treinta

3.8K 236 14
                                    

Intente zafarme de sus brazos otra vez, no pude.

–No sé que va a pasar, falta bastante todavía- Exclamé, un poco cansada.

–Pero...

–Pero nada- Lo interrumpí y el me miró. –No quiero hablar de estas cosas ahora.

Y sí. Ya me había puesto de mal humor. Me reí por dentro al recordar que mi mamá siempre decía que era la única persona en el mundo capaz de cambiar de humor de una forma tan repentina.

Antes de que alguno de los dos pueda decir alguna palabra, algo se iluminó. Las luces de un auto se prendían y apagaban detrás del nuestro.

Rápidamente me acomodé en el asiento intentando simular que nada pasaba y el se bajó del auto con mala cara. Solo cerré los ojos y me dispuse a hacer oído fino.

–Fue más rápido de lo que pensábamos

Diferencié la voz de Mauro. Tomás se quedó unos minutos hablando con los chicos, y pensé en bajar del auto para no quedar tan desubicada. Cuando me propuse hacerlo recordé los animales en la ruta y la chica de ciudad se apoderó de mí. Suspiré y él apareció otra vez.

Lo observé sentarse y arrancar el auto. Viajamos los pocos minutos que quedaban en silencio. Con la diferencia de que yo no podía dejar de mirarlo, y el no dejaba de mirar la ruta.

Cuando diferencié la calle de la casa de Sol largué un suspiro exagerado. Le había sacado un par de kilómetros a Alejo y se me había pasado un poco el susto de que maneje tan rápido. El paró el auto unos metros antes y puso el freno de mano con tanta fuerza que tuve la necesidad de mirar su cara.

¿Qué debería hacer? ¿Irme sin decir nada? ¿Saludarlo?

Apoyó su cabeza con fuerza en el asiento y buscó entre la guantera sus cigarrillos. Sacó uno y lo prendió de un movimiento. Yo solo apoyé mi mano en mi cabeza para posicionarme mejor al ver semejante escena.

–¿No me vas a decir nada?- Dijo y por primera vez me miró.

–Estas re bueno- Le dije sin muchas vueltas, intentando esquivar el tema. El se rió y yo sonreí por verlo reírse.

Vi que sus labios se movieron y antes de que pueda decir algo que me deje pensando...

–No se que va a pasar, solo quiero aprovechar los días que quedan- Hablé.

El asistió un poco resignado y yo sonreí. Me estiré para darle un beso en su mejilla y antes de que pueda salir del auto, sentí su brazo tirando de mi cuerpo y sus labios devorándose los míos. Los segundos pasaron lentamente y baje del auto a esperar a mí amiga.

Se quedó un rato mirándome desde el auto y yo le hice una seña de que se vaya, ¿qué me iba a pasar acá?

Después de un rato, vi a Sol doblar por la esquina, caminando algo cansada.

–No, no. Alejo no es más estúpido porque no le alcanza el tiempo

Me paré para llegar a ella.

–¿Qué paso?

–FUNDIÓ EL AUTO- Grito. –Fundió el auto, ¿sabes lo que es eso?

Yo me reí al ver sus expresiones. Había estado peleándose con Alejo desde que emprendimos el viaje.

–Que tipo idiota. Agarró un pozo así- Me explicó con sus manos. –ASÍ, ¡TE JURO QUE ERA ASÍ! ERA UN CRÁTER, HASTA MI MAMA SIN LOS ANTEOJOS LO VEÍA

Tomó aire medio cansada de hablar rápido.

Cerró sus ojos y suspiró.

–Ya esta, ya esta

Yo la miré extrañada mientras ella seguía haciendo algo raro con sus manos.

–Me voy a dormir, mañana va a ser otro día

Largué una carcajada, ¿qué le había picado? La seguí y entramos a la casa sin hacer mucho lío. Acomodamos un par de cosas muy por arriba, y en cuestión de segundos, caímos dormidas las dos.

.

Abrí los ojos con mucho sueño y dificultad. Tenía los párpados terriblemente pegados. Me dirigí al baño para higienizarme, y regresé a la habitación para cambiarme.

Sol ya no estaba en su cama y tuve la necesidad de mirar el reloj. Mierda, las 14.50. Esto se me estaba yendo de las manos, estaba en una casa ajena y se me iba a caer la cara de vergüenza.

Agarré un vestido liviano y me lo puse sobre la bikini para bajar. No había nadie en el living, y tampoco en la cocina. Salí al patio y sí, ahí estaban. ¿Estos chicos vivían acá? Mauro y Alejo estaban en la pileta, Sol junto a H en la hamaca paraguaya y Abril hablando con ellos desde el pasto. ¿Y él?

Antes de que pudiera dar un paso para encontrarlo, lo escuché. A él y a Fran. Se estaban peleando por unas gomitas. ¿Qué tan infantil era?

Fran estaba saltando sobre su cuerpo mientras él, parado, comía las gomitas del paquete del nene.

–Esperaaaa- Le dijo algo alterado.

–Te voy a dar solo las naranjas y las amarillas, esas no me gustan- Le dijo y Fran bufó. El hermanito de Sol era increíblemente lindo para tener sus, ¿cuatro?, sí, cuatro años.

–¿Te parece?- Dije y el levantó la mirada sorprendido. –¿Estar peleando con un nene de cuatro años?

cambios | c.r.oDonde viven las historias. Descúbrelo ahora