Capítulo LV. Cosas que se Hacen por Amor (Parte 2)

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Esas lágrimas y esas palabras llegaron al corazón de Dorian y Gina, aguantando las ganas de llorar también. En lugar de eso, ambos se miraron unos instantes y asintieron mutuamente.

Dorian agarró a Ángela para volverla y tenerla de cara él, entonces la agarró del rostro con ambas manos y volvió a besarla como antes, saboreando sus lágrimas saladas. Ante ese cortejo tan conocido y querido ella quiso poner sus manos sobre las de él, pero Dorian no la dejó. Agarró sus muñecas y la obligó a estirarlas hacia abajo, a los costados de su cuerpo.

Ángela no entendió ese gesto hasta que notó las pequeñas y cálidas manos de Gina deslizarse por sus hombros para quitarle la chaqueta de cuero negra que se había puesto para el paseo de antes. Ante eso ella intentó volverse y mirarla, pero su hermano no la dejó, y no tuvo más remedio que dejarse hacer por ellos dos.

Cuando Gina le quitó la chaqueta la lanzó lejos para entonces acurrucarse contra su espalda, apartar su larga melena oscura y besarla por los hombros y la nuca mientras sus manos se deslizaban por los costados, excitando a la vampira, hasta llegar a la obertura de la camisa a cuadros roja y negra para empezar a desabrochar botón a botón hasta abrirla y hacer lo mismo que con la chaqueta de cuero.

Durante ese tiempo Dorian la sedujo con sus labios en la boca o en el cuello, oyendo sus gemidos de placer por sus besos y por las caricias que Gina le daba mientras la desnudaba. Al sentir los labios y los dientes de Gina sobre su piel, Ángela gemía entre los labios de Dorian.

―Gina... ―dijo ella entre besos, sintiendo los brazos de la chica rodeando su cintura para alcanzar el broche del cinturón y la cremallera de los pantalones para poder abrirlos y bajarlos por sus piernas, pero sin las bragas. Notó que tampoco le había quitado el sujetador―. ¿Qué haces?

―Prepararte para la ocasión ―dijo Gina una vez de pie detrás suyo, al oído, mordiendo su lóbulo, como Ángela muchas veces había hecho.

Tanto Ángela como Dorian se rieron de la ocurrencia de la rubia. Gina estaba dejando la timidez a un lado y volviéndose más atrevida. A Ángela le complacía eso. Se apoyó contra el pecho de Dorian para ayudar a Gina a quitarle los botines y así quitarle los pantalones al fin. Con eso último Gina se apartó, y Dorian dejó de besarla para apartarse, y contemplarla de arriba abajo.

Vio a su hermana y prometida ahora vestida solamente con su ropa interior de encaje negro, elegante y seductor como ella misma, mientras Gina estaba a su lado, en una pose sexual y tímida.

―Ambas sois muy hermosas. Dignas diosas del Olimpo ―halagó él.

Gina se ruborizó sobre el hombro de Ángela mientras está se reía encantada. Entonces ambas vieron que él también se ponía cómodo aflojando sus ropas antes de volver a sentarse en su butaca.

―Tomaos vuestro tiempo ―dijo él tomando su copa de champán―. La noche es larga.

―¿Quieres esperar? ―preguntó Ángela sorprendida―. ¿No quieres unirse aún?

―Quiero que Gina se sienta lo más cómoda posible conmigo ―respondió él señalando a la dicha con su copa― ¿Qué mejor forma que preparándola tu misma mientras observo?

Ángela dudo de querer hacerlo así, por ello miró a Gina, quien estaba ruborizada entera, con las manos tiritando levemente. ―¿Quieres hacerlo así?

―S-Sí ―tartamudeó Gina, muy nerviosa pero también impaciente―. Adelante.

Ángela pudo entender el nerviosismo de Gina al tener a Dorian como espectador de sus actos sexuales antes de pasar a participar. Pero entendía lo que quería hacer Dorian. Quería introducirla en el kamasutra de un modo suave, ya que ellos ya habían pasado del sexo tradicional hace siglos.

Academía Carmesí (Carmesí I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora