Un malentendido

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Al regresar a casa y entrar María se encontró con pétalos de rosas regados por el piso de la sala, una luz tenue que creaba un ambiente romántico y una botella de vino con sus respectivas copas sobre la mesa de centro, pero lo que más llamó la atención de la dama fue una caja de regalo de mediano tamaño colocada justo en el centro. Alejandro le dio la mano invitándola a seguirlo hasta uno de los sillones y tomar asiento juntos, cuando se habían puesto cómodos el mercenario destapó la botella y sirvió un poco de líquido para los dos, le dio la copa a la joven y se acomodó de nuevo junto a ella pasando su brazo por encima del respaldo.

— Te ves preciosa —le sonrío sin poder dejar de mirarla.

— Gracias —contestó con una sonrisa coqueta— es hermoso todo esto que hiciste.

— No soy bueno para estas cosas pero lo intento —rio— haría cualquier cosa por ti.

— Yo sé muy bien que sí —agregó ella— espero poder recompensarte todo algún día.

— Jamás he hecho algo por ti esperando alguna retribución —le dijo acariciando su cabello— y quererme como lo haces es la mejor de las recompensas.

— Entonces será muy fácil pagarte —le sonrió.

— María —respiró profundo y su semblante se tornó serio— hay algo que he querido preguntarte desde hace días pero no encontraba el momento indicado, además de que quizá para ti sea un tema difícil de tocar. Pero bueno; necesito que me hables, claro sí es que quieres hacerlo, acerca de la ausencia de tu madre.

Sus hombros se tensaron al escuchar tal petición, lo pensó unos segundos y en silenció asintió, dejó la copa sobre la mesa de centro, se acomodó con la espalda erguida y puso sus manos sobre sus muslos preparándose para la difícil conversación, que aunque no se sentía cómoda hablando de ello sabía que tenía que hacerlo.

— Todavía era una niña cuando mis papás comenzaron a tener problemas en su relación; obviamente mi papá casi nunca estaba con nosotros pero eso no era lo que le molestaba a mi madre, de hecho para ella era peor que estuviera con nosotras a que anduviera lejos en operaciones. Yo no entendía lo que pasaba hasta que crecí y empecé a darme cuenta que lo único que la hacía feliz era cobrar la quincena pero cuando se la terminaba en tonterías peleaba con mi papá con el altavoz del celular activado, sé que lo hacía a propósito para hacerlo llegar a su límite, que yo escuchara cómo le gritaba y ella poder hacerse la víctima.

— ¿Qué se decían? —preguntó intrigado.

— Él le reclamaba por malgastar el dinero en cosas innecesarias y alimentarme solo con sopas instantáneas y sándwiches, y ella solo argumentaba que tenía que estar bonita. Pero lo peor no fue eso —su cara cambió reflejando tristeza— una vez pude ver como un hombre llegaba a recogerla a la casa cuando ella creía que yo estaba dormida, así fue durante algunos meses hasta que mi papá llegó de sorpresa y la descubrió.

— Y supongo que le pidió el divorcio —agregó.

— Mi mamá nunca quiso casarse con él pero un divorcio no le hubiera afectado, lo que la hizo enloquecer fue que mi papá le quitara la tarjeta y ya no pudiera cobrar ni un solo peso, entonces decidió hacer sus maletas y largarse con un gringo que acababa de conocer.

— ¡Por Dios! —se lamentó sorprendido— ¿No me digas que no quiso llevarte con ella?

— Lo intentó pero yo no quise irme, le dije que yo prefería quedarme pero eso no fue impedimento para ella y aun así se fue. Mi papá no sabía qué hacer pues no podía llevarme con él por su trabajo y buscó la manera para que yo estuviera lo mejor posible mientras él se ganaba la vida.

Una Segunda Oportunidad (Editada y extendida) +18 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora