El informante

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La recuperación de María fue larga pues las cosas no terminaron cuando fue dada de alta, pasó al menos dos meses dependiendo de Alejandro y una enfermera contratada por Max para los cuidados y las curaciones necesarias. Para el tercer mes sus costillas se habían recuperado y la herida de bala estaba cerrada, aunque aún mostraba secuelas del daño por la caída ya comenzaba a valerse por sí sola de nuevo, estaba tan agradecida con lo paciente y amoroso que el mercenario había sido con ella que estaba dispuesta a dejar de mezclarse a propósito en los asuntos del contratista y sacrificar lo que, como él le había dicho aquél día en la sierra, corría por sus venas. Pero no contaba con que aquel viaje rápido a Colombia no solo había sido útil para que su esposo hiciera las paces con su pasado, sino que también le sirvió al norteamericano para conseguir información muy valiosa y atar los cabos que al fin le mostraron el paradero del sujeto que mandó matar a la familia de su mejor amigo, y aprovechándose de la incapacidad de la chica habían estado tratando el tema por debajo del agua para que su ella no se enterara.

La bajas temperaturas se apoderaron de la región y la navidad estaba a la vuelta de la esquina, la mexicana estaba sumamente feliz puesto que sería su primer festejo al lado de Alejandro y decidió decorar la casa conforme a la época; con su ayuda colocó luces en la fachada de la casa, los motivos navideños estaban por todas las habitaciones y por supuesto un grande y hermoso árbol de navidad en la sala que poco a poco se rodeaba de regalos. El mercenario veía a su chica ilusionada planeando la cena con un par de semanas de anticipación y ya tenía preparados algunos regalos para los otros dos hombres esperando que aceptaran pasar esas fechas en su casa, la idea de romperle el corazón a esa mujer con espíritu de niña haciéndole saber la decisión que había tomado no le agradaba ni un poco, pero la necesidad de vengar a su familia de una vez por todas era mayor que cualquier otro sentimiento.

Max tenía a varios informantes haciendo un arduo trabajo de investigación en Colombia, y para no levantar sospechas en María visitaba a su amigo en el trabajo para tenerlo al tanto. La indagación no estaba rindiendo frutos como lo esperaban; se estaban consiguiendo pocas pistas, nada concreto que diera con la ubicación exacta del asesino de los pequeños, mientras tanto el colombiano trataba de llevar una vida normal al lado de su mujer. Un día, mientras recibía información por parte de Max afuera de su trabajo su esposa le dio el susto de su vida llamándolo al celular en ese mismo instante, pero el mercenario trató de calmarse y contestar lo más natural posible.

— ¿Sí? —contestó con cierto nerviosismo.

— ¿Estás ocupado? —lo cuestionó extrañada— ¿Llamo en mal momento? Te escucho raro.

— No, mi amor, estaba revisando unos papeles, ¿Pasó algo?

— No pasó nada, solo quería decirte que no estaré en casa hoy por la tarde, Ana necesita hacer unas compras en la ciudad y quiere que la lleve, ¿No hay problema?

— ¡No, por supuesto que no! Sólo cuídate ¿Sí?

— Claro que sí, nos vemos antes de que oscurezca. ¡Besos, te quiero! —se despidió efusivamente.

— También te quiero —respondió con dulzura.

Él colgó y Max había escuchado toda la conversación en silencio, así que sabía que la chica no estaría en casa y aprovecharía la situación.

— ¿Qué tal si mejor voy a tu casa a hablar de lo que te he conseguido? Es algo verdaderamente importante y prefiero decírtelo en privado —sugirió el contratista.

— Excelente, yo te llamo cuando vaya saliendo de aquí.

Estaba ansioso de que su jornada laboral terminara, conocía bien a su amigo y sabía que le tenía buena información. Cuando al fin salió revisó su reloj, por lo que María le había dicho a esa hora ya estaba en la ciudad con Ana así que llamó al norteamericano y se vieron en casa, al llegar ambos pasaron a la sala y se sentaron a conversar en la privacidad del comedor, un ambiente de misterio y tensión envolvían el lugar.

— Muéstrame lo que conseguiste —dijo impaciente el colombiano.

El contratista sacó su laptop, la encendió y después de unos minutos de búsqueda la giró para que Alejandro viera la fotografía en la pantalla. Al mirarla comenzó a tener un temblor en sus manos y su respiración se agitó al igual que su corazón.

— ¡Emiliano Galeana! —exclamó furioso golpeando la mesa tras ver al asesino en la pantalla— ¡¿Dónde está ese hijo de perra?!

— Antioquia —contestó su amigo con seriedad— creí que me encontraría con un don nadie o con un acta de defunción, pero este tipo ha sabido abrirse paso y subir los escalafones en toda esa mierda. Mi contacto me ha dicho que va a ser difícil que llegues a él tú sólo. Alejandro, vas a necesitar ayuda.

— ¡Lo sé, lo sé! —contestó ansioso— Envíame un grupo de tus mejores hombres para allá.

— Por supuesto, me iré en unos días con el equipo que...

— No, Max —lo interrumpió— tú no te puedes mover de aquí. Necesito que te quedes con María.

— ¡No puedo dejarte ir solo! —protestó— ¡Tú me ayudaste con el asunto de Joseph y lo menos que puedo hacer por ti es ayudarte con esto!

— Sólo dame el equipo necesario y envíame a tus hombres, si tú te quedas con María me ayudarás más de lo que imaginas —contestó sin titubear.

— ¿Estás seguro de lo que me pides? —lo cuestionó dudando.

— Jamás en mi vida había estado tan seguro. Dime cuándo me tengo que ir y yo me encargaré del resto.

— Lo más pronto posible para evitar que Emiliano se mueva a otro lugar y sea menos accesible, necesitas volar a Colombia en un par días máximo.

— Entonces en dos días abordaré el avión. Comienza a hacer los preparativos necesarios desde hoy, quiero que todo esté listo a mi llegada —dijo con firmeza.

Max se levantó de la sala y miró fijamente a Alejandro, no podía decirle que se olvidara de la venganza y se dedicara de lleno a su nueva vida pues él más que nadie sabía exactamente por lo que estaba pasando, tampoco podía obligarlo a que le permitiera acompañarlo así que su último recurso era ayudarlo en lo que le pedía. Antes de abandonar la casa decidió decirle hacerle un último comentario tratando de hacerlo cambiar de opinión.

— Sabes que es probable que no regreses de Colombia, ¿Cierto?

— Por supuesto que lo sé, pero eso no va a detenerme —respondió decidido.

El contratista salió de la casa para ir a preparar todo lo que le haría falta a su amigo y mentalizarse por lo que estaba a punto de enfrentar, mientras tanto el colombiano intentaba calmarse pues todavía no quería que su mujer se diera cuenta; sacó una cerveza del refrigerador y se dispuso a descansar a su habitación, pero cuando abrió la puerta su sangre se fue al piso al ver María del otro lado sentada al borde de la cama.

— ¡¿Q-qué haces aquí?! —la cuestionó bastante sorprendido.

— Ana tuvo que cancelar sus planes y yo me acosté a dormir un rato —le respondió viéndolo como si fuera un desconocido— ¿Vas a explicarme lo que acabo de escuchar, o tengo que armar un escándalo para que me digas toda la verdad?

Una Segunda Oportunidad (Editada y extendida) +18 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora