–Bueno, ¿vamos a dormir?- Preguntó apenas Fran desapareció de la escalera.
–¿Qué te hace pensar que quiero dormir con vos?- Le dije un poco irónica.
Nadie nunca me había preguntado nada a mí, el acuerdo había sido entre él y un nene de cuatro años. Genial.
El se puso serio. Acto seguido me miró de arriba abajo y luego se encogió de hombros.
–Pensándolo bien, no creo que pueda dormir mucho con vos en bikini- Dijo sin vueltas y me puse colorada.
Se volvió a acostar en el sillón y fijo su vista en el televisor. Antes de acercarme a él busque a mí alrededor algo para ponerme sobre la malla. Bueno, lo único que había era su remera sobre el respaldo del sofá. La tomé con cuidado y de un movimiento me la puse. Sin pensarlo mucho, me acerqué a él e hice que se moviera a un lado.
Se sentó un poco recostado y no dude en, sin moverme mucho, tirar mi cuerpo sobre él. Lo abracé por la cintura mientras hundía mi cara en su pecho, y se sintió increíble.
El adivino mi punto débil y comenzó a tocar mi pelo, tan suavemente que tuve que cerrar los ojos para disfrutarlo.
Los minutos pasaron rápidamente y abrí mis ojos creyendo haberme quedado dormida. El se rió ante el salto que pegué y besó mi frente. Suspire, ¿qué tan lindo era?
Me separé de su cuerpo con pocas ganas y él clavó sus ojos en los míos.
–No te voy a obligar a dormir conmigo, pero se ve que pocas ganas no tenes- Me dijo y bufé.
Odiaba que sepa que me gustaba mucho. Me encogí de hombros no sabiendo que hacer y ahora fue él quien se tiro sobre mi cuerpo. Pero un poco más delicado y menos vergonzoso. Apoyó su cabeza en mis piernas y rápidamente las abrazó. Me había olvidado de su obsesión con ellas.
No hice más que tocar su pelo. Enredé mis dedos en sus mechas y estaban tan suaves que me sorprendí. Cuando apenas estaba superando el beso en la frente, mi piel se erizó nuevamente.
Sentir los labios de Tomás sobre mis piernas fue una cosa que jamás creí posible fuera de un acto sexual o un comentario obsceno. Observé sus labios subir desde la parte baja hasta la alta de mis piernas. Largué un suspiro cuando vi su boca separarse de mi piel y el me miró sonriente.
No supe que hacer, ni que decir. Por suerte, él sí.
–Tus piernas miden 35 besos míos- Me dijo sin mucha preocupación. Yo solo me propuse a tocar de nuevo su cabello.
–Lo mejor va a ser que las controle seguido, no quiero que te achiques- Comentó gracioso y solo quería pegarle por su estúpida naturalidad.
¿Cómo podía estar la mayoría del día como si nada pasara?
Nos miramos un rato sin decir nada, no cruzamos una palabra.
–Eu- Escuchamos y él rápidamente se sentó a mi lado. Giramos juntos, Abril.
– ¿Quieren jugar a algo? Nos aburrimos- Nos dijo mientras entraba a la cocina, seguida de Alejo.
–Sí, ¿a qué?- Preguntó entusiasmado Tomás mientras se levantaba. Yo apenas podía respirar luego de la escena de los besos.
–Al uno, ¿les copa?
Asistí sin saber mucho de que hablaban y Abril buscó en su bolso el juego de cartas. Salió junto con los chicos y me levanté con mis piernas temblando aún.
–Dale, estúpida- Me dije a mi misma, ¿cómo podía ser que logre petrificarme de esa manera?
Sacudí un poco mi cabeza y fui directo a la cocina. Abrí la canilla, lavé mi cara y aproveché para preparar tereré. Sali con el termo y el mate en la mano, y antes de acercarme a ellos lo observé.
Estaba en cuero, con los anteojos de sol, y una bermuda de jean por arriba de las rodillas. Si estaba tan bueno, ¿cómo podía ser tan tierno? Era casi irreal.