Capítulo LXII. Una Navidad Agridulce

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Cuando llegó la noche, Dorian se encontraba sentado al borde del tejado de la mansión, observando el paisaje nocturno nevado bajo la luna llena. Era un paisaje que le reconfortaba.

Tras dejar a su hermana con Gina, él se había marchado y estuvo deambulando por el centro y por los dormitorios femeninos donde se encontró con una u otra estudiante de último curso que no se lo pensó dos veces de irse con él a dar un paseo y a algo más.

Ese algo más fueron sexo duro y sangre entregada voluntariamente para después olvidarlo todo gracias al poder hipnótico de los vampiros de alto nivel; cosa que Dorian era.

Aquello se repitió dos o tres veces más durante esa tarde, hasta que estuvo saciado y satisfecho del todo. Calmado. Y tranquilo.

En su interior aún estaba dolido por la decisión tomada, pero entendía que era la correcta.

No podía tener a Ángela como pareja total, sólo como madre de sus futuros hijos. Y eso sería dentro de un largo tiempo. Eran inmortales. No había ninguna prisa. Y no quería que Ángela tuviera presión de ese tiempo ahora que había encontrado a su alma gemela, aunque esta fuera mortal.

¿En un futuro tal vez acabaría convirtiendo a Gina en vampiresa? ¿Quién sabe?

Él seguiría a su lado como su hermano mayor. La protegería a toda costa. Con eso le bastaba.

―Así que estabas aquí.

Dorian sintió que su paz de hacía pedazos como un cristal al escuchar la voz molestamente cantarina de su hermano menor James. Suspirando pudo oír que él se desplazaba hasta el borde para sentarse a su lado, a pocos centímetros de separación.

―¿Qué te ocurre, hermano? ―preguntó James con humor―. ¿Te duele el rechazo de Ángela?

―Pierdes el tiempo intentando molestarme con eso, James.

―¡¿En serio?! ―James miró a su hermano, verdaderamente sorprendido―. ¿De verdad no te afecta?

―No me afecta... ―Dorian giró la cabeza hacia él― por qué yo he terminado con ella.

Si James alguna vez lo habían sorprendido, aquello lo superaba con creces. No estaba que su hermano mayor, que amaba de una forma casi obsesiva a Ángela, hubiera terminado con su relación así por las buenas, dejando vía libre a la humana. No entendía nada, y eso le molestaba.

―No te entiendo, hermano ―dijo él enfurruñado, cruzando los brazos―. En absoluto.

―Yo tampoco te entiendo a ti y lo que haces con esa humana ex-amiga de Gina. ¿Por qué lo haces? ―preguntó, intentando saber los motivos―. ¿A qué estás jugando con ella en realidad? Sabes perfectamente que con esto solo conseguirás que Ángela acabe matándote de verdad.

―Eso no me preocupa en absoluto ―James recuperó su actitud chulesca y despreocupada―. Hago lo que hago solamente por diversión.

―¿Piensas matar a esa chica, a Sarah? ―preguntó Dorian con trampa, mirando de reojo a su hermano―. No me digas que estás enamorado tú también, porque no me lo creo.

―Cree lo que quieras, pero te recuerdo que no eres quien para juzgar mis acciones. ―dijo James, ahora serio―. Haré con la humana lo que quiera, se ponga como se ponga Ángela.

Dorian sabía que James era igual de cabezota que él mismo y que Ángela. Por ello sabía que era inútil intentar razonar con él. En el fondo sentía lastima por la humana, pero no era asunto suyo.

―Tu mismo. Luego no digas que no te avisé.

Con eso dicho James desapareció de allí, cansado de aquella charla.

Academía Carmesí (Carmesí I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora