Capítulo XXV. "Y vivieron felices..."

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Un largo tiempo atrás...

En uno de los rincones más frío del mundo llegaba la temporada más fría y dura de todos los tiempos. Las montañas sucumbían a las nevadas y todas sus cordilleras tomaban el blanco color, en los enormes y tenebrosos árboles que se alzaban hasta el cielo, había un castillo majestuoso. En el castillo se decía que vive una familia que pacta con el demonio, que eran seres "bebedores de sangre". O al menos así los llamaban los forasteros y los vecinos.

La gente no se equivocaba mucho, si bebían sangre humana, pero también animal para no encapricharse de la otra y descontrolarse. Esa familia era la más poderosa de los vampiros, solo querían vivir en paz con los seres humanos y todos los miembros tenían unas características físicas en común; pelo negro como la noche y ojos azules zafiros, con mirada fiera como los lobos.

Un miembro de la familia, la más joven en apariencia, era la que más se dejaba ver por la aldea más cercana al castillo... Esa joven aparentaba menos de 20 años, tenía un hermoso cabello negro suelto con algunos mechones cogidos en ocultas trenzas para dejar a la vista su angelical y dulce rostro. A simple vista, nadie pensaría que es una vampira, y mucho menos por sus acciones.

En un día soleado y tranquilo de tormentas de nieve y el frío al extremo, la aldea se encontraba en la mar de tranquila. Muchos niños aprovechaban el buen tiempo para jugar con la nieve; lanzarse bolas y hacer muñecos la mar de divertidos y originales. Por el camino que daba al bosque del castillo bajaba a caballo la ya conocida joven de cabello negro y ojos azules, saludaba alegre con la mano.

-¡Hola a todos! -dijo ella en alto y con energía.

-Eh, mirad, es Ángela. -anunció un chiquillo que jugaba en la nieve con sus hermanos y amigos.

La morena entró en la aldea y dejó a su caballo negro atado con los demás caballos. Enseguida fue bien recibida por los niños y mujeres de la aldea, quienes empezaba a ver como una doncella venida del cielo. Ella y su familia habían salvado y protegido esa aldea en anteriores ocasiones, en tiempos donde muchos de esos niños no habían nacido todavía. La familia de Ángela era la protección de la aldea, incluso, la que la gobernaba por decisión de la misma por todo lo que hicieron por ella, a pesar de ello y de dejarse gobernar, se narraban frías y oscuras leyendas sobre ellos, pero les respetaban más de lo que les temían.

-Nos alegra tenerla aquí, señorita Ángela -saludó una mujer mayor, cogiendo la mano fría y blanca de la morena-. Sigue tan hermosa y radiante como siempre he visto en usted.

-No tiene por qué hablarme tan formalmente, Sheila. -dijo la joven vampira amigable y simpática-. Sigo viendo a la niña que conocí al mudarme a estos parajes.

-Para mí, esos tiempos se los llevó el viento -dijo la anciana algo apenada... Pero al ver el rostro de Ángela, volvió a sonreír-. ¿Y bien?, ¿A qué se debe su visita?

-He bajado para recibir a mi madre... Hoy regresa a casa -anunció ella contenta y feliz. Todos se alegraron de la buena noticia-; no podía esperar así que decidí bajar para verla antes.

-En eso nunca cambia; siempre es tan impaciente cuando se trata de ver a su estimada madre.

-¡Así soy yo! Ja, ja, no puedo evitarlo.

Con eso dicho, la joven vampira se puso a jugar con los niños de la aldea mientras esperaba la llegada de su madre, los aldeanos dejaron que los vigilara mientras hacían su trabajo de campo. La vampira no tuvo que esperar demasiado, unas horas después llegaba un grupo de personas a caballo con armas y armaduras medievales. Enfrente de ese grupo iba la madre de la joven, la reina Angelina, quien demostraba su fuerza con solo estar sobre su caballo rojizo y su vestimenta de mujer guerrera. Ella y su grupo de guerreros se desplazaron a caballo hasta llegar al final de la aldea, donde estaba esperando Ángela con los niños.

-¡Madre! has llegado al fin.

-¡Ángela!

La joven vampira corrió hacia su madre mientras ésta bajaba de su caballo de un salto para luego recibir a su hija en sus brazos, abrazándola mientras la alzaba del suelo con suma facilidad. A pesar de ser mayor, ella también era vampira como el resto de los guerreros que la seguían. El cambio en la Reina Angelina fue enorme, de una mujer de apariencia fría y cruel, a una madre gentil y dulce. Su hija Ángela sacaba todo su lado maternal con solo estar con ella.

-¿Qué haces aquí abajo? -preguntó Angelina al dejarla en el suelo y mirarla a la cara-. Sabes que no debes salir sola.

-No pasa nada, el castillo está ahí arriba, -aseguró la joven tranquila-. Tranquila, no puede pasarme nada.

-Aun así... quiero que siempre vayas acompañada de alguien cuando salgas, ¿entendido? -le pidió su madre sonando prudente y seria. Ángela algo inquieta asintió-. Así me gusta. Venga, vamos a casa con papá y tus hermanos.

-¡Sí!

Ángela subió al caballo de su madre sentada detrás de la misma, cogiéndose de la cintura de ella. Se despidió de los niños y de la anciana de antes, y se pusieron en marcha al castillo entrando en el inmenso y oscuro bosque que lo rodeaba y protegía... Mientras, a lo lejos, viendo la aldea y al grupo de guerreros a caballo, había una mujer pelirroja cubierta con una capucha negra. Esa mujer se relamió los labios mostrando sus afilados y blancos colmillos, para luego esfumarse.

Academía Carmesí (Carmesí I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora