Una vez que se marchó del comedor donde se estaba celebrando la fiesta con música y bailes, Gina no se marchó directamente a su dormitorio a dormir, sino que decidió dar un paseo relajante por los solitarios y silenciosos pasillos del centro, ensimismada en sus pensamientos.
No negaba que la marcha de Sebas y Edu, el distanciamiento de Sarah, lo ocurrido con esa Karmila y todo aquello le hubiera pasado factura y ahora no se sintiera como la chica de dieciséis años que entró en esa academia por primera vez como muchos otros con ella. Todo había cambiado.
Todo eso le hizo recordar lo que le ocurrió cuando era muy pequeña, cuando sus padres habían muerto por culpa de un conductor que los atropelló a ambos y se dio a la fuga y al cual nunca pudieron detener para que pagara por su crimen. Debido a esa desgracia, ella tuvo que irse a vivir con los únicos parientes que tenía; sus tíos paternos, los cuales tenían dos hijos de más o menos su edad. Aquello fue el comienzo de una vida... no deseada para ella en absoluto.
Al instante le vinieron muy malos recuerdos que creía bien encerrados en lo más profundo de su memoria. Cerrando los ojos con fuerza intentó volver a meterlos allí.
«¡No!, no pienses en eso ahora. Olvídalo. Nunca volverás allí».
―¿Qué haces aquí sola?
En algún momento, sin percatarse, Gina había acabado en el jardín central de la academia donde se encontraba el gran árbol. Tan ensimismada estaba que aquella voz la había pillado por sorpresa, haciendo que abriera los ojos de golpe. Entonces pudo ver ante sí un par de botas negras de tacón bajo que nunca había visto antes. La voz en cambio si la conocía, y muy bien.
Poco a poco fue alzando la mirada, recurriendo la figura de la persona que más amaba en ese mundo lleno de tinieblas y sufrimiento, la única persona que lograba sacarle una sonrisa sin ningún tipo de esfuerzo. Vio ante sí a Ángela, que en ese momento no vestía con el uniforme académico, sino con ropas más casuales; un pantalón de cuero negro y una camisa azabache a medio abrochar.
No importaba lo que lleva o dejare de llevar, Ángela era preciosa ya de por sí.
―Buenas noches ―la saludó con una sonrisa feliz―. Deseaba mucho verte.
―El deseo es mutuo, créeme ―dijo mientras se acercaba para al final rodear su cintura con ambos brazos―. ¿Qué haces por aquí? ¿No hay una fiesta de despedida en el comedor escolar?
―Y así es. He estado allí hasta hace un rato con unos amigos. Iba a retirarme a descansar después de dar un ligero paseo ―Gina no pudo evitar oler el cuello de Ángela mientras le correspondía el abrazo―. ¿Estabas preocupada por mí?
―Es muy posible, sí. No es algo que pueda evitar ya ―confirmó Ángela sin rodeos. Gina se ruborizó un poco al escucharla―. Ahora tu y yo estamos juntas, ¿recuerdas?
A Gina le brillaron los ojos al recordar lo que ambas hicieron días atrás
―Cómo no hacerlo. Desde aquella noche... que me entregué a ti. Lo recuerdo muy bien.
Ángela la apartó lo justo para mirarla a los ojos.
―¿Acaso... te arrepientes?
―¡Claro que no! ¡Para nada!
―Entonces, ¿porque tenías esa cara de angustia hace unos instantes?
Aquella pregunta puso en alerta a Gina, quien miró a la vampira con temor en los ojos.
¿Acaso le había leído la mente y...? No, Gina se negaba a creer que Ángela hubiera roto su promesa de respetar sus pensamientos y no invadirlos nunca sin su permiso. El temor de su pasado le hacía pensar lo peor. Y ese temor hizo que bajara la mirada, temblando de la cabeza a los pies.
Ángela pudo sentir el corazón de Gina acelerado debido a algo que le preocupaba en desmedida, y eso hizo que se sintiera frustrada. Le había prometido no invadir sus pensamientos, pero en momentos como ese deseaba romper su promesa con tal de poder consolarla como quería.
No hacía falta ser muy lista para ver que a Gina le preocupaba algo de su pasado. Ángela también tenía uno y se lo había contado con pelos y señales, pero eso no significaba que Gina tuviera que hacer lo mismo. Gina no era igual a ella, y no solo por su naturaleza humana.
Así pues, a Ángela solo se le ocurrió lo único que podía hacer para aliviar sus preocupaciones. Cogió a Gina por los hombros y la empujó suavemente, haciéndola retroceder hasta el gran árbol que estaba a su espalda. Confundida, Gina vio como Ángela, la abrazaba y se inclinaba en la zona donde se unían su hombro y su cuello para empezar a olerlo y rozar con sus labios su piel dulce y cálida.
Ante la sensación de la lengua en la piel, Gina se estremeció de placer sin poder evitarlo.
―A-Ángela... ¿Qué...?
―Lo siento. Estoy al límite ―murmuró Ángela junto a su oído, sonando ronca de excitación antes de mordisquear ligeramente su ojera―. Te necesito... como tú me necesitas a mí.
Mientras la escuchaba hablar, Gina pudo sentir que las manos de Ángela, la acariciaba por encima y por debajo de la ropa por igual. Una de las piernas se abrían paso entre las suyas e incapaz de moverse al estar entre Ángela y el árbol, no pudo resistirse, ni quiso hacerlo debido a las placenteras atenciones que ya le estaba dando en el cuello mientras le desabrochaba la camisa hasta el escote.
―Ah... Espera, por favor...
―No puedo... ya he esperado demasiado.
Ángela no se detuvo en su afán de seducir a Gina en ese momento y en ese lugar. Dejó por el momento su cuello para pasar a besarla en los labios mientras agarraba las manos de ella para subirlas por encima de su cabeza y sujetarlas contra el árbol con una sola mano y teniendo una mano libre para seguir desabrochando la camisa hasta abrirla del todo, dejando el sujetador a la vista.
Gina en todo momento pudo sentir el hambre de Ángela por ella; un hambre que poco a poco nació en ella también. Quiso detenerla, pero la excitación la invadió como a Ángela.
Desde aquella noche apenas se habían cogido de la mano o besado castamente, ya que Gina debía estudiar para los exámenes que tenía pendientes por hacer. Por ello, Ángela había decidido dejarla concentrarse aunque no dudara de su capacidad de aprobarlo todo sin dificultad.
Mientras Ángela besaba a Gina con fervor, metiendo su lengua en su boca, la mano que tenía sobre los senos de ella finalmente se deslizó por debajo de las copas del sujetador. Al sentir aquello, Gina recuperó un poco de sensatez a pesar de la agradable sensación que sentía cuando el dedo índice y pulgar empezaron a apretar uno de sus pezones.
―Espera, por favor ―suplicó ella entre gemidos―. Aquí... puede vernos alguien...
―No te preocupes ―dijo Ángela mientras se relamía los labios―. Nadie va a pasar por aquí sin que yo les oiga a metros de distancia.
―Pero, aun así...
―He tenido que esperar una semana entera para poder tocarte y besarte como quiero, como tú quieres. Tuve que conformarme con besos casto y poco más ―la vampira pegó la frente con la suya, mirándola a los ojos―. Tienes tantas ganas como yo, ¿no es así? Dime que es así, por favor.
Gina no pudo contradecirla, ni quiso hacerlo. Realmente había querido volver a estar con Ángela como aquella primera noche. No había tenido suficiente con aquellas pocas horas. Necesitaba más, mucho más. Pero, aun así, no se sentía preparada para hacerlo en un lugar donde pudieran pillarlas en una situación tan íntima, en algo que debía ser solo de ellas y de nadie más.
―Por favor, no lo hagamos aquí. Vamos a tu habitación. Quiero... participar también.
Aquellas palabras excitaron enormemente a Ángela, quien sonrió complacida.
―Muy bien, como desees ―aceptó antes de lamerla en el cuello de nuevo estremeciéndola―. Pero ten por seguro de que algún día te follaré aquí mismo, sin rechistar.
Esa promesa hizo que Gina se pusiera más roja que un pimiento y sintiera que le hervía todo por dentro como una olla a presión a punto de ebullición. Entonces, sin poder tener tiempo para abrocharse de nuevo la camisa, Ángela la arrastró consigo hacia algún lugar.
―¿A dónde vamos?
―A tu habitación ―respondió la vampira―. Quiero tomarte en tu cama también.
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Academía Carmesí (Carmesí I)
VampireLibro 1 de la trilogía Carmesí. La Academia Carmesí es un centro donde solo son admitidos los estudiantes más inteligentes y atractivos de sus respectivos países. Lo que algunos no saben es que coinciden con vampiros que desean la coexistencia entre...