-¿Ángela? ¡Ángela!
Al oír su nombre abrió los ojos de golpe cogida totalmente por sorpresa. Ángela estaba plantada ante la ventana abierta de su habitación, con su hermano Dorian llamándola detrás suyo sacudiéndola con una mano sobre el hombro. Al volver en sí se giró a él desorientada al principio, pero enseguida recordó que estuvo haciendo hasta ese momento.
-¿Estás bien? -preguntó Dorian preocupado-. ¿Qué ha pasado?
-Tranquilo... No es nada -aseguró ella disimulando con una sonrisa-. Estoy bien. Solo... estaba pensando, nada más.
-¿Segura no es nada grave?
-Sí, segura -insistió ella volviendo de nuevo a la ventana-. Deja de preocuparte así por mí. -pidió ella sonando molesta. Entonces, Dorian la abrazó mientras apoyaba su rostro tras el hombro-. Dorian...
-No pidas que no me preocupe por ti, pues, me es imposible no hacerlo.
Ángela no discutió. Entonces recordó que estaba reunida con Gina allí mismo. La buscó con la mirada, pero no la encontró allí.
-¿Y Gina?, ¿dónde está?
-Se marchó hace un rato. La vi en la entrada y dijo que... te habías quedado callada tras decirle quién eras -respondió Dorian-. ¿No te diste cuenta de que se fue hasta ahora?
-No...
-¿En qué estabas pensando cómo para dejarla ir así? -preguntó Dorian en susurro-. Por favor, compártelo, aunque sea conmigo.
-Nada que no conozcas ya -respondió ella fríamente-. Recuerdos que son cada vez peores de recordar.
Dorian entendió perfectamente de lo que hablaba, eso lo entristeció. Que su amada Ángela estuviera así por la reaparición inesperada de Karmila y por los malos recuerdos que está provocó en ella lo frustraba profundamente. No quiso quedarse de brazos cruzados viéndola sufrir por ello, aunque ella lo disimulaba perfectamente. Así pues, la obligó a volverse de nuevo a él entre sus brazos y la besó en los labios de forma apasionada. Ella no lo rechazó, lo recibió de buena manera. Lo necesitaba tanto como a él. Ambos estuvieron juntos en la habitación sin que nadie les molestara.
Ángela pensó en volver a ver a Gina, pero al final lo dejó correr. Decidió dejar que la joven de cabello dorado y ojos azules decidiera qué hacer ahora que lo sabía todo sobre ella y lo que estaba por empezar de aceptar estar a su lado.
Era una decisión difícil, y Ángela también debía pensar qué hacer con todo aquello. Con la ayuda de Dorian se tranquilizó esa noche en su compañía. Él siempre sabía cómo reconfortarla.
* * *
Al día siguiente...
Otro día soleado con los estudiantes preparándose para los exámenes que tocaban esa mañana. No había ninguno que no tuviera un libro o apuntes en mano para ojear y memorizar lo más importante. También estaban los amigos de Gina, quienes también ojeaban sus apuntes durante el desayuno; Gina no parecía muy concentrada en los libros, suspiraba en cada momento.
-¿Qué ocurre, Gina? -preguntó Edu al ver que tenía la mirada deprimida. La rubia lo miró-. Pareces un alma en pena.
-¿Por qué lo dices?
-Desde que empezaron los exámenes estás muy rara, y eso no es normal en ti -dijo Sebas con el ceño fruncido-. Te conocemos desde que empezamos la carrera aquí y nunca has estado así de deprimida y suspirante en cada momento y mucho menos en época de exámenes -Gina lo miró asombrada de que la conociera tan bien-. Te ha pasado algo que nosotros no sabemos y debes decirnos qué es.
-¿Eh?
-¡Nada de "eh"! -exclamó Sebas ofendido y curioso a la vez-. Que estés así es por algún tema amoroso, ¿verdad?
-¡¿P-Pero qué dices?! -preguntó Gina poniéndose roja y muy nerviosa-. ¡Claro que no es nada de eso!
-Vaya, se ha puesto roja. -dijo Edu sorprendido.
-Lo sabía, tiene novio o... novia -dijo Sebas divertido-. Dinos, ¿quién es?
-¡No es nada de eso, por favor! -insistió Gina nerviosa-. Son... cosas personales, pero nada de amores. Es complicado.
-Gina...
De repente Gina se puso en pie -Discúlpenme, voy al baño.
Ella recogió sus cosas y se fue de allí como alma que lleva el diablo. Sebas y Edu estaban confundidos mientras otro par de ojos observaban de cerca a la chica rubia de ojos azules que se apresuraba a los baños con la cara roja y nerviosa.
Una vez sola en los baños, Gina se plantó delante del lavamanos y el enorme espejo, allí inhaló hondo con sus manos apoyada en el borde de cerámica mientras dejaba caer la cabeza hacia delante exhalando, con su melena dorada cayendo como una cascada. Reconoció en su interior que estar con esos dos cotillas era agotador si dejaba claro lo que le pasaba por la cabeza. La suerte es que ni ellos ni nadie de la academia sabían nada de lo suyo, al menos, no los normales.
Nerviosa, se remangó la camisa, abrió el grifo y con las manos llenas de agua se empapó la cara, el cuello y los brazos sin secarse. Ni con eso pudo quitarse ese temblor que sentía que le provocaba el breve recuerdo que tenía de esa casa tras dejar a Ángela en su habitación ensimismada en sus pensamientos tras confesar su identidad y su "don especial" y eso último apenas afectaba a Gina. Ahora se sentía más cercana a Ángela... a la mujer inmortal que amaba. Lo que la tenía en ese estado, a punto de desmayarse por tener la cabeza ardiendo y los nervios a flor de piel, era otra cosa.
Tras dejarla sola, Gina tuvo un encuentro inesperado con los parientes de Ángela y para su punto de vista, no fue demasiado agradable, sobre todo con los dos hermanos de esta. Para ella, eran caras opuestas, pero con las mismas intenciones.
«Karmila tuvo en sus manos a esa vampira, la violó sin piedad y al hacerlo... hizo que esa vampira, quien era buena y amable con los humanos se volviera mala y cruel con los mismos. Ella, con el poder que tenía de nacimiento, era la elegida a ser la Reina de todos los vampiros del mundo. Sí, Gina... esa vampira, soy yo».
Gina tenía grabada en la memoria lo último que dijo Ángela antes de quedarse en silencio en aquella habitación.
Tras contarle aquello, Ángela se apartó de ella y de nuevo estuvo junto a la ventana para no moverse de ahí. De espaldas a ella, sin mirarla y antes de desviar la mirada, Gina pudo ver en los ojos de Ángela el dolor y la humillación que ella sintió aquella trágica noche... Entendió que la buena y amable Ángela desapareció tras aquello para dar paso a la que tenía delante, o al menos la que decía ser desde entonces, pero no estaba tan segura de ello.
Gina no solo vio dolor y humillación, también vio tristeza, entendió que para Ángela era duro contar una cosa así a una mortal que apenas conocía. Gina quería decirle algo para consolarla y animarla, pero no sabía cómo. Nunca había experimentado ese tipo de malas experiencias y en cosas de vampiros tampoco era de mucha ayuda, no con lo que sabía de libros y leyendas.
Se sentía impotente. Lo mejor que se le pudo ocurrir en ese momento fue marcharse para dejarla sola y que pensara con calma. Ya tuvo bastante con que apareciera allí sin avisar y forzarla a contarle cosas por su inseguridad y egoísmo. Se arrepentía de haberla forzado a hablar de ello.
«Lo siento mucho, Ángela», pensó ella antes de salir por la puerta abierta sin hacer ruido.
Caminó por el pasillo hacía la salida con paso apresurado, aguantando las ganas de llorar por lo impotente e inútil que se sentía y durante el trayecto no se cruzó con nadie, ni con Jon ni con la madre de Ángela... y lo agradeció pues, nadie debía verla así. No tardó en llegar al recibidor y ver que estaba despejado de manera que apresuró el paso para irse y de pronto:
―Vaya, vaya... pero si es la dulce Gina.
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Academía Carmesí (Carmesí I)
VampirLibro 1 de la trilogía Carmesí. La Academia Carmesí es un centro donde solo son admitidos los estudiantes más inteligentes y atractivos de sus respectivos países. Lo que algunos no saben es que coinciden con vampiros que desean la coexistencia entre...