Capítulo XXXV. Sentirla en su propia piel

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―No hay duda ―dijo la pelirroja mientras deslizaba una de sus garras por la redondez de uno de sus pechos desnudos. Gina da un gemido al sentirlo―, estás muy bien dotada, putita.

Lo que Gina sufrió en manos de las fanáticas de Ángela era una anécdota comparado con esto. Era increíble que tan solo hubiera pasado unos pocos meses de aquello. Pero era razón de más para ser fuerte y resistir hasta que llegara la ayuda. O eso quería creer.

Sin hacerla esperar, Karmila volvió a tener las uñas normales y así empezó a acariciar los pechos de Gina a placer. Inclinó la cabeza hasta ellos para así sacar la lengua y con ella lamerlos con sumo gusto, como si fueran su helado favorito. La lengua enseguida fue acompañada de dientes y colmillos que rozaron la piel y los pezones. Ante todo aquello, Gina no pudo evitar estremecerse ante las caricias de Karmila, toda su piel se ruborizó y no tardó tampoco en empezar a jadear debido al calor que sentía por dentro.

Estaba claro que la vampira era una maestra en el arte de la seducción sexual, pero aun así, Gina no quiso dejarse vencer tan fácilmente. Resistió la tentación de dejarse llevar apretando las manos con fuerza, pensaba en Ángela y no en el placer que su cuerpo empezaba a disfrutar.

Karmila tuvo que reconocer la fortaleza de esa humana ante sus atenciones íntimas.

―Aguantas muy bien, lo reconozco ―murmuró ella observándola desde abajo sin dejar de masajear los pechos de la chica con cada mano, apretando y rotando los pezones con los dedos―. Pero es inútil resistirse a esto, putita. Mira, estas pequeñas ya están duras. Eres muy sensible.

Gina al final no pudo aguantar más y gimió entre lágrimas de frustración. Karmila se ríe.

―¿Esto es obra Ángela, quizás? ―preguntó de repente al oído. Gina se estremece sorprendida―. Ya veo que sí ―se ríe encantada―. Parece que te ha enseñado muy bien ¿eh?
Gina gruñó entre dientes.

―Relájate que apenas hemos empezado a divertirnos ―la agarró por la barbilla con firmeza―. Esto no es nada comparado con lo que voy a hacerte ahora.

Entonces, la uña de Karmila volvió a crecer y con ella rompió el cordel que sujetaba el pantalón del pijama de Gina, esta cayó hasta los tobillos y dejando las bragas blancas a la vista. «Blanco como la pureza, cómo no» pensó la vampira al verlo mientras que relamiéndose los labios su excitación crecía.

Gina dio un brincó cuando notó como una de las manos de la vampira dejó uno de sus pechos para deslizarse por su piel hacia abajo hasta llegar al ombligo, llegado allí, no se detuvo.

Mirándola a los ojos, Karmila introdujo la mano en las bragas y comenzó a tocar con los dedos el monte de Venus. Al notarlo, Gina gritó echando la cabeza atrás, llorando sin contenerse y gritó aún con más fuerza cuando sintió que dichos dedos entraban dentro de su vagina, excitándola de verdad.

―¡No! ¡Para ya! ¡No me toques!

Karmila ignoró sus gritos y continuó acariciándola entre sus piernas sin dejar de tocar su seno y ahora también lamiendo su cuello estirado. Gina cerró los ojos con fuerza, intentando con todas sus fuerzas resistir la tentación de llegar al orgasmo por las atenciones de esa endemoniada, pero era imposible resistirlo en esas condiciones. Estaba perdida.

―Por favor... para... ―suplicó Gina, sintiendo sus labios y lengua en la yugular.

―¿Por qué, putita? Lo estás disfrutando tanto como yo ―le susurró al oído―. Estás muy húmeda aquí abajo.

Gina sabía que estaba diciendo la verdad. Podía sentir sus flujos deslizándose por sus muslos. Estaba por rendirse del todo cuando de repente la vampira soltó su seno y con la mano libre la agarró por la mandíbula para obligarla a mirarla. Entonces vio que acercaba sus labios a los suyos.

Academía Carmesí (Carmesí I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora