Gabriel
Ahí estaba ella durmiendo plácidamente en el lado izquierdo de la cama, con aquella fina tela blanca de la sabana cubriendo su cuerpo desnudo, con su castaño pelo que había dejado de estar amarrado cubriendo la parte alta de su espalda y cuello, con sus ojitos miel cerrados —obviamente— y sus largas y risadas pestañas descansando sobre sus pómulos. Tenia unas pequeñas bolsas debajo de sus ojos pero eso no le quitaba puntos a su hermosura. Su perfecta y carnosa boca se encontraba entreabierta y solo me daban ganas de despertarla a besos.
Por más que quiera hacer de todo con ella, no podía. Inconscientemente los dos quedamos de acuerdo con que lo que pasó solo era un desliz, y vaya desliz. Ni mi vida ni la de ella sería igual a partir de hoy, ambos mentimos diciéndonos que no íbamos a recordar nada de lo que pasó, pero ella no puede mentirme, sabe que la conozco como la palma de mi mano. Así hayan pasado años sin verla, seguía siendo la misma chica que conocí, la misma chica de la que he estado enamorado por tantos años y definitivamente seguía siendo la misma chica cuyas curvas llamaban la atención de cualquier ser humano.
Despejo mis pensamientos y me dispongo a levantarme, aunque quiera, no puedo ser lo primero que ella vea cuando se despierte, no quiero poner las cosas incomodas entre nosotros. Dos toques en la puerta impiden mi camino hacia el baño, me coloco el bóxer que había pasado toda la noche en el suelo de aquella habitación y voy a abrir la puerta encontrándome con Eliana.
—Buenos días —saluda y sonríe en cuanto me ve semi desnudo. Ya puedo imaginar las cosas que se estará imaginando. —¿Ámbar está despierta?
—No —respondo.
—¿A qué hora se durmieron? —pregunta con esa sonrisita picarona que siempre ha tenido.
—Eli, me duele la cabeza ¿sí? No quiero hablar de eso tan temprano
—Son las diez y treinta de la mañana —me dice— En fin, vine a dejarle esto para que se cambie —me entra un conjunto de ropa perfectamente doblado — ¿Quieres que te traiga algo de ropa de Elian para...?
—No —la interrumpo.
—Está bien, despiértala a ver si ella te puede quitar el dolor de cabeza —sonríe y se va.
Cierro la puerta, dejo la ropa sobre la cama, entro al baño con mi ropa de anoche en mano y me dispongo a cambiarme lo más rápido que puedo, salgo de la habitación asegurándome de que todavía sigue dormida y bajo las escaleras preparándome mentalmente para el interrogatorio que me dará mi mejor amigo.
—Buenos días —saludo cuando llego y me siento en una de las sillas de la isla.
—Muy buenos días para ti, campeón —ruedo los ojos ante el saludo de Nick. —¿Cómo dormiste?
—Eli, ¿tienes alguna pastilla para el dolor de cabeza? —pregunto ignorando por completo aquella pregunta.
—Sí, pero tienes que desayunar primero —dice para luego dejar unas tostadas en la mesa. —¿La despertaste?
—No
—¿Por qué no?
—Ve y despiértala tu —le digo llevando una tostada a mi boca.
—¿Y ahora tú con ese humor? —me pregunta Nick. —¿No hicieron la posición que querías o qué onda?
—Guarda silencio, Nicolás
Pasaron unos minutos en silencio cuando ella apareció en la cocina.
—Necesito café, urgente —dice yendo hacia la cafetera que se encontraba en la cocina.
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Nunca Es Demasiado Tarde
RomanceQuién iba a decir que haber postulado para ese intercambio y ser aceptada en el mismo, iba a traer tantos problemas a mi vida. ¿Será que todo estaba incluido en las letras chiquitas de las bases del intercambio? Tiene que ser así porque no me explic...