La propuesta de Max

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La vida le había puesto en el camino a una persona maravillosa y no tenía excusa para no querer continuar; se armó de valor como jamás pensó hacerlo y tomó la decisión más valiente de su vida: aprender de su dolor, aceptar y abrazar su presente y perdonar a quienes no quisieron o no pudieron seguir a su lado. Un día como cualquier otro Alejandro se marchó temprano al trabajo y María, aprovechando el hecho de que ya tenía más libertades, se fue caminando al gimnasio sin la necesidad de que los escoltas la siguieran. Era un día soleado bastante agradable y la tranquilidad podía respirarse en el pueblo, terminada su rutina tomó su maleta deportiva y caminó de regreso a casa disfrutando del breve paseo hasta que una Suburban negra se detuvo frente a ella repentinamente. Pensó en que eran los escoltas y que su esposo los había enviado a buscarla pues se había tardado más de la cuenta conversando en las caminadoras, pero cuando el conductor bajó el vidrio y no lo reconoció sintió que algo andaba mal.

- ¡Súbete, you have to come with me now! -se dirigió a ella ordenándole y con un español bastante malo.

- ¡¿Qué?! ¡¿Quién eres tú?! -preguntó muy confundida.

- ¡Get on! -le gritó molesto- ¡Max quiere verte, sube ahora!

No lo pensó dos veces y soltando su maleta para aligerarse corrió en dirección opuesta a la camioneta pero dos sujetos descendieron de ella y la alcanzaron para cargarla en peso mientras ella gritaba e intentaba zafarse hasta que la subieron al vehículo para después atarla y cubrirle la cabeza con una suerte de bolsa de tela. El mercenario regresó a casa más temprano de lo esperado y al no encontrar a su esposa pensó en que había salido a hacer algunas compras para la comida así que decidió esperarla, pero pasó una hora y ella no aparecía por lo que comenzó a preocuparse. Salió hacia la calle y se dirigió a la camioneta de los escoltas quienes le informaron que ya tenía más de tres horas fuera de casa, luego llamó a su celular pero extrañamente estaba fuera de servicio, rápido abordó el Jeep y en compañía de los hombres de Max salió a su búsqueda.

Entretanto tanto su esposa había llegado por la fuerza a un lugar desconocido y aparentemente abandonado, algo parecido a una bodega pero a su alrededor no había nada que le ayudara a saber con exactitud en dónde estaba. Los mercenarios la bajaron de la camioneta y la desataron con la advertencia de que si intentaba escapar le dispararían a discreción, la llevaron al interior y en la primer habitación estaban más sujetos armados, no le agradó nada saberse sola entre tantos hombres pero cuando creyó que la situación no podía empeorar una puerta al fondo se abrió y de ella salió un rostro muy familiar; Maximilian Benson. El contratista la miró fijamente por un rato y ella pudo notar que había algo diferente en su mirada, además de que su rostro no reflejaba su semblante habitual sino uno muy frío y vacío, bajó su mirada hacia la camisa táctica que el hombre portaba y al percatarse de que sus mangas estaban recogidas y había restos de suciedad y salpicaduras de sangre se convenció de que las cosas no saldrían nada bien.

- Acompáñame, María, tenemos que hablar de negocios -le dijo haciendo eco en el lugar y dándole la espalda para regresar hacia donde había salido.

- Yo... yo no tengo negocios contigo -contestó bastante nerviosa.

Aquel hombre la ignoró y uno de los mercenarios detrás de ella la empujo hasta llevarla a donde el norteamericano había ingresado, la oscuridad que había la hizo detenerse y de pronto una luz se encendió dejándola ver lo que había ahí dentro; Max sentado en una silla plegable de aluminio junto a un hombre en ropa interior con la cabeza cubierta y con evidentes señales de tortura, la víctima estaba arrodillada en un charco de lo que parecía orina y sangre, atada de manos y pies y sollozaba temblando. Uno de los hombres armados le acercó una silla similar a la del sujeto frente a ella y luego se retiró.

Una Segunda Oportunidad (Editada y extendida) +18 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora