Capítulo XLV. El Verdadero Rostro de la Reina

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La habitación quedó en silencio, con Gina petrificada por lo ocurrido y oído, entonces se derrumbó hasta quedar arrodillada en el suelo con el rostro cubierto con sus manos, empapándose de sus lágrimas. Ángela no tardó en acuclillarse a su lado, rodeando sus hombros con los brazos.

―Siento mucho que ella haya reaccionado así, de verdad ―dijo Ángela sonando absolutamente sincera. Gina se acurrucó contra ella, llorando a moco tendido―. Hubieras deseado que hubiera reaccionado de otra forma, ¿verdad?

―Hubiese preferido que las cosas fueran como antes ―dijo Gina contra su pecho―. Quisiera que Sarah siguiera siendo mi mejor amiga, como siempre hemos sido. Quiero que vuelva conmigo... La quiero como a una hermana, ¿es demasiado pedir?

―Me temo que para ella sí.

Para Gina fue doloroso escuchar aquello último, aunque fuera verdad. Gina se acurrucó en Ángela con fuerza, queriendo coger fuerzas a través de ella, Ángela la abrazó con fuerza, queriendo consolarla como fuera.

En el fondo, Ángela también quería que Gina recuperara a su amiga de infancia, pero sabía al igual que ella que eso ya no era posible.

Sarah dejó muy claro que estaba enamorada de Gina y que no aceptaba su relación íntima con un monstruo bebedor de sangre que hasta ahora había cometido varias atrocidades imperdonable. En el fondo, Ángela estaba de acuerdo con las acusaciones de Sarah, pero eso no significaba que tuviera que castigar a Gina por querer estar a su lado. En eso no la perdonaba.

Gina sabía muy bien que no podría recuperar nunca la amistad de Sarah, no ahora que entendía que los sentimientos de Sarah eran otros. Solo podría recuperarla si dejaba a Ángela y se juntaba con Sarah como pareja. Ese era claramente el deseo de Sarah, y obviamente no haría eso.

Amaba demasiado a Ángela como para considerar eso. Se moriría si llegara a hacerlo.

Perder a Sarah era un precio que muy a su pesar tendría que pagar para estar con Ángela.

―Lo siento mucho, Gina... ―se disculpó Ángela de repente―. De haber imaginado que Karmila aparecería y utilizaría a Sarah de esta forma... no te habría hecho pasar por esto. Me habría mantenido alejada.

―No te disculpes por algo que no habrías podido prever ―dijo Gina. Apoyó las manos en sus hombros para apartarse y poder mirarla a la cara―. No creo que nada hubiera sido diferente. Habría pasado de una y mil formas distintas. Las cosas pasan por una razón, están predestinadas a ser ―hizo una pausa―. Yo estaré bien. Así que, por favor, no te culpes por todo lo malo que me pasa.

Ángela la escuchó sin interrumpirla. La miró en todo momento

―Deja ya de mentirme...

―¿Eh?

Sin esperarlo, Ángela arrastró a Gina contra su cuerpo para abrazarla con suma fuerza, a tal punto que a Gina le dolió un poco. Pero ese dolor pasó a un segundo plano cuando la rubia quedó petrificada cuando notó la boca abierta de Ángela contra la piel de su cuello, concretamente en la zona entre su cuello y su hombro; su lugar favorito donde besarla. Lo que la dejó petrificada fue el ligero roce de los colmillos de la vampira contra su piel cálida y dulce.

La sensación de sentir esos colmillos, la sensación de que esos colmillos pasaran de rozar a perforar su piel para extraer su sangre y beber de ella hizo que no se resistiera en absoluto. No sentía ningún miedo, se sentía tranquila, en paz. Por ello no se resistió cuando Ángela poco a poco la inclinó hacia atrás hasta tumbarla en el suelo con ella pegada a su cuerpo, abriendo paso su cintura entre las piernas de la rubia, sin dejar espacio entre sus cuerpos.

No supo cuánto tiempo estuvieron así, pero a Gina no le importó. Solo quería que hiciera lo que tuvo que hacer hace días atrás, cuando tuvieron relaciones sexuales. La animó a ello posando una mano sobre su cabeza y otra la cerró contra su omóplato. Estaba lista.

Gina esperó, pero pasó el tiempo y nada ocurrió. Ángela siguió chupando su piel, pero no la mordió del todo, solo la rozó con sus colmillos. Entonces, se apartó y se apoyó en sus manos contra el suelo hasta estar a cuatro patas sobre Gina.

―¿An... Ángela?

―Deja de decir que estás bien cuando no es así, por favor ―murmuró la vampira en bajo.

Gina la miró preocupada. Apenas veía su rostro con los mechones colgando, pero entonces quedó muda cuando al fin apartó los mechones y mostró su rostro; su verdadero rostro.

―Has sido engañada y manipulada por la persona que amas ahora ―murmuró la vampira mirándola con sus ojos de color rojo intenso, con sus colmillos puntiagudos asomando por debajo del labio superior―, has estado a punto de morir en manos de una vampira sádica y obsesionada por la persona que amas ahora, has sufrido heridas que te han dejado una marca permanente, has sufrido humillaciones por la persona que amas... y acabas de perder a la persona que considerabas una hermana por culpa de la persona que amas ahora ―con cada frase fue cerrando las manos contra la alfombra que había debajo de Gina, con tal fuerza que acabó destrozándolo―. Por favor... Nadie en su sano juicio estaría bien después de sufrir todo eso en tan poco tiempo. Así que no mientas.

Gina se reconoció a sí misma que ese rostro aún le daba miedo. Pero aun así no le mostró temor alguno a ella, a la persona que más amaba.

―No te he mentido. Estoy bien.

Al instante Ángela dio un fuerte puñetazo contra el suelo, justo al lado de la cara de Gina.

―¡¿Y cómo es eso posible?! ―gritó en un gruñido, pegando la nariz a la de Gina―. ¿Cómo puedes estar bien después de todo lo que has tenido que sufrir por culpa mía? ¡¡¿CÓMO?!!

Ni el golpe, ni la intimidación, ni el fuerte grito lograron doblegar a Gina para que se asustara o apartara de Ángela y saliera corriendo de allí, que era lo que la vampira esperaba lograr. En vez de eso, la humana de cabellos dorados y ojos azules alzó ambas manos y con ella sostuvo el terrorífico rostro de la inmortal que amaba por encima de todas las cosas, sorprendiéndola con ello.

―Porque... soy tuya, soy tu amiga y amante por el resto de mi vida, por y para siempre.

Academía Carmesí (Carmesí I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora