Lo mire extrañada. La verdad es que no tenía cara de querer hacerme ninguna propuesta, solo interrumpir el momento.
–¿Qué propuesta?- Sin más, le pregunte.
–Que de acá en más no te acerques más a Alejo- Me dijo rápido y confiado. Yo largue una carcajada y el se puso serio.
–Estabamos jodiendo, sabíamos que estabas ahí, tonto
–Si, sí. Como sea. De todos modos no me gusta que estes con él
Hice una mueca con la cara y el volvió a hablar.
–Fumas con él y conmigo no
Le sonreí. Era tan tierno. Mierda, me odiaba por ser tan mujer.
–Bueno, puedo fumar con vos también
–No, ahora ya no quiero
Me encogí de brazos.
–Bueno, hablando enserio, no tenía una propuesta pero si algo que me gustaría pedirte
–¿Qué cosa?- Le pregunte intrigada.
–Con los chicos pensamos en que después de cenar estaría copado salir en la ciudad
–¿Buenísimo?- Le dije dudosa, no entendía el punto.
–Bueno, me gustaría que...
–¿Qué?
Ok, ¿se notó mucho que estaba intrigada?
–Que no estes con nadie, por lo menos cuando yo puedo verte
Sonreí, pero esta vez mucho. Genial, este chico me estaba llegando al corazón.
–¿Por qué?- Le pregunte divertida y él se paró.
–Porque no me gustaría verlo- Su rostro mostró molestia.
–De todas formas no quiero estar con nadie- Le dije, antes de que pueda escaparse.
Más que con él, ¿no?
Me sonrió y juntos fuimos hasta el fogón en la orilla. Los chicos habían armado una especie de parrilla cerca del agua y comimos sentados allí. Apenas pudimos nos dirigimos con las chicas a la cabaña para empezar a ducharnos y preparar la ropa para el boliche.
La noche estaba más bien fresca, pero por algún motivo las mujeres siempre teníamos esa cosa de querer salir en pollera o algo corto en verano. Así que sí, preparé una pollera tiro alto engomada, al cuerpo; con un top con tachas.
En cuanto Abril salió de la ducha, me metí para pegarme un rápido baño: no quería salir con el pelo mojado.
Luego de maquillarnos un poco y arreglarnos el pelo, golpearon la puerta Ale, Mauro y H. Sonreí, Tomás era como una mina.
Me había quedado en la habitación para delinearme un poco más cuando la puerta sonó otra vez. Me calcé mis lindos zapatos y salí hacia el comedor de la cabaña, justo en el momento en que la puerta se abrió.
Sus ojos se abrieron y los míos también. Tenía un pantalón negro muy ajustado, una camisa blanca con las mangas dobladas, que hacía que se escapen sus tatuajes, ¿cómo podía quedarles tan bien el blanco a los hombres? Suspiré un poco.
¿Con qué otra persona más que con él iba a querer estar? Era perfecto.