Cuando se paró frente a aquella puerta de madera, se sintió como un verdadero extraño. No hacia ni un año desde la última vez que estuvo ahí, pero parecía como una eternidad. La verdad quería dar media vuelta y largarse, porque podría estar haciendo cosas más entretenidas y agradables que lo que iba a suceder una vez tocara el timbre. Por ejemplo, podría estar pasando el rato con su novio, lo que era como el mejor plan del universo. Pero había cosas que necesitaban hacerse aun si eran desagradables.
Se pasó una mano por el cabello con algo de frustración mientras un nudo tenso se formaba en su estómago. Aun conservaba la llave que abría aquella puerta, pero la verdad era que prefería tocar el timbre y fue lo que hizo.
Unos cuantos minutos pasaron antes de que la puerta se abriera y aquellos ojos amielados se posaran en él con sorpresa y luego cambiaran a nervisismo.
—Sebastian— dijo su madre. Luego dió una rápida mirada por sobre su hombro— ¿Qué haces aquí?
—Solo quería pasar a visitarlos y saber como estaban.
Puede que la última vez que habló con su padre por teléfono haya sido un completo y engorroso desastre. Pero eso no significaba que no quisiera saber nada de ellos. Si, su relación era una mierda que probablemente no tenía arreglo, pero eran sus padres por el amor de Dios y el hecho de que su madre luciera tan sorprendida por su presencia, dolía.
—Umm, claro, pasa.
Ella se hizo a un lado y lo dejó entrar. Era un poco impactante darse cuenta de que entrar a es casa en la que vovió por casi dieciocho años se sintiera tan extraña. Incluso su habitación en la residencia estudiantil se sentía más como un hogar que aquella casa.
—¿Papá está en casa?— preguntó un poco incómodo.
—Si, está en la sala.
Claro, como no podía ser de otra manera. Caminó en esa dirección preparándose mental y emocionalmente para lo que iba suceder. La razón principal de haber ido hasta ahí era porque realmente quería saber de sus padres, pero también porque estaba cansado de esperar por ellos, de esperar por un poco de afecto y apoyo. Los amaba pero también sabía que en algún punto debía dejar de esperar por algo que tal vez nunca llegaría. Necesitaba avanzar y centrarse de lleno en las cosa buenas que ahora tenía, y sabía que no sería posible a menos que se deshiciera de todos esos sentimientos negativos y malos recuerdos que lo había acompañado por gran parte de su vida.
Cuando llegó a la sala se topó con una escena que le resultaba amargamente conocida. Su padre estaba sentado en el sofá reclinable de una plaza, la televisión encendida en el canal de deportes y varias botellas de cerveza en la mesita a un lado del sofá. Su padre lucía más viejo que la última vez que lo vio. Su cabello lleno de hebras plateadas y su barba que alguna vez había sido inexistente, ahora era descuidada.
Debió haberlo sentido entrar porque alzó la vista y sonrio de manera desganada.
—Vaya, el hijo prodigo ha regresado— volvió la vista a la pantalla— creí que nunca volvería a verte por aquí.
—La verdad tampoco creí que volvería a poner un pie aquí. Pero ya ves, aquí me tienes —recibió un sonido vago como respuesta y eso lo hizo sentir un poco indignado, pero se dijo que enojarse no lo llevaría a ningún lado —Así que...¿Cómo has estado?
—Como si realmente te importara.
—Me importa, a pesar de todo me importa.
—¿Qué se supone que significa eso?— esta vez si le dió su atención, pero no parecía para nada feliz.
—Brad...— trato de intervenir su madre, pero se quedó callada cuando recibió una mirada ceñuda. Siempre había sido de esa manera, su madre se dejaba controlar y censurar por su padre.
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Tú y yo (Suerte #7)
Teen FictionSpin off de la saga suerte, específicamente de "¿Se nos acabo la suerte? (suerte #4)". Porque el amor es impredecible, el amor es complicado y el amor vale la pena. NO copias NO adaptaciones Todos los derechos reservados