Capítulo L. Por las Personas que Amamos (Parte 1)

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El día llegó blanco, aquella noche había nevado por primera vez. La luz clara e intensa que provocaba las nueve se filtraba por entre las cortinas que cubrían las ventanas de la habitación. En ese momento, Gina se encontraba de pie ante la ventana, mirando el paisaje blanco de esa mañana por uno de los extremos de la cortina para no molestar. Al otro lado de la ventana pudo mirar a Ángela, durmiendo profundamente en la cama. Le reconfortó ver que dormía plácidamente. Ella lo necesitaba, sobre todo después de contarle el motivo de su dolor.

Ya me siento mejor.

¿Seguro? ―preguntó Gina. Ángela asiente―. ¿Qué ha pasado?

Ángela mira a Gina y ve su preocupación y angustia. No quiere meterla más en sus problemas, pero sabe que es muy insistente y que no cesará hasta saber qué pasa. Confiaba en ella, en su sinceridad y su corazón, pero no desea verla dolida por sus desgracias.

Entonces Ángela se aparta de Gina para tumbarse de espalda en la cama a su lado. Antes nunca se hubiera preocupado por el dolor de los humanos. De repente empieza a reír con ironía.

Ante eso, Gina la mira preocupada.

¿Ángela?

Perdona, no es nada ―ella mira a Gina y le acaricia el rostro con ternura―. Estoy bien. Tranquila. ―hace una pausa para tumbarse de lado, de cara a ella―. Perdona que te preocupe tanto ―apoya su cabeza sobre su mano apoyada en el codo―. Nadie diría que soy la Reina Carmesí, no como estoy ahora.

Que los demás piensen lo que quieran ―dijo Gina con firmeza y determinación―. Eres libre de ser como quieras, y puedes hacer lo que quieras cuando quieras.

Ángela la miró gratamente sorprendida y agradecida por sus palabras, las necesitaba.

No sé qué te ha pasado para que estés así, pero estoy contigo, ahora y para siempre.

Lo sé ―dijo Ángela mostrando una sonrisa aliviada y suave.

Gina quiso decir algo más, pero Ángela se le adelantó agarrándola por la nuca para acercarla a sus labios y besarla con gratitud y cariño. Gina se lo corresponde, aliviada de verla más calmada. Pudo sentir como la lengua de Ángela entraba en su boca y la excitaba con el danzar de sus lenguas.

Se entregó a ese beso excitante por completo, como siempre hacía cada vez que estaban juntas en la cama. No importaba que hubieran tenido sexo hace unos instantes, siempre deseaban más la una a la otra.

Entonces, Ángela se apartó, aunque fue un esfuerzo hacerlo. Miró a Gina a los ojos.

Mi madre quiere dar caza a Karmila ella sola y Dorian apenas me habla desde que estamos juntas ―soltó ella, sacándolo todo de una vez―. Eso es lo que me pasó antes ―dejó caer la cabeza rendida en la almohada―. Que mi madre vaya a marcharse en busca de esa psicópata y que Dorian aún no acepte lo nuestro... ha acabado por derrumbarme.

A Gina le dolió mucho lo que le había contado, y el efecto que tuvo en ella.

Ángela...

Yo debería ir a por Karmila y terminar de una vez por todas con ella. Ella es mi presa.

Gina pudo ver en los ojos de Ángela el puro odio y sed de venganza contra esa vampira; Gina no pudo evitar sentir lo mismo en ese momento, de pronto sintió un aguijonazo en su pecho; concretamente en la marca ya curada de su pecho.

El gesto que hizo Gina al tocarse el pecho no pasó desapercibido para Ángela.

¿Te duele? ―preguntó, posando su mano sobre la de Gina, mirándola preocupada.

Academía Carmesí (Carmesí I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora