Capítulo 3: Acerca del amor

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-¿Te vas a quedar con Lali y con Merce mi amor? Ayy, pero si sos una cosa gordita hermosa... - Celeste se despide de Antón que ya está en los brazos de Mercedes, compartiendo la mesa de la cocina y la ronda de mates de Lali, su madre y Eugenia, que está apostada desde temprano, para disfrutar con su amiga todo lo que pueda.

Lali le hace una tostada que unta con dedicación con mermelada de frutos del bosque que trajeron de casa y que hizo ella misma. Después de dársela, le limpia la comisura de los labios con el pulgar y le deja un beso chiquito y suave en la boca.

- Tomá un mate más Cele... si tu hermano no toma, a media mañana los vas a extrañar- y Mercedes le tiende un mate que ella saborea hasta el final con ruido. Mercedes es la mamá de Lali, lo más parecido a su mamá Marta que se ha topado desde que no la tiene.

- Gracias Mer... me voy porque quiero volver prontito- Celeste se despide de su hijo y de todas las mujeres de la mesa. Antón está acostumbrado a los brazos de todo el mundo y no sufre la partida de su madre en lo más mínimo.

Lali la acompaña hasta la puerta y vuelven a despedirse con mano en alto y tirada de besos mutua.

Cuando Celeste llega a la puerta de la fábrica, le sobrevienen mil recuerdos de su infancia. Ese lugar para ella siempre fué un espacio asociado al juego, a la diversión... un lugar mágico.

Se pasaba horas de pequeñita junto al abuelo Felipe viendo el vaivén de las mezcladoras de chocolate. Escondida entre tambores de acero inoxidable cargados de leche y crema y embobada mirando las cintas transportadoras por las que desfilaban miles y miles de golosinas y dulces distintos.

La fábrica para ella tiene el olor a su niñez, y también a ese momento de su vida en el que era inmensamente feliz, ajena a mucho de lo que después le deparó el destino.

Celeste pasa desapercibida, casi nadie la conoce por allí, y el único que podría reconocerla, está instalado en la oficina de su hermano haciendo lo mismo de todas las mañanas, siendo su cable a tierra, su cuota de realidad. Toca la puerta del despacho con cautela y quien le abre es César, que ya tiene los ojos iluminados desde que Peter le dijo que la espera esa mañana.

César es el cebador oficial entre risas, anécdotas y la recriminación correspondiente de no haberle llevado a Antón, cosa que por cierto también comparte su hermano.

- Lo dejé en buenas manos... los papás de Lali le regalaron una piletita inflable y está como loco en el agua. Lali se la llenó de pelotitas de pelotero, y tenés que ver la emoción por querer agarrarlas a la vez- Peter se lo imagina y se muere de ternura – No sabés lo que es mi sobrino César... unos cachetes y unas piernas con las que podemos alimentarnos hasta la Navidad que viene... ¡Una cosa de locos!- Celeste se ríe porque le encanta ese amor que su hermano tiene para su hijo.

Después de un termo completo de mates, César los deja para que charlen tranquilos, no sin antes recordarle que tiene que llevarle a Antón urgente, y Celeste se lo promete con un abrazo y un beso amoroso.

Cuando por fin están solos ella observa el despacho sencillo de su hermano desde la silla reclinable al otro lado del escritorio.

- Que raro estar acá... tengo que hacer un esfuerzo enorme por recordar como era antes... está todo muy moderno... ¡te felicito!- Peter asiente sonriendo – Es todo tuyo también... es tu casa y tu negocio Celes... - Celeste se saca las ojotas y sube los pies a la silla cómoda de cuero, juntando sus manos por delante y escondiendo las rodillas dentro de su pollera larga- Esto es una posesión... no es mío. Sólo es "nuestro" aquello a lo que nos sentimos ligados... como cuando plantás bandera en un sitio... ahí está tu casa-

Acerca del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora