Capítulo LI. Por las Personas que Amamos (Parte 2)

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Gina no quiso insistir más, entendía los motivos de Ángelina. Una madre hacía lo que fuera por su hija, o eso se decía. Al menos había intentado convencerla y le había informado de cómo se lo había tomado Ángela. Tal acercamiento e involucramiento de Gina en el asunto familiar hizo que Gina se sintiera como familia. Gina vio marcharse a Ángelina del salón, dejándola a solas con Dorian.

A Gina no le gustó quedarse a solas con él, pero por Ángela haría un esfuerzo por congeniar con él. Quiso dar el primer paso y hablar, pero al girar la cabeza y mirarle, vio que ya no estaba en su silla sentado. Había desaparecido... o eso pensó. De repente una mano grande y pálida se apoyó en la mesa junto a una de las suyas, y notó el aliento de él en su nuca. Lo tenía detrás.

―¿Te lo has pasado bien? ―preguntó Dorian a su oído con voz ronca y molesta.

Ella quedó petrificada, tomó aliento antes de hablar.

―Yo solo quería...

―Si lo que quieres es consolar a Ángela para que no esté triste por nuestra madre... ¿por qué no te la follas mejor? ―propuso él―. A mi hermana le encantaría que pusieras un poco de tu parte también, como cuando estuviste drogada y ebria en sus manos la primera vez que estuviste aquí.

Ese comentario enfureció a Gina. Estaba claro que él intentaba hacerla enfadar, y lo estaba consiguiendo. El temor de antes se echó a un lado para dejar paso al desafío y enojo. Ella le apartó para poder ponerse en pie y mirarlo de frente, enfadada y molesta, sin ocultarlo. Él la miró con una sonrisa petulante y con las manos cogidas a la espalda, esperando su reacción.

―¿Por qué eres así conmigo y con ella? ―preguntó Gina―. ¿A qué viene ese rencor?

―¿No lo sabes? ―preguntó él disimulando sorpresa―. Me decepcionas, cariño.

Ante sus propios ojos, Gina vio como Dorian desaparecía... incluso antes de que pudiera parpadear ya Gina lo tenía a su espalda; la obligaba a poner las dos palmas de las manos sobre la mesa del salón, pegándose Dorian a su espalda y poniendo su pene en su trasero, denotando su hombría.

Gina dio un pequeño grito de sorpresa y estuvo asustada de las intenciones del vampiro, pero enseguida se recuperó para no mostrar temor hacia él. Lo difícil era no reaccionar ante el olor almizcleño de él al tenerlo pegado detrás, y aún menos cuando él se inclinó sobre su hombro y empezó a acariciarla por debajo de sus ropas.

―Soy así con vosotras porque una me ha quitado tiempo con mi amada prometida y la otra le dedica más tiempo a su amante humana que a su futuro marido ―dijo él mientras deslizaba una de sus manos por su vientre hasta llegar a uno de los pechos y apretarlo contra la palma, haciéndola estremecer―. Todo sería mucho más sencillo si alguna de las dos pensara en compartir un poco.

―¿Compartir un poco, dices?

Como respuesta, Dorian continuó con su toqueteo hasta que endureció el pezón de ella y pasó al otro; mientras tanto, su otra mano no tuvo reparos en introducirse entre sus piernas obligándola a abrirlas y así tocar su sexo ya húmedo. Todo aquello sin dejar de mirarla a los ojos.

Avergonzada y humillada Gina intentó apartarlo, pero fue inútil. Él era muy fuerte.

―P-Para. Suéltame.

―¿Qué pasa? ¿Te da vergüenza admitir que te gusta el tacto de un hombre sobre tu piel? ―preguntó él con voz ronca contra su oído y lamiéndolo con la punta de la lengua.

Gina intentó ladear la cabeza. Su corazón estaba acelerado y aterrado―. Tu cuerpo reacciona, pero eso en realidad no te gusta nada, ¿verdad?

Gina quería soltarse y salir corriendo, pero su cuerpo era de una opinión muy diferente. Sin quererlo, ella volvió a colocar las manos sobre la mesa mientras sentía las manos de Dorian sobre su cuerpo, excitándola sin poder evitarlo. De alguna forma, su forma de tocarla era muy similar a como lo hacía Ángela, eso la frustraba mucho. Mordiéndose el labio inferior evitó gemir en alto.

Academía Carmesí (Carmesí I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora