veintinueve

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Los días habían pasado y era tiempo de regresar al pueblo. Los chicos habían decidido, por algún motivo, viajar apretados en un auto, y que Tomás y yo viajemos solos en el otro.

No le di mucha importancia porque el viaje no eran más de 30 minutos, pero cuando salimos y enseguida se hizo de noche, me lamenté no tener a nadie más con nosotros y no poder dormirme para hacerle compañía a él.

–Dormite linda, no pasa nada- Me dijo y abrí los ojos. El se rió y yo pretendí hacer que nada pasaba.

–No, no. No es nada, ya voy a tener tiempo para dormir- Le dije sonriendo y mi celular empezó a sonar.

No llegué a atenderlo y cuando lo agarré miré los mensajes. Tenía 5 whatsapp y una llamada perdida. Hice una cara de confundida y el arqueó una ceja.

–Ah bue- Me dijo divertido y yo le pegué en el hombro con cuidado.

Salte como pude los whatsapp de Ignacio, había alcanzado a leer "me alegro..." y, para evitar un momento incómodo, decidí leerlos luego. Abrí rápidamente la conversación con Sol.

"Amiga, el estúpido de Alejo agarró un pozo parecido a un cráter y pinchamos una rueda. Estamos llamando a una gomería porque ninguno de los tres inútiles sabe como cambiar una goma".

–Los chicos pincharon- Le dije y rápidamente paró el auto en el costado del camino.

Intenté llamar y, como siempre, no había señal. Maldije en voz alta y el me dio su teléfono. Por algún motivo, el de él si funcionaba. Quizá porque tenían la linea telefónica del mismo lugar. Me encogí de hombros y llame.

–Hola, gorda

–¿Dónde andan?

–Recién salíamos, a este tarado le gusta andar rápido y hace pelotudeces- Me dijo y me reí. Era gracioso escuchar a Sol renegar con Alejo.

–Vayan tranquilos, no pasa nada

–Sol, no tengo llave de tu casa

–Probablemente este sin llave, no se van a quedar en el medio de la ruta. Anda a saber cuanto tardan en venir de la gomería.

–Bueno, nos hablamos

–Besos

Corté y lo miré a Tomás.

–¿Queres esperarlos?- Me preguntó con ternura. Asentí un poco confusa y el sonrió.

–Dormí un rato, dale- Me dijo y yo negué con mi cabeza.

Miré por un momento por la ventanilla. El cielo estaba claro como el día que vimos juntos las estrellas. Pensé por un segundo en bajar del auto, pero después de recordar la cantidad de insectos y animales que había en el medio de la ruta, me arrepentí.

Después lo miré. Y estaba haciendo lo mismo que yo. El vidrio se reflejaba en su cara y no lo pensé mucho. Mire para adelante y para atrás, no había un solo auto. ¿Quién viajaría al pueblo, no? Tome un poco de aire y después de un suspiro de vergüenza, de solo un movimiento me acomodé sobre él.

Pasé mis piernas por al rededor de su cuerpo, y mi piel se erizó al sentirlo más cerca que nunca.
El solo sonrió y pasó sus manos por mi cintura pegándome aún más a él.

De un momento al otro, antes de que yo pudiera hacerlo, capturó mis labios con una lujuria que jamás había vivido. Sentí su boca quemar sobre la mía, y tomé su cara para que no se le ocurra despegarla.

Nos besamos unos segundos y, justo después de que mordiera mi labio, me incliné un poco para besar su cuello. Sentí su respiración agitada y sonreí. Me separé para mirarlo. El tomó mi cara, me dio un beso rápido y luego uno en la parte baja del cuello, casi en mi pecho. Me volvió a mirar otra vez, y noté como sus labios se movían para hablar.

–¿Qué va a pasar cuando te vayas?- Me dijo y toda la pasión del momento se difuminó.

Me separé un poco queriendo volver a mi asiento y el me lo impidió tomándome de las caderas. ¿Cómo pretendía que pudiéramos hablar tranquilos en esa posición?

cambios | c.r.oDonde viven las historias. Descúbrelo ahora