Capítulo XXVII. Cara a cara

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A pocos minutos de la medianoche, la familia inmortal estaba reunida ante la chimenea de la sala de estar. Pronto sería hora de ir de caza por el bosque todos juntos, como era tradicional hacer. La que faltaba en aparecer era Ángela, y era extraño que se retrasara. Dorian estaba preocupado por ello, no como sus padres y su hermano James, los cuales estaban tranquilos.

-¿Qué ocurre, Dorian? -preguntó su padre, quien estaba a su espalda con una copa de vino en mano-. Te veo inquieto.

-Lo estoy, padre -aseguró Dorian de pie ante la chimenea, mostrando su preocupación en el rostro-. Ángela está tardando en demasía. No es propio de ella.

-¡Relájate! -le pidió James levantándose del sofá donde estuvo tumbado cómodamente. Estaba algo cansado de esa preocupación tan enfermiza que tenía su hermano mayor por su hermana-. La princesita seguramente está eligiendo qué ponerse para la cacería.

-Sí, es posible, pero...

-¡Mi señor!, ¡mi señora!

Uno de los vampiros guerreros que servían a la familia entró sin previo aviso a la sala arrodillándose ante todos al instante de entrar. Todos se sorprendieron de ver que se trataba del capitán. La primera en acercarse a él fue Angelina.

-¿Qué ocurre, Capitán?

-Mi señora, ha pasado algo terrible -anunció el vampiro con los colmillos a la vista-. ¡La princesa no está en sus aposentos! ¡Nadie la ha visto desde la otra noche!

-¡¿Cómo dices?! -exclamó ella. Su marido e hijos se mostraron igual de alarmados.

-Hace unos minutos -empezó él, sin levantarse ni alzar la vista-, uno de nuestros hombres regresaba de su patrulla cuando en un río muy cerca de aquí encontró a una manada de lobos masacrada. Los reconoció; era la manada que siempre estaba con la princesa, lo sabemos por el macho alfa, Fuji.

-¡¿Masacrados?! -preguntó Dorian-. ¡¿Todos ellos?!

-Fuji seguía con vida cuando le encontraron, pero ha muerto al poco de traerlo aquí. -continuó el capitán-. Lo único que pudimos saber gracias a él es que Ángela estaba en el bosque con los lobos cuando de repente apareció una mujer de pelo rojo. Esta cogió en brazos a la princesa desmayada, y los lobos intentando salvarla fueron cortados en pedazos al vuelo, como si el propio aire actuara a voluntad de esa mujer.

Al oír eso, Angelina se puso pálida.

-Dios mío... No... ¡no es posible...!

Todos la vieron temblando de miedo, cosa nunca vista. Ella temblaba como una hoja con los ojos abiertos y una expresión en el rostro totalmente preocupante. Al verla así, Víctor se acercó a ella y la agarró por los brazos intentando calmarla, pero ella se apoyó en él sin dejar de temblar, estaba aterrada y asombrada.

James y Dorian la miraron junto al capitán, quién se puso en pie.

-Es ella -murmuró Angelina con las manos cerradas en el pecho de su marido-. Esa zorra sigue con vida. ¿Pero cómo?

-¿Angelina? -la llamó Víctor confundido-. ¿Qué pasa?, ¿qué estás diciendo?

-¿Madre? -dijo Dorian observándola junto a James igualmente confundidos.

-Tiene que ser ella. Nos ha engañado. Me ha engañado a mí -Angelina se separó de Víctor pensando en voz alta-. Esa desgraciada me hizo creer que moría quemada delante de mí para así seguirme y...

-¡Mi señora, no puede ser! -exclamó el capitán al entender lo que ella decía. Todos le miraron-. ¿Acaso aquella vampira está...?

-¿Aquella vampira? -repitió Víctor con el ceño fruncido, pero enseguida entendió todo y miró a su esposa-. Angelina, acaso es...

-No puede ser otra; esa descripción, ese poder... -afirmó la vampira girándose a todos-. Es Karmilla y tiene a Ángela, tiene a nuestra Ángela.

Todos quedaron de piedra, incrédulos de que fuera la misma vampira que dieron por muerta hace unas horas. Angelina no quería creerlo, pero todo indicaba que así era. Su peor enemiga, la de todos los vampiros que deseaban la paz con los humanos, tenía en sus manos lo que había jurado tener, a Ángela, la hija de los reyes y la futura Reina Carmesí.

-¡Que preparen patrullas de búsqueda! -ordenó Víctor al capitán-. ¡Que busquen por todo el bosque y los alrededores! ¡Que no regresen hasta dar con alguna pista de Karmilla y nuestra hija! ¡¡¡Rápido!!!

El capitán le obedeció saliendo de allí velozmente. La familia también se puso en marcha para participar en la búsqueda. El castillo quedó vigilado solamente por un par de guardias en la entrada. Nadie creía necesario tener tan vigilado el lugar. Lo que nadie sabía, es que la enemiga y la misma princesa estaban más cerca de lo que pensaban. En un lugar inesperado.

-¡Pero qué hatajo de idiotas! -murmuró Karmilla, oculta en las sombras y burlándose de la seguridad de los Reyes.

* * *

Sus ojos empezaban a abrirse al dejar de sentir ese sueño repentino. Su vista se aclaró y se vio en su habitación a oscuras, tumbada en la cama con un leve dolor de cabeza. Lo que había pasado antes de desmayarse era algo confuso, pero aun así intento recordar. Estaba con sus amigos los lobos, con Fuji junto al río del bosque, cuando de repente apareció una mujer y eso era todo lo que Ángela recordaba, solo consiguió confundirse aún más.

Ángela se puso en pie mareada y tambaleándose. Todo a su alrededor se movía de un lado a otro impidiendo que pudiera andar recta. Zigzagueando llegó a la pared junto a la puerta, con una mano en su rostro y sintiéndose mareada como nunca lo ha estado. No sabía cómo había llegado allí y lo más extraño es que no sentía la presencia de su familia en todo el castillo. Lo que sí sentía era una sola presencia, la de aquella mujer de pelo rojo detrás suyo.

-Veo que ya estás despierta, princesa.

Ángela se volvió rápido y al hacerlo se mareó tanto que cayó de culo al suelo. A duras penas veía a la mujer pelirroja apoyada en la ventana abierta por donde entraba una brisa suave. Ahora dicha pelirroja no llevaba la capucha sobre la cabeza, pero al estar de espalda a la luz de la luna no se le veía aún el rostro, solo su larga y ondulada melena roja como la sangre.

Academía Carmesí (Carmesí I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora