Hogwarts

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Nota de autora: Como las musas me atraparon desde ayer y no me soltaron hasta ahora, logré crear este episodio y adelantar el siguiente, así que por eso tienen una actualización tan rápido. Espero que la disfruten en demasía. La próxima la tendrán el siguiente viernes como de costumbre, Dios mediante. 

Así que ahora, a disfrutar del episodio



Después de buscar un lugar adecuado y discreto (libre de las miradas de los muggles) el profesor Dumbledore tomó las manos de ambas mujeres y se desapareció con ellas para aparecer segundos más tarde frente a las verjas del colegio Hogwarts. Las dos mujeres miraron con curiosidad el par de cerdos alados que imperaban a cada lado del portón, aunque Madame Maxime incluso esbozó una mueca de desagrado, Lindsey en cambio hasta dejó escapar una sonrisa, a pesar de la tristeza que sentía en ese momento. 

—¡Bienvenidas a Hogwarts, escuela de Magia y Hechicería! —exclamó Dumbledore abriendo los brazos en cruz mientras el portón se abría por arte de magia. 

—Muchas gracias —respondieron ambas mujeres. 

—Disculpen que las haga caminar tanto, lo que sucede es que parte de los encantamientos protectores de Hogwarts es que no se puede aparecer ni desaparecer dentro de los terrenos del castillo —explicó el director—. No obstante yo puedo saltarme esa regla, pero me parece más adecuado mostrarles las instalaciones, o al menos parte porque como pueden observar el terreno es muy vasto. 

A lo lejos se divisaba la imponente figura de un castillo medieval que no parecía tan grande, aunque a medida que se fueron aproximando se dieron cuenta de que era incluso dos o tres veces más grande que su amado Beauxbatons. Los tres iban avanzando por un camino largo no demasiado interesante e impactante, pero cuando ya llevaban rato el terreno se fue volviendo más alegre, con pasto y algunos árboles a la vista, incluso un huerto y una cabaña que Madame Maxime encontró pequeña pero a Lindsey le pareció enorme. 

—Esa es la cabaña de Hagrid, nuestro guardabosque —explicó Dumbledore, señalando el lugar—. Ahora debe estar en Londres en busca de repelente para babosas. Él cuida mucho de su huerto de calabazas.

Las mujeres siguieron al director a través de una extensa explanada mientras Madame Maxime se abanicaba, estaba un poco exhausta por el esfuerzo de la subida. Lindsey se imaginó el lugar lleno de estudiantes y sobre todo imaginó a su hermana Lily por aquellos terrenos. Sin poder evitarlo un par de  lágrimas rodaron por sus mejillas, pero ella se apresuró a secarlas pues quería disfrutar de la hermosa vista. De alguna forma podía sentir ese lugar como suyo pues era a donde hubiese asistido si Emily no la hubiese robado de los brazos de la señora Evans. Observó el muelle y el extenso lago y dio un respingo cuando el calamar gigante salió a la superficie conjuntamente con un enorme salpicón de agua. 

Oh mon dieu! —exclamó Madame Maxime después de ahogar un grito.     

—Oh! No te asustes, querida Olympe, es nuestro calamar gigante, protector del lago negro. Los estudiantes de primer año llegan por primera vez al colegio atravesando el lago en barcas, precedidos por nuestro guardabosque.   

—Es interesante —comentó Lindsey, imaginándose a sí misma sobre una de esas barcas en compañía de su hermana. 

Al frente tenían ya el enorme castillo, la altura e imponencia de sus infinitas almenas y atalayas no podían ser alcanzadas por la vista y era evidente que jamás podrían recorrerlo en un día. Las dos mujeres estaban asombradas y más todavía cuando traspasaron el umbral y llegaron al vestíbulo, aunque Peeves estuvo a punto de arruinar la impresión del lugar cuando se preparaba para arrojar tizas. No obstante, la voz del director fue suficiente para imponer respeto y hacerlo desistir. 

Lindsey Cooper, la hermana de Lily.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora