpresa y vio como la pelirroja se inclinaba y la besaba en los labios sin ninguna duda o vergüenza; forzándola así a abrir la boca para dejar paso a su lengua.

Ángela se sintió asqueada y volteó la cabeza a un lado, ruborizada y frustrada por ser besada de esa manera por una vampira desconocida y a la fuerza. Pero eso no fue lo peor, pues era solo el principio.

Tarde se dio cuenta de que su cuerpo no se movía a su voluntad. La mujer la había soltado, pero no podía moverse; estaba paralizada. Entonces vio y sintió como aquella mujer la acariciaba por todo el cuerpo, por encima y por debajo de la ropa, llegando incluso a tocar su zona íntima sin ningún reparo o pudor.

Ante ello Ángela cerró los ojos de forma instintiva, suplicando que todo aquello solo fuera una pesadilla. Espero... y espero..., pero nada cambió. Seguía en aquella pesadilla que era su realidad.

-Ahora que lo recuerdo, no me he presentado como es debido -dijo la pelirroja de repente, entonces, se inclinó sobre el oído de Ángela-. Soy Karmila, Nicole Van Karmila. Es un placer.

«Nicole Van Karmila». Desde esa noche, Ángela no olvidaría nunca ese nombre, ni lo que le haría esa noche por el resto de su eterna existencia.

Supo que esa mujer era muy poderosa, con un poder muy superior al suyo. Era capaz de controlar su cuerpo sin ningún tipo de esfuerzo para hacer lo que quisiera a voluntad y así lo demostró.

Para desnudarla destripó sus ropas mientras la miraba a los ojos; besó, acarició, lamió, mordió y acarició sus senos y su piel a gusto con Ángela gritando por ayuda, con lágrimas de miedo y humillación con los ojos cerrados. Sus mejillas estaban rojas y ardientes por el fuego que sentía dentro de su cuerpo ante tanto placer seguido e imposible de controlar. Pero esto no terminaba aún. Karmila se apartó y se desnudó delante suyo y cuando terminó abrió las piernas de Ángela para inclinar la cabeza hasta alcanzar su dulce clítoris. Sacó la lengua e hizo que Ángela se estremeciera al sentir como la lamía y devoraba a placer. Llegó a echar la cabeza atrás con los ojos abiertos y arqueando la espalda hasta no poder encorvarse más.

-¡Ah!, ¡no!, ¡basta...! -gritó Ángela, incapaz de detenerla por sí misma.

-Hm... que dulce -murmuró Nicole al poseer su húmedo néctar en la punta de la lengua.

El placer que Ángela sintió entre sus piernas hizo que sintiera una corriente de alto voltaje por todo el cuerpo con cada lamida y mordisco que ese ser endemoniado de pelo rojo le hacía con sumo placer y quien veía sus reacciones sumamente satisfecha y sin detenerse.

Ángela no tardó en llegar al orgasmo, y a partir de ahí empezó a gemir de placer con cada nueva lamida que propinaba aquella mujer. Se abrió más de piernas de forma voluntaria mientras la pelirroja sujetaba sus muslos con cada brazo, y fue a pasar de la boca y la lengua en la vagina de Ángela a añadir también los dedos, haciéndola gritar de placer a la presa que tenía a su merced y la hacía lentamente suya con cada nuevo orgasmo.

Al terminar, Ángela jadeaba agotada pero aún excitada. Su cuerpo ansiaba más, pero su mente aún era suya y no estaba dispuesta a entregarse del todo a ese ser despreciable.

-Basta ya... para... -suplicó Ángela sin poder remediarlo-. Por favor... para ya...

Nicole la miró sorprendida por su fuerza de voluntad.

-¿Quieres que pare? -le preguntó como si nada de todo aquello fuera malo-, ¿sin haber llegado a lo mejor de esta hermosa velada? -Nicole ahora estaba estirada sobre ella sin quitar sus dedos de su vagina-. Hm... no creo que quieras eso, querida. Lo estás disfrutando tanto como yo.

-Maldita... seas...

La pelirroja se ríe entre dientes, satisfecha. -Me encanta verte así, eres toda una mujer -le rozó los labios con los suyos apenas besándola como una amante-. Ahora... estamos unidas para siempre, mi amor.

Con eso dicho, Nicole Van Karmila deja un rastro de besos desde el cuello hasta la entrepierna de Ángela y vuelve a jugar en esa zona ahora muy sensible haciendo estremecer a la princesa hasta hacerla correrse de nuevo, dejándola al borde del agotamiento emocional.

Para Ángela la noche estaba siendo la más larga de toda su vida. Pedía a quien la escuchara que esa noche terminara de una vez, que sus padres aparecieran y la rescatarán de su torturadora. Pero ninguna ni una cosa ni la otra ocurrió. Esa realidad le hacía desear la muerte con tal de ser libre de aquella mujer.

De repente, cuando Ángela creía que Nicole por fin había terminado con ella, vio cómo de forma asombrosa aquella mujer pelirroja cambiaba su afecto de mujer al de un hombre de pelo negro y ojos azules. En su vida había visto u oído nada semejante; verlo la dejó muda y petrificada.

-¿Qué es... esto? -preguntó Ángela, temblando de miedo y horror sin disimulo-. ¿Cómo es...?
Bajo la aterrada mirada de Ángela, Nicole en su forma varonil se subió de nuevo a la cama hasta colocarse entre las piernas abiertas de su presa.

-Lo mejor... está por empezar -dijo Karmila con voz de hombre, grave y ronca-. En esto ya tienes experiencia, ¿verdad, amor?

Con eso dicho, Ángela sufrió en sus carnes lo que toda mujer más teme. Y fue aún peor al no ser capaz de controlar su cuerpo a voluntad y permitir que su cuerpo ansiara las atenciones de esa mujer convertida en un hombre bien dotado y dispuesto a obligarla a disfrutar de esa infernal noche. Como una esclava atada a la cama, pero sin ataduras físicas, Ángela tuvo que ver y sentir como se entregaba a ese monstruo una y otra vez hasta que perdió el conocimiento.

Al volver en sí, vio de nuevo a Nicole Van Karmila en su forma femenina de pelo rojo. Pero a diferencia de antes, ya no estaban solas; su familia entera estaba ante la puerta con rostro enfurecidos y dolidos por lo que veían... Ángela estaba desnuda y vulnerable en la cama, apenas cubierta por una fina sábana blanca.

Ella vio a la pelirroja ya vestida a punto de marcharse, su padre y hermano mayor intentaron detenerla, pero fue en vano. La pelirroja tuvo el descaro de despedirse de ella con un beso a distancia antes de salir por la ventana y caer al vacío, desapareciendo en la noche. Esa fue la última vez que la vio.

Toda su familia se acercó a ella mientras se apoyaba sobre una mano, dolorida y agotada. Ellos le hablaban preocupados y tristes por lo que había sufrido, intentando consolarla, pero ella no los escuchaba. No oía nada, ni sentía nada, salvo una cosa, quería vengarse.

Nunca volvería a ser la misma, ni sería la misma con su familia, ni con los humanos.

Academía Carmesí (Carmesí I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora