cuatro

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–En la ciudad no confiamos mucho en las personas que nos encontramos en la estación de servicio...- Le dije un poco irónica y el se rió.

–Acá no hay peligro

–Sí, lo sé. Si te hubiese cruzado con diez cuadras caminadas hubiera aceptado con facilidad, estaba deshidratada

–Jamás me imaginé que ibas a la casa de Sol

Me encogí de hombros.

-La casa en la calle del árbol

El largó una carcajada y se alejó un poco para buscar otro trago.

Busqué con la mirada a mi amiga, ¿dónde se había metido? Sentí sus manos en mi cintura y me di vuelta.

-Ahí estas, no me dejes sola

–Male, conoces a todos acá. ¿Qué fue eso de recién?

Le hice una seña de que no podía escucharla, aunque si lo hacía. Un poco insistente, me tomó de la mano y juntas fuimos al patio de la casa.

–Ahora sí- Le dije, un poco nerviosa.

–¿Entonces?

–¿Te acordas de el chico de la estación de servicio que te conté?

Ella asintió sorprendida.

–Bueno, era él. No entiendo por qué salimos por esta pavada- Amagué a entrar y como ella no se movía, volví.

–Ok, esta buenísimo- Admití sin problemas. – ¿De dónde salió? Jamás lo había visto

En cuanto vi que mi amiga se preparaba para contarme una larga historia, sacudí mi cabeza y le dije.

–No, ahora no. Estamos en una fiesta. Vayamos a lo importante

–Sí, esta soltero

–Genial, entonces volvamos

Se rió y volvimos agarradas de la mano. No sé para que, muy lejos no me iba a ir y cualquiera podía encontrarme en ese pueblo inmundo. Pero bueno, la costumbre siempre estaba.

No lo vi en toda la noche hasta que la gente empezó a irse de la casa de H. Eran como las, ¿cuatro? La previa se había extendido, supongo. Mi cabeza explotaba, había tomado un poco de más pero estaba muy bien. Mi cuerpo no daba más, me estaba pidiendo por favor un descanso. Estaba sola, no entendía por qué.

–Gorda, ¿vamos al boliche?- Sol apareció para salvarme.

–¿Es un chiste?

–¿Qué cosa?

–Son las cuatro, Sol

–Acá salimos a esta hora, amiga

–No doy más, ¿cómo vamos?

–Ca...

La interrumpí.

–¿Caminando? Ni en pedo

–Alejo fue a buscar el auto a la casa, me voy con Lucas en la moto, cualquier cosa mandame Whatsapp

Y desapareció. Genial. Ahora es cuando odiaba que todo el mundo tenga una maldita moto.

De un segundo al otro sentí a alguien atrás mío. Sonreí. Un brazo pasó por delante de mi cadera y me ofreció una botella. La tomé y giré.

– ¿Estas borracha?

–Para nada, estoy cansada

Asintió.

–Entiendo

–¿Vos, estas borracho?

–Para nada- Me imitó y reí. –Soy un conductor responsable

La miré extrañada. Su camisa estaba toda manchada y su aliento decía todo lo contrario. Sin muchas vueltas, aclaró.

–Ok, mi hígado se acostumbró y ya no siento tanto cuando tomo mucho

Reímos juntos. Era muy lindo, en verdad. Mire un poco a mi alrededor, había muy pocas personas y todas estaban mirándonos. El se dio cuenta y me explicó:

–Acá en el pueblo todos se enteran de todo

Asentí.

–Sí, me pasa siempre que vengo pero hoy es...extraño

Se rió. No aguanté mucho mis pensamientos y lo largué:

–Jamás me imaginé que eras tan lindo

cambios | c.r.oDonde viven las historias. Descúbrelo ahora