Espionaje fallido

57 9 1
                                    

No era nada extraño para él planear una cosa y terminar haciendo otra muy distinta, eso le ocurrió cuando luego de crearse un perfil auténtico para vigilar a María los correos de Max comenzaron a llegar. Creyó que podría solucionarlo en unos minutos y seguir con su investigación pero no fue así; el resto del día y parte de la noche se le fue aclarando puntos al teléfono con su mejor amigo y cuando terminó ya era muy tarde así que prefirió irse a descansar, los siguientes días fueron de mucho trabajo tanto en la fábrica como con el contratista y todo esto lo dejaba demasiado agotado como para querer desvelarse viendo su celular. Así pasó los primeros tres días de la semana; anhelando ver esas fotos y conformándose con imaginarlas, por otra parte ni ella le había pedido explicación alguna sobre ese beso ni él se había preocupado en dársela, y no es que ambos le hubieran restado importancia al hecho, más bien aún no se presentaba el momento de abordar el tema. El jueves por la tarde, mientras él al fin podía descansar de todo, alguien comenzó a tocar insistentemente a la puerta; una señora mayor y de estatura mediana que quizá se había equivocado de dirección.

— Buenas tardes —le dijo Alejandro tras abrir la puerta— ¿Qué necesita?

— ¡Buenas tardes, joven, casi noches! —vociferó la señora con amabilidad— me dijeron que aquí vive María, la estoy buscando.

— Sí, claro, ahora mismo le digo que la buscan.

El mercenario cerró la puerta y tocó a la habitación de la chica para avisarle que alguien estaba afuera esperándola, ella no tenía idea de quién se trataba pero aun así salió a atender a la mujer cerrando la puerta detrás de ella. Él decidió no bajar la guardia y se posicionó a un lado de la ventana abriendo levemente la cortina para vigilar que todo estuviera en orden; aparentemente ambas se conocían pues habían entablado una conversación con mucha naturalidad. La charla se estaba prolongando a la par de que el colombiano caía en una especie de hechizo luego de estar contemplando la belleza de la joven que le producía un bienestar bastante inusual para él pero que no quería dejar de sentir. Los movimientos de sus delicadas manos, la manera atenta y respetuosa con la que trataba a la señora, sus gestos y su sonrisa abierta y genuina lo estaban hipnotizando al punto en que, mientras ella reía, él comenzó a esbozar una sonrisa pronunciada que se evidenciaba más con los hoyuelos de sus mejillas hasta que ella sintió su mirada y volteó hacia la ventana atrapándolo in fraganti. Alejandro intentó pasar desapercibido pero al querer ocultarse impactó con un jarrón grande a un costado suyo haciendo un ruido muy difícil de ignorar, se alejó de la ventana sintiéndose el más ridículo e inexperto de los espías y en ese instante María regresó a la casa.

— ¡¿Qué hacías en la ventana?! —lo abordó desconcertada cuando él estaba a punto de escabullirse hacia el patio.

— Yo... —titubeó— me aseguraba de que no corrieras peligro.

— ¡Por Dios, Alejandro, era una viejita!

— El peligro viene de quien menos lo esperas —respondió con seriedad intentando no parecer un idiota— ¿Es alguien de tu familia?

— No —rio ella­— ni siquiera era yo la María que buscaba, pero conocía a mis padres y por eso tardé tanto.

— Hay algo que tienes que saber —dijo cambiando el tema drásticamente— pronto se celebrará el aniversario de la empresa para la que estoy trabajando ahora y este sábado habrá una cena en el salón de fiestas del pueblo.

— ¡Qué bien! —le sonrió— espero que te diviertas, ese salón es muy bonito y el servicio del bar...

— Irás conmigo —la interrumpió.

— ¡¿Qué?! ¡No, no puedo, tengo planes para el sábado!

— Me imagino que sí pero tengo que llevar un acompañante y llegar sin mi... "esposa" sería algo raro —agregó con seriedad— así que lo siento pero esto no es negociable.

— Pero mi amiga me necesita, Alejandro, por favor —suplicó con voz tenue.

— ¿Quieres que le llame a Max para que lo discutamos los tres? —sugirió.

— ¡Está bien! Voy a ir contigo.

— No esperaba menos de ti —dijo mientras entraba a su habitación— que tengas buena noche.

Sin poder argumentar nada más no le quedó de otra que avisarle a Ana que sus planes del fin de semana habían sido frustrados por causas de fuerza mayor, mientras ella estaba al teléfono intentando que su amiga la comprendiera él se duchaba en el baño de su habitación y se preparaba para dormir. Todavía no se acostumbraba a su nueva vida y aún seguía durmiendo vestido en caso de que necesitara entrar en acción a cualquier hora de la noche, pero ya se quitaba sus botas tácticas para descansar y en lugar de dejar su arma en la cama la ponía en la mesita de noche a un costado de él, eso ya era un gran avance personal. Sin nada qué hacer y sin sueño recordó que había dejado pendiente algo muy importante: revisar el perfil de la chica, se apresuró a tomar su celular y en la barra de búsqueda tecleó el nombre de María Salazar, la buscó en base a las fotografías de los perfiles y con muy poca dificultad dio con el de ella, no pudo evitar dejar escapar una sonrisa y dio clic para entrar.

La mayoría de sus fotos incluían a sus amigos, sus publicaciones eran en gran parte frases de motivación personal y algunos chistes que compartía, al pasar sus fotos notaba que estaba muy consciente de lo bella que era pues no acostumbraba poner filtros para alterar su rostro. Siguió bajando hasta que encontró las fotografías del día del incidente en el restaurante, como era de esperarse en la mayor parte aparecía junto a su círculo social pero el mercenario no se rindió y finalmente obtuvo lo que deseaba; una imagen de cuerpo completo de la mexicana posando frente al espejo de su cuarto en ese entallado vestido negro. Antes que cualquier cosa sucediera la guardó en su dispositivo y siguió bajando para buscar más cosas de su agrado pero el deslizar la pantalla del lado equivocado y su grueso pulgar confabularon para jugarle sucio ya que había dado u corazón a una de sus fotos sin quererlo.

En menos de un segundo sintió el sudor frío en sus manos, los nervios lo invadieron y no sabía si borrar la evidencia o dejarlo así porque de cualquier manera ella recibiría la notificación, el único consuelo para él era que a pesar de que la cuenta llevaba su nombre y su nuevo apellido no había foto alguna que lo delatara. Con eso en mente bloqueó su móvil, lo puso a un costado suyo y esperó que al día siguiente ella pasara desapercibido su error pero la esperanza se esfumó más rápido de lo que pensaba y su celular vibró un par de veces, al tomarlo y desbloquearlo vio una notificación de texto de María.

"¿Hiciste una cuenta para estar en las redes sociales? Porque si no fuiste tú hay alguien usando tu nombre para espiarme y eso me da miedo."

No sabía qué hacer, no pensaba con claridad y en realidad la situación no tenía muchas salidas. Su corazón se aceleró y su piel se erizó tan solo de pensar que había sido descubierto mientras husmeaba en su perfil y guardaba sus fotografías descaradamente para después verlas a la hora que quisiera, de pronto el alma le volvió al cuerpo y se burló de sí mismo pues se sentía como un adolescente enamorado, recordó que en esa casa la autoridad era él y decidió usar eso a su favor para poder salir de ese aprieto.

"Tranquila, soy yo, lo cree para darle credibilidad a esta farsa. Deberías poner tus publicaciones en privado, si Max se entera de que todo el mundo puede ver lo que haces estarás en serios problemas y esta vez no podré ayudarte."

Una Segunda Oportunidad (Editada y extendida) +18 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora