Los favores de Max

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Después de aquella confesión a María se le facilitó bastante comprender a su esposo mientras que él se sentía más ligero y confiado con ella. Al hacer uso de una herramienta tan útil como lo es la comunicación las cosas en su relación mejoraron mucho, pero el mercenario sabía muy bien que aún quedaba algo muy importante por hacer para poder seguir adelante. Se sentía tan afortunado al tener la dicha de despertar y ver a esa mujer tan noble a su lado que no quería arriesgarse a dar un paso en falso y echar por el retrete toda su felicidad así que decidió contactar a Max para hablar con él y pedirle que le diera una mano con algo que tenía en mente, lo citó en su casa un sábado por la mañana para aprovechar que la joven estaría en el gimnasio y así podrían conversar con más tranquilidad.

— Pasa —le dijo abriéndole la puerta— ¿Te ofrezco algo?

— Una cerveza por amor a todo los Dioses, antes de que me desmaye —se quejó en voz baja tocándose la cabeza con una mano.

El anfitrión sacó del refrigerador dos botellas y luego de destaparlas le llevó una a su amigo que estaba tumbado sobre uno de los sillones con una expresión de dolor y fastidio.

— Y bueno, ¿En qué te puedo ayudar? —preguntó luego de darle un gran trago a la cerveza.

— Necesito un favor, uno muy importante.

— Claro, lo que pidas.

— Verás —suspiró mientras tomaba asiento frente a su amigo— le conté a María sobre Catalina y los niños.

— ¡¿Que hiciste qué?! —lo cuestionó sorprendido a punto de escupir la cerveza y olvidando su jaqueca— ¡¿Y cómo lo tomó?!

— Mucho mejor de lo que esperaba, lo entendió muy bien.

— Entonces lo tuyo con ella va muy en serio —dedujo pensativo.

— ¿Lo dudabas?

— A decir verdad no creí que quisieras involucrarte sentimentalmente con alguien después de lo que pasó con tu familia.

— Yo también creía eso —agregó sonriendo— pero la vida me sorprendió poniendo a esa maravillosa mujer en mi camino.

— Pero dime, ¿Qué puedo hacer por ti?

— ¿Aun tienes tu avión aquí?

— Si sigo aquí quiere decir que mi jet también, ¿Por?

— ¿Sabes? —suspiró— he estado pensándolo muy bien y estoy seguro de que necesito cerrar el ciclo con Catalina para poder estar bien conmigo mismo y con María.

— ¿Cómo que cerrar el ciclo? —lo cuestionó sin entender— ¿Y qué tiene que ver mi avión con eso?

— Sí, Max; soltarla, aceptar que ya se fue y seguir con mi vida. Necesito regresar a Colombia para hacer eso.

— Mierda —dijo pensativo— es un poco arriesgado volver a tu ciudad y tendríamos que ser sumamente cuidadosos, pero déjame ver qué puedo resolver con mis contactos de allá y cuando tenga todo en orden te llamaré.

— Gracias, en verdad aprecio tu ayuda.

— Para eso somos los buenos amigos, ¿No? —le dijo sonriendo.

Ambos se pusieron de pie y luego de darse un abrazo fraternal el contratista anunció su retirada, Alejandro decidió acompañarlo a la salida y pasando por el jardín se detuvieron para sostener una última conversación.

— Entonces... —titubeó rascando el piso con su zapato táctico— todo apunta a que no tengo oportunidad con María.

— ¡¿Qué?! ¡¿Oportunidad?! —lo cuestionó extrañado.

— Sí, ya sabes; reclutarla, adiestrarla, armas, dinero...

— ¡Oh, sí! —lo interrumpió— creí que ya lo habías olvidado.

— Descuida, espero hacerlo pronto —dijo resignado.

Max caminó solo hacia su camioneta mientras su amigo regresaba a la casa, el contratista se detuvo en la banqueta al ver que María caminaba hacia él y al estar frente a frente ella se sorprendió bastante pues él le extendió la mano para saludarla. Titubeante y un poco asustada le respondió el saludo sintiendo un apretón por parte del norteamericano.

— Hola, cariño —la saludó con naturalidad— ¿Cómo estás?

— Bien, Max, ¿Y tú? ¿Pasó algo? —preguntó con cierta desconfianza.

— Estoy bien, y no; tu novio me llamó para hablar sobre algo, quizá si le preguntas sabrás de qué.

— Sí —respondió ella caminando lentamente hacia la casa— eso haré.

— ¡Cuídate, nos vemos pronto! —vociferó él abordando su auto.

Ella se despidió agitando una de sus manos, con una sensación rara entró a la casa y encontró al colombiano muy pensativo sentado en un sofá de la sala, sabía que algo se traían entre manos él y su mejor amigo pero lo vio tan sumergido en sus pensamientos que optó por dejar su maleta deportiva, tomar un cambio de ropa y darse un baño sin interrumpirlo. Cuando salió del baño su esposo inmediatamente la llamó invitándola a sentarse sobre una de sus piernas, la chica se acomodó y él rodeó su cintura con una de sus manos.

— ¿Qué pasó? —lo cuestionó confundida— estas más serio que de costumbre y tu amigo actúa muy extraño.

— Tranquila, todo está bien —le sonrió— acabo de hablar con él, le pedí su ayuda para poder viajar a mi ciudad natal.

— ¡¿Por qué?! —preguntó asustada.

— Porque necesito cerrar el capítulo entre Catalina y yo —contestó sin titubear.

— Alex, yo no...

— Lo sé —la interrumpió cabizbajo— esto lo haré por mí, para poder continuar con mi nueva vida.

— Estoy muy orgullosa de ti —le dijo con dulzura— Y... ¿Cuándo te irás?

— Espero que muy pronto; Max me va a acompañar porque volaré en su avión privado, y tú irás conmigo.

Una Segunda Oportunidad (Editada y extendida) +18 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora