maratón 3/3
El día paso y la pregunta de mi amiga me estaba rebotando dentro de la cabeza.
Almorzamos un poco tarde ya que los chicos no amanecieron hasta las 2 pm. La tarde se había pasado volando porque ninguno quedó despierto: dormimos 5 horas de siesta. Cómo si estuviesemos cansados de hacer algo.
Me desperté y apenas salí de la habitación sonreí: olor a café. Mi amiga estaba sentada en el sillón y me miraba desafiante.
–Estoy esperando tu respuesta- Me dijo y yo agarré una taza para servirme lo que quedaba en la cafetera.
-No sé que hacer- Me senté a su lado y la miré.
–¿Por qué?
Que lindo que haya omitido el "¿con quién?".
-Porque en un mes y medio nos vamos a la ciudad, amiga, ¿cómo voy a ir para adelante?
–Ay, que bronca que seas así- Me dijo y yo le clavé mis ojos encima.
–No penses en esas cosas, tira para adelante, vivi el día a día. Cuando se planifican las cosas salen mal- Me explicó como una experta y todas mis dudas desaparecieron. Asentí con mi cabeza y ella me ofreció su celular.
-Háblale y vayan a chapar un rato al muelle que está el atardecer.
Largué una risa y tomé el teléfono.
–Ya sé, ya sé. Soy una tierna.
La abracé un poco rápido y abri el whatsapp. Lo busqué y sin muchas vueltas, le mande:
–¿Qué cochinada te vas a mandar?
–Nada, loca- Le dije riendo y me levanté para buscar entre mis cosas las fotos que hoy había revelado.
–Naaa- Largó una carcajada. -Que tiernos de mierda, me muero.
Agarro las fotos y las miro.
–Regalale esta.
Me estiró la que el me estaba dando un beso en la mejilla. En realidad pensaba darle una de él solo y quedarme las nuestras para mí, pero, ¿qué perdía con dárselas a él?
Mire la foto, era tan genuina: mis ojos cerrandose para sentir el calor de sus labios en mi mejilla, y sus manos tomándome, tanto por el rostro como por la cintura, con tanta posesión.
Respondió y nos tiramos al sillón como dos nenas de 15 años.
Negamos juntas con la cabeza.
–No, te juro que aprendí que a los hombres les es imposible no desubicarse. Incluso aunque no quieran hacerlo- Me dijo mi amiga y yo reí.
Le mandé, y después de asegurarme de que haya leído el mensaje, agarre un abrigo y guarde la foto debajo de él. Saludé a mi amiga y apenas abrí la puerta, lo vi salir.
Caminamos sonrientes hasta el muelle y nos sentamos en el borde, mirando el agua. El enseguida mojó sus piernas en él. No sé que tipo de obsesión tenía con ese lago pero se la pasaba allí dentro. Yo, claro, lo miraba de lejos y con poco cariño, ni soñando me metería ahí dentro.
–¿Qué me querías dar?- Me dijo rompiendo el silencio y sin muchas vueltas lo tomé del pelo para darle un beso corto en los labios.
No sé porque disfrutaba tanto tocarle el pelo mientras lo besaba. Era uno de los pocos hombres que tenía el cabello suave.
–Quedate con esa ropa toda la vida- Me dijo, sonriéndome como un nene.
Sí, el comentario desubicado nunca faltaba. Me acordé de mi amiga y sonreí. Sonreí más al recordar que en la foto estaba con la misma ropa.
–Bueno, entonces tengo una buena noticia para darte- Le dije y me abrí el campera para sacar la foto.