once

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Luego de mi respuesta el se limitó a mirar para otro lado. Y así permanecimos por aproximadamente treinta minutos. El enojado y yo mirándolo, en silencio. La situación volvía a tornarse incómoda.

–En realidad no me baño sentado- Hasta que él habló. Aclaró su garganta y se dio vuelta para mirarme.

– ¿Me mentiste?

Genial, ahora yo iba a hacerme la enojada. Me crucé de brazos mirando para adelante. El solo rió y se arrastró para abrazarme.

Wow, ¿en qué momento vino tanta confianza? Me quede petrificada mirándolo.

–Lo de Alejo si fue verdad- Le comenté, solo para aclarar.

El me soltó rápidamente y tuve la necesidad de explicar.

–Estábamos borrachos

Se rió.

–De todas formas no quiero saberlo, ¿el otro día también estabas borracha?

El otro día, ¿ayer?

–No, no estaba borracha

–Me alegro entonces

Me sonrió de la manera más linda y el silencio inundó la sala nuevamente.

Me limité a respirar hondo y pensar. ¿Qué tan malo podía ser? No había luz, llovía muy fuerte, estábamos encerrados a más de 500 metros de los chicos. Bufé, y recordé. Agarré las velas que pretendía llevar a las cabañas y maldije al notar que no tenía fuego.

El rápidamente se levantó y sacó de su bolsillo un encendedor. Yo arqué una ceja mientras él lo sacudía y me resistí a preguntarle si fumaba. Negué con mi cabeza y encendí las velas con una sonrisa triunfante, ¿cómo no lo habíamos pensado antes?

El silencio una vez más reino en la habitación y cada vez se hacía más incómodo. El tenía el don de sacarme de la situación.

–Realmente me preocupa mi futuro- Dijo de la nada y yo lo mire extrañada.

No tenía ningún sentido que empiece a hablar sobre eso así que imaginé que estaba continuando con el juego de hace un rato: cosas que solo uno sabe.

Lo mire esperando a que continúe pero el no lo notó ya que no me miró hasta que dije.

–Me pregunto si algún día mi corazón va a volver a estar sano otra vez

Ahora sí sentí su mirada preocupada sobre mí, ¿por qué se preocupaba por mí? Gran virtud de la gente de pueblo, ¿qué tan buenos eran?

Me miró intrigado para que cuente algo más pero me limité a sonreírle, estaba teniendo un gran gesto conmigo: con esto de hablar, con buscar una frazada, con acompañarme hasta acá.

El sonrió conmigo y bajó su mirada. Lo miré. Era tan natural. La luz de la vela me permitió ver en su cara ¿sudoración? Me acerqué un poco a él y noté que estaba temblando.

– ¿Te sentís bien?

–Me duele un poco la cabeza- Me dijo sin darle mucha importancia así que pegué mis labios a su frente para tomar su temperatura. La verdad es que fue una escena muy rara pero ambos la disfrutamos.

–Tenes fiebre

–No pasa nada- Se encogió de hombros.

–Intenta dormir un rato

¿Quién sabe cuanto tiempo más estaremos ahí? Los chicos no parecían notar mucho nuestra ausencia.

El asistió y sin dudarlo se recostó en mis piernas. Yo alcé mis manos algo sorprendida y luego lo miré: era como un bebe enfermo. El se amarró a ellas y yo lentamente le toqué el cabello.

– ¿Querés seguir jugando?- Me preguntó con sus ojos cerrados y yo sonreí.

–No, descansa

–De acuerdo, una última ronda más

–Ok- Le dije esperando que hablara.

–Me encantas- Me dijo sin preocupación alguna.

Y yo sentí como mi piel se erizó de un segundo al otro.

cambios | c.r.oDonde viven las historias. Descúbrelo ahora